OPINIÓN | Reencuentro social con seguridad y prevención después del COVID-19
¿Cómo imaginamos que será la “normalidad” cuando la pandemia pase? Organizaciones, gobierno y sociedad deberán trabajar de la mano para generar juntos soluciones
Es innegable que cuando hayamos salido de esta etapa global que nunca pensamos vivir, encontraremos un mundo al que entre todos tendremos que aprender a mirar desde otra perspectiva.
Tener una vida digna será la realización de un cambio radical en nuestro modo de vida.
Otra forma de relaciones sociales emergerán de los daños que estamos viviendo; los económicos, culturales, sociales y psicológicos que deja la pandemia.
Tenemos que trabajar para que sea un mundo donde todos estemos presentes y siendo corresponsables de una convivencia sana, sin exclusiones, con respeto y dignidad. Está en nuestras manos diseñarlo, construirlo y habitarlo.
Incluso un agente desconocido como el COVID-19 demuestra que nace como todo proceso: se gesta en la sociedad que vivimos y transita entre nosotros.
El hambre es un mal creciente en diversas regiones del planeta. Miles de hectáreas de tierras destinadas a la producción de alimentos han sido reemplazadas por productos que sirven para engordar los agrocombustibles.
La violencia étnica y política deriva en desplazados que o mueren en el camino o en el intento por vivir, porque su condición de humanos ya parece un imaginario inalcanzable.
Es así que deberemos aprender a reencontrarnos como sociedad en ese nuevo mundo, pero con seguridad y prevención siempre, como una nueva norma y forma de vida.
Ahora es claro que cuando creíamos tener las respuestas, nos cambiaron las preguntas. El COVID-19 es un elemento desconocido y la ciencia no tiene respuestas todavía; la precariedad de los servicios de salud y la insuficiencia de elementos de bioseguridad se convierten en sus aliadas.
Pandemia, falta de seguridad y falta de mecanismos adecuados de prevención, constituyen la triada perfecta de la tragedia que todos estamos viviendo.
La enfermedad, la muerte y la descomposición económica llenan el ambiente con incertidumbre, desdicha y pánico masivo. Nos espanta.
Hay países donde los muertos son solo parte de las estadísticas, sin despedidas, sin velorio, sin entierro, metidos en bolsas desechables, esperando ser cremados o dejados sin saber su última morada.
Son tantas y tantos esperando la posibilidad de convertirlos en cenizas. Son los nadie contemporáneos, ya no tienen nombre ni identidad, sólo son un número más.
El Coronavirus hace diferencias sociales. ¡Quién lo diría! En pleno Siglo XXI y con un notable desarrollo de la ciencia y la tecnología, las recomendaciones médicas para la prevención del virus no se encuentran en productos farmacéuticos sofisticados.
El humilde Paracetamol, y las prácticas naturales cotidianas como lavarse adecuadamente las manos con jabón, que tiene la propiedad de quitar la superficie grasosa del CoV2 que provoca el SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Grave), son las que nos ayudan a sobrevivir ante el COVID-19.
Otras medidas recomendadas, como la distancia adecuada en las filas y lugares de afluencia de personas, o llevar cubrebocas, taparse la boca o nariz si se tose o estornuda, no son extrañas.
No hay nada que no sea posible hacerse. El remedio preventivo ya no tiene secretos que sólo los especialistas entienden; en el mundo futuro, las acciones preventivas empiezan y dependen de cada uno de nosotros y están al alcance de todos.
Eduardo Galeano escribió: “La justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda”.
Una lección que ha dejado la búsqueda de soluciones a la pandemia es que los gobiernos no pueden seguir trabajando aislados en una soledad que los ve con desconfianza.
Allá, donde están funcionando las medidas de prevención y contención, es donde las organizaciones y la ciudadanía se incluyen con corresponsabilidad en las soluciones de la mano de las decisiones estatales, o más bien, generándolas.
En una de las paradojas típicas de la socialización en tiempos del Coronavirus, las medidas de distanciamiento y aislamiento social son provocadoras de reencuentros de las personas consigo mismas y con el entorno primario, así como de reencuentros virtuales emocionales con los conocidos y aquellos por conocer.
Ser vecino, padre, madre, hermano, hijo, abuelo, ser familia, es algo que se ha estado redescubriendo.
La vorágine de la vida pre pandemia, siempre atestada de gente, nos convirtió en realidad en seres solitarios. Y ahora que el Coronavirus nos destina al aislamiento, hemos recuperado momentos para estar con nosotros mismos y con quienes amamos.
Estas son luces de esperanza para reconstruir el mundo post pandemia. Sin embargo, también ha desatado una ola de violencia familiar y se continúa incrementando la violencia de género; hoy también víctimas y victimarios conviven más de cerca.
Luces de esperanza como las que proyectan médicos, enfermeras, policías, militares, encargados de limpieza, proveedores de alimentos, héroes que arriesgando sus vidas por nuestras vidas, nos dicen con sus acciones que nos toca corresponderles siendo generosos con los nuestros, cumpliendo con las normas y recomendaciones, asumiendo un real compromiso universal por la vida.
Esa vida que en ocasiones despreciamos como algo desechable.
El proceso de rechazo a la globalización, que ya se ha venido desarrollando durante una década, podría acelerarse debido a la pandemia y la crisis que con ella llegó.
Las empresas que solían ser beneficiarias de la globalización comenzarán a buscar localizar la producción abandonando cadenas de producción complejas.
Por ejemplo, Corea del Sur ha recurrido a tecnologías de vigilancia para detectar y aislar a los infectados.
El premio para los ciudadanos cuya privacidad fue invadida, fue la victoria sobre la epidemia, gracias a estas tecnologías y a un programa de pruebas masivas para detectar el virus.
Otros países están desarrollando ahora sus propios medios tecnológicos de vigilancia para detectar el Coronavirus.
La pregunta ahora es: ¿las autoridades dejarán de usar estas herramientas intrusivas después de la pandemia?
Por ello, será importante también analizar -cuando llegue el momento del ansiado reencuentro social- qué nivel de seguridad queremos y cuál es el costo que estamos dispuestos a pagar.
En el corto plazo, una parte de la sociedad va a revitalizar el contacto humano, pero hay otra cuya respuesta será la sospecha y el miedo.
Daniel J. Siegel habla sobre la revalorización del rol del Estado, los autoritarismos, el actual poder de los científicos, el futuro del trabajo, la percepción del tiempo y la felicidad.
Hoy tenemos más dudas que certezas respecto a esta trascendental cuestión: ¿Cómo imaginamos que será la “normalidad” cuando la pandemia pase?, ya que estamos en un estado de soledad y egoísmo social.
- Mercedes Escudero Carmona es originaria del Distrito Federal y reconocida como una de Los 300 Líderes más Influyentes de México en 2017, 2018 y 2019.
Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la FCPyS de la UNAM; con Maestría en Comunicación y especialización en comunicación política e institucional, por la Universidad Iberoamericana.
Actualmente, es Presidente de la organización CPTED (Crime Prevention Through Environmental Design) Capítulo México de la Internacional CPTED Association (ICA), además de desempeñarse como Investigadora y Directora General del Centro de Estudios en Seguridad Ciudadana y Humana SC.