Historias de histeria en la posmodernidad (Parte 6)
Un contrabandista, el líder de los porros de la prepa y un hijo de papi que disfraza sus ganas de sexo con romanticismo… ellos son los príncipes azules de tres adolescentes que viven su propio cuento de hadas
“Amar es dar lo que no se tiene a quién no es”, en dónde dar lo que se tiene es sólo capitalismo y el Otro es lo que queremos o podemos ver, pero no lo que es en realidad.
Jacques Lacán.
La mujer histérica se vuelve su propio juez tiránico, pues nada será jamás lo suficientemente bello para neutralizar sus imperfecciones, todo puede servir de máscara, sobre todo el Otro, el paternaire.
Jacques-Alain Miller
El príncipe azul o la reinterpretación del cuento de hadas
Flor Michelle cursa el segundo semestre de preparatoria, estudia en una escuela pública de la periferia de la ciudad; esto resulta ser una ventaja porque no le es complicado llegar al plantel, sólo tiene que subirse a un pesero y en cosa de cuarenta minutos -debido al tráfico de la hora pico- llega a la escuela.
Tiene un grupo de dos amigas más, Adriana y Karina, las tres pasan mucho tiempo juntas, están en el equipo de animadoras vulgo porristas de la prepa, son buenas en ello. Flor es la capitana, a pesar de estar apenas en segundo.
Se pasan el día hablando de sus sueños, de sus fantasías, se vuelan clases y se van al puestecito de comida que hace las funciones de cafetería y se sientan en las bancas a comer alguna “chuchería”.
Es para ellas claro que no van a continuar estudiando al terminar la preparatoria; es más, probablemente ni la terminen. No por que tengan bajo rendimiento, es porque tienen otros planes, unos planes que -según lo narran cada una de ellas- les van a resolver la vida.
Llegan a la banca en la que suelen sentarse, han decidido volarse química, ponen en medio unos Doritos nachos con mucha salsa Valentina y limón, y mientras se los están comiendo inicia el escrutinio de la vida de una más de sus compañeras que se ha conseguido lo que hoy llaman un «sugar daddy».
Hacen una reflexión en el sentido de que «o sea, no esta mal, el señor ya le compró un teléfono, ropa, la lleva a restaurantes, pero al final de cuentas qué vergüenza, es un tipo de prostitución, sólo que se tiene que exhibir con el cliente en lugares públicos como centros comerciales».
En ese caso tal vez fulana de tal, que trabaja como escort, tenga un papel digamos más digno, aunque quién sabe, ya en la intimidad de la habitación «solo Dios sabe» la clase de freaks que se vaya topando día a día.
Flor Michelle le platica a sus amigas que el viernes de esa semana su novio la llevará a la agencia de autos para que le den su coche, el trámite ya está hecho, su hermana de veinticuatro años tuvo que “hacerle el paro” para que quedara a su nombre. Flor es menor de edad.
En estos diez meses de noviazgo ha recibido una gran cantidad de regalos, sobre todo ropa de marca. Flor Michelle tiene dieciséis años y considera que su relación es formal, que es el amor de su vida, su “príncipe azul”.
Diego Julio estudiaba en la misma prepa que ella, apenas es un año mas grande, sólo que este semestre ya no regresó, ya no pudo con la carga laboral y los estudios, tomó la decisión de abandonar la escuela, ya que su negocio es muy lucrativo.
En el plantel se empezó a correr el rumor de que era narco, y aunque en muy poco tiempo pasó de llegar en transporte público y comprar ropa en “la paca” a comprar un carro del año y a vestirse con ropa al último grito de la moda y de las mejores y más caras marcas, la realidad era otra.
Diego pertenecía a un grupo de contrabandistas pero de otra índole, parte de su familia formaban una banda que se dedicaban a robar a conductores de tráileres de tiendas departamentales en las carreteras y a revender el botín a precios muy por debajo de su valor, ya sea en una bodega que tenían o en un par de tianguis muy concurridos. Su producto se vendía como pan caliente y en la repartición de la ganancia había muchísimo dinero, más si pensamos que se trataba de un adolescente.
Flor Michelle les comentaba a sus amigas que el problema iba a ser esconder el coche, la ropa la escondía en casa de su hermana, la que firmó; como ya estaba casada, ya vivía aparte, pero el coche lo metería a una pensión no tan cerca, no tan lejos de su casa. Su novio le daría el dinero necesario para ese menester.
Después del coche, Diego Julio juntaría dinero para un departamento y se casaría con él, sería una boda grande, en un salón donde se casan los ricos, y luna de miel en Europa, «todo va a estar soñado», finalizaba.
Los ojos se le iluminaban cuando hablaba de su vida con Diego Julio, de todas las chicas que pudo elegir, la eligió a ella, todas le tenían envidia, o al menos eso es lo que ella alcanzaba a percibir, se consideraba a sí misma la chica más popular de la prepa.
Adriana, por otro lado, andaba con el jefe de los porros del plantel; de una manera muy “institucionalizada” asistir a la prepa y realizar determinadas tareas le era también sumamente lucrativo. Boletos para juegos que revendían, dinero equivalente a cobro de piso que le cobraban a la mayoría de los estudiantes del plantel, impunidad frente a los profesores, acceso a todo tipo de eventos y fiestas… así que muy a su particular manera, ella también resultaba ser la princesa de un retorcido cuento de hadas.
Ya quisieran varias estar en su lugar, tampoco le faltaban los regalos, el dinero en efectivo, el último teléfono, los alcances de su novio no se acercaban a los de Diego Julio, «pero se defendía», se decían las dos amigas apoyándose mutuamente.
Finalmente Karina; ella tenía una relación con un chico de una universidad privada, llegaba por ella a la prepa en un auto de lujo, no como el de Diego Julio, sino uno de los caros, caros.Claro, en este caso adquirido por su padre.
Arturo vivía en Polanco, había conocido a Karina en un antro de esa zona un día que Diego Julio invitó a Flor Michelle y a sus dos amigas a salir; debido al alto costo de la nota de consumo que generaba cada que iba, la edad de él y de sus acompañantes pasó a ser pecata minuta.
«Fue amor a primera vista», narraba Karina cada que contaba como se habían conocido. Él se le acercó, platicaron, bailaron y al final la llevó a un hotel y a su casa.
Desde aquel día, al menos un par de veces a la semana va por ella a la prepa y repiten el recorrido hotel-casa. El plan de Karina, apoyado al cien por ciento por sus amigas, era embarazarse y después casarse.
Lo mas probable creía ella es que su suegro les compraría un departamento en Polanco o en la Condesa y que los mantendría hasta que Arturo terminase la carrera. Las tres adolescentes tenían el futuro asegurado, decían.
*Los nombres y algunas circunstancias fueron modificados para proteger la identidad y privacidad de los involucrados.
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Gabriel Zamora Paz (@DrGabbo) es Psicólogo por la UABC, Maestro en epistemología y doctor en Psicoanálisis Lacaniano.
Cuenta con 20 años dedicado a la actividad clínica como psicoterapeuta primero, cómo psicoanalista desde hace 6 años y trabajó 6 años como académico en la UPN.