OPINIÓN | Una experiencia al final de la vida
Don Pablo, un paciente en gravedad extrema y con enfermedad terminal, lloraba y repetía que no quería morir… hasta que tuvo una visión que hizo de su fallecimiento una experiencia plácida y tranquila
Por: Fernando de Jesús Hernández Estrada
Cursaba yo el segundo año de la especialidad de cirugía en la ciudad de Torreón, Coahuila, y me fue encomendado un paciente grave con la tarea de permanecer a su lado debido a su particular condición de gravedad.
Recién habíamos establecido el diagnóstico de cáncer y su estado metabólico era extremadamente lábil por desequilibrio hidro-electrolítico y patología cardiaca concomitante. Estaba reportado como persona en gravedad extrema y con enfermedad terminal, de modo que sus alternativas eran pocas y no quedaba otra cosa que lograr que sus últimas horas no fueran de dolor extremo.
Don Pablo, que ese era su nombre, se encontraba en un estado de inquietud extrema y notable cobardía ante lo inminente de su muerte. Lloraba, sí, lloraba como un niño y me repetía que no quería morir. Tenía múltiples accesos venosos fallidos, esto es, que había recibido muchos piquetes porque sus venas colapsaban, razón por la que me pidieron que colocara un catéter subclavio para tener acceso vascular central.
Mientras realizaba el procedimiento, repentinamente fijó la mirada en un punto específico ubicado a los pies de la cama, saludando a alguien con sorpresa y entró en un estado de inquietud frenético, mascullando palabras ininteligibles que no me fue posible comprender más que de forma intermitente.
Explicaba al que él veía al pie de su cama que no quería morir. Que nunca hizo nada y que no tenía cuentas que entregar, todo ello entre amargos sollozos. Su respiración se hizo insuficiente y en bocanadas. Esa respiración que en lenguaje llano decimos “boquear”, característica que en el medio hospitalario identificamos como una fase pre-muerte.
Lo abracé estrechamente y le pedí al oído que se dejara ir. Ambos percibimos que la muerte llegaba sin remedio y me pareció que mi cercanía y la “persona” que él veía y escuchaba y yo no, resultaron de utilidad porque, unos minutos después, en un estado de plácida tranquilidad, murió en mis brazos.
Fue tan realmente física la percepción de que estuvo otro ente a su lado reconfortándolo, que no pude evitar estremecerme. Don Pablo no era un paciente especial ni mucho menos. Miles de pacientes pasaron por mis manos, pero viene a mi mente ese episodio porque me tocó atestiguar una experiencia al final de la vida, que es cuando percibimos la presencia de “alguien” que llega para acompañar al que parte.
A diferencia de las populares experiencias cercanas a la muerte, aquella luz al final del túnel y una percepción alterada de la mente que pudiera interpretarse como una alucinación que se produce en un estado de muerte clínica, las experiencias al final de la vida son otra cosa.
Se pueden dar meses, semanas, días o incluso instantes antes de morir. Por lo regular son protagonizadas por familiares o amigos cercanos ya fallecidos que suelen presentarse a modo de acompañamiento para facilitar el tránsito del moribundo.
Funcionan también como aviso de que la muerte está próxima y según la mayoría de estos testimonios, tienen como común denominador una sensación de paz y tranquilidad que les ayuda a presentar un mejor rostro a su muerte.
En marzo del año 2014, la Revista Americana de Medicina Paliativa publicó un estudio que describía los sueños y visiones que tenían los pacientes de cuidados paliativos. Entre los sueños y visiones más comunes encontramos: amigos, familiares y hasta mascotas fallecidas, incluso algunos hablaron de seres espirituales como ángeles.
Todos los encuestados relataron haber tenido al menos un sueño o una visión, llegando casi al 50% los que tuvieron esta experiencia mientras dormían. La característica principal relatada por los pacientes fue la especial sensación de realismo y un marcado significado emocional, más espiritual que alucinatorio.
Los médicos hemos podido ser testigos de estos acontecimientos, pero las personas que podrían ser fuente de numerosas anécdotas son las enfermeras, que son las más cercanas a los pacientes en todos los hospitales.
Podemos concluir que, si bien aún hay mucho que investigar, estos eventos son psicológica y existencialmente muy significativos. Cumplen un papel reparador y hacen la transición mucho más fácil, disminuyendo el miedo a la muerte, conciliando la vida vivida y aceptando la muerte.
Ivonne Morillo Chirinos. Ciudad Ojeda, Estado Zulia, Venezuela.
Interesante artículo sobre las transiciones a la muerte.
Vivimos en una cultura donde pareciera que nunca vamos a morir. Posponemos mucho el disfrute de la vida que sólo es posible en tiempo presente, juzgamos mucho al prójimo y somos fácil para odiar y no perdonar.
La muerte forma parte de la vida, como la juventud y la madurez. Debemos vivir sabiendo que nuestra vida terminará en éste mundo como lo conocemos, pero sabemos que hay un más allá, que lo que llamamos muerte es un final de etapa y el principio de una nueva. Se cierra una puerta y se abre otra. Científicamente comprobado.
Ahora bien; La presencia de seres queridos ya fallecidos, para ayudarnos en éste trance, yo lo creo, porque lo viví antes que mi padre muriera en su lecho de enfermo, fijó su mirada en un punto de la habitación y vió a su madre, mi abuela y él le pidió la bendición y se puso a llorar de emoción al verla.
Con todas éstas experiencias de vida, debemos aprender el desapego, a perdonar y a disfrutar cada instante que Dios nos regala.
La vida es un ratico en éste mundo ilusorio, en éste planeta escuela.
Fátima González Venezuela Estado Zulia Machiques de Perija
EN lo personal la muerte, ha sido parte de la familia, jaja ya que han sido muchos los fallecidos . Pero porque temerle si es parte del ser humano ya que en cualquier momento nos toca partir o morir .
Si definitivamente si hay resistencia a la muerte bien sea por alguna enfermedad, o ahora por el covid -19 creo que esta ultima los psicólogos han sido muy visitados por el temor al contagió o miedo al morir.
Creo que entre en este tema de la muerte es parte de la vida, que hay que asumirla con mucha gallardía.