OPINIÓN | Dime con quién andas…
Puede ser que en época electoral la crisis haya jugado en favor de nuestro Presidente, pero hacer de ella la estrategia para lograr objetivos concretos puede jugarle una mala pasada
Tiempo y destiempo
¿En que piensa un político? A lo largo de las ultimas semanas, ésta es la pregunta que más he escuchado, desde el café de sobremesa hasta en reuniones académicas, todo mundo se pregunta en qué diablos piensa un político al momento de tomar una decisión, incluso hay quienes dudan que los políticos sean capaces de dicha actividad.
En este sentido, comencemos por decir que la mente humana es muy complicada, la de las mujeres un poco más, y nuestras decisiones dependen de factores como experiencias de vida, educación, entorno familiar e incluso de variables tan volubles y eventos circunstanciales como el humor y hasta el clima.
La mente de los políticos es un poco más compleja, y al menos en niveles profesionales, digamos de senador para arriba, son gente muy talentosa que en cualquier otro ámbito laboral podrían ser calificados incluso de brillantes, pero entre iguales nos parecen hasta lerdos.
Como en la vida, cada uno posee una virtud en particular, algunos son excelentes oradores, otros estrategas infalibles, unos mas son vendedores natos, y hay casos especiales como estrellas de rock, vedettes y líderes religiosos. Aquí dejo al lector poner los nombres de los implicados a su gusto. Sólo es necesario hacer un breve recuento de sus carreras para lograr establecer un patrón en sus fortalezas y por tanto en las herramientas que utilizan al momento de tomar una decisión.
Sin embargo, cualquier líder sabe que el peor error que se puede cometer es revelar los planes que uno tiene a futuro. Desde Sun Tzu en “El Arte de la Guerra”, hasta Don Corleone en “El padrino” aconsejan evitar a toda costa evitar revelar nuestros pensamientos, ya que ello nos vuelve predecibles e incluso nos expone a una emboscada.
Quién no ha admirado a aquel individuo que en el último minuto de una contienda, saca un as bajo la manga y consigue la victoria con una jugada maestra. Este es justo el arte de gobernar.
Así las cosas, pareciese que escudriñar los pensamientos de un gobernante es una tarea imposible de realizar. Sin embargo, al ser la política una ciencia social es posible tener elementos que nos permitan evaluar su desarrollo.
Existen factores que a lo largo del tiempo muchos académicos han estudiado y que nos pueden dar una idea de lo que sucede en la mente de un líder; la conformación de su imagen personal, de su discurso, e incluso sus primeras acciones de gobierno, todas ellas encaminadas a lograr uno o diversos objetivos, en su caso casi siempre pasar a la historia como aquel líder que marcó el destino de su nación.
Sin embargo, existe uno que casi de manera inequívoca nos revela el tipo de líder con el que tratamos. Pensemos por un minuto en la política como en un partido de futbol en el que el Director Técnico es el Presidente y el objetivo es ganar el partido. El entrenador sabe que cuenta con 90 minutos para llevarse la victoria y que para ello deberá desarrollar una estrategia que le permita burlar cualquier defensa del oponente y así alcanzar el mayor número de goles.
Es evidente que en este caso, el destino del dirigente depende invariablemente de la capacidad y de la destreza de los jugadores que elija. Exactamente lo mismo sucede en la política, el Presidente, por mejor individuo que sea no puede jugar de delantero y de portero a la vez y por ello tiene la necesidad de rodearse de un numero de jugadores que le permitan obtener la tan anhelada victoria.
Así, al igual que en el deporte, en la política la mejor forma de saber qué sucede en la mente de un gobernante la encontramos en el análisis de sus equipos de trabajo. A lo largo de los años casi siempre he constatado que el gabinete de un Presidente nos muestra con claridad qué tipo de gobierno nos depara.
Presidentes conciliadores han hecho suyos secretarios con gran capacidad de negociación (Zedillo-Liebano Saenz), presidentes impositivos han fortalecido a funcionarios autoritarios (Díaz Ordaz – Echeverría) y presidentes estrategas han nombrado a técnicos minuciosos en la tarea de gobernar (Salinas-Córdova Montoya).
Es por ello que el actual gabinete llama la atención, en el conviven dinosaurios de gran cola e improvisados de corta edad y experiencia, y si evaluamos a últimos días los amiguitos y agregados con que cuenta el actual gobierno, a los que alojamos como perseguidos políticos, no sabemos que tipo de futuro nos depare. No asistimos a cumbres internacionales y nuestra política exterior se ha reducido a una oficina de migración.
Hace algunos días conversaba con un amigo que se dedica profesionalmente al cabildeo político, y preocupado me confesaba que a lo largo de la actual administración su mayor problema es que no encuentra un funcionario con el suficiente peso y seriedad para negociar.
En el pasado, decía mi amigo, los empresarios sabían que al tratar con el presidente de alguna de las cámaras legislativas o con determinado secretario, tendrían un interlocutor confiable para establecer acuerdos y realizar inversiones con la certeza de que los proyectos emprendidos generarían ganancias, empleos y crecimiento, sin embargo, hoy parece ser que ningún secretario tiene palabra de honor, y que los planes establecidos un día, son palabra al viento a la mañana siguiente.
Y es que no hay funcionario que no haya sido contradicho en una mañanera o proyecto que no se encuentre estancado entre amparos y falta de presupuesto. De esta forma invertir en México se ha vuelto un negocio de alto riesgo ya que nadie mas que el Presidente y tal vez su particular son los únicos que saben qué sucederá a la mañana siguiente y eso si no les llueve alguna crisis y si esto sucede, a improvisar para salir del paso.
Es por ello que no sorprende que el crecimiento económico del país se encuentre estancando y que la gente haya frenado el consumo interno provocando desempleo. La incertidumbre es la peor consejera, aun que parece ser el sello de un gobierno que ha convertido el río revuelto en la ganancia de sus pescadores.
Puede ser que en época electoral la crisis haya jugado en favor de nuestro Presidente, pero hacer de ella la estrategia para lograr objetivos concretos puede jugarle una mala pasada porque sin equipo no hay estrella que luzca y la mayor de sus fortalezas, con el tiempo, puede resultar en la peor de sus debilidades.
Nadie esta en desacuerdo con apoyar a los mas pobres, nadie está en contra de desterrar la corrupción, pero si un equipo no tiene estrategia y coherencia, el portero tendrá que salir a meter goles, los delanteros a cuidar la portería y los defensas no sabrán ni dónde correr.
Han pasado 9 meses y ni en el discurso, ni en la imagen ni el equipo encontramos una señal que nos de confianza de para dónde vamos. Los expertos no se atreven a hacer una prospectiva que vaya más allá del 2020 y no hay proyecto que sepamos cuando y como se construirá.
Tal vez la única institución que tenga algo de certeza sea el ejército, pero de ellos platicaremos en una próxima entrega.