21 de diciembre de 2024

Humanidades y ciencia, divorciadas en México: Antonio Lazcano

El científico y profesor emérito de la UNAM dio una conferencia en el marco del VIII Encuentro de Humanismo y las Humanidades, realizado en el ITESO y dirigido a académicos del Sistema Universitario Jesuita.

Humanidades y ciencia, divorciadas en México: Antonio Lazcano

Paupérrima es la relación entre las humanidades y las ciencias en México, consideró el investigador Antonio Lazcano Araujo, profesor emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), durante su ponencia en el marco del VIII Encuentro de Humanismo y las Humanidades, realizado en el ITESO del 30 de octubre al 1 de noviembre.

 

El académico, quien está a cargo del Laboratorio Origen de la Vida de la UNAM, afirmó que la ignorancia mutua es la característica principal de la relación entre quienes se dedican a las humanidades y ciencias sociales y aquellos enfocados a las ciencias naturales y exactas, tanto en sus metodologías como en sus historias, conflictos, objetivos e incluso valores compartidos.

 

“No hemos sido capaces de generar una respuesta común (ante los desafíos de la ciencia en México) y eso nos empobrece a todos”, lamentó. “Esa es una desventaja brutal porque hemos desperdiciado la posibilidad de una interacción mayor”, continuó.

 

Sin embargo señaló que esto no siempre fue así: antaño, las fronteras entre las ciencias, las humanidades y las artes estaban mucho más difuminadas. Incluso los científicos se reconocían a sí mismos como naturalistas y no fue sino hasta finales del siglo XIX cuando el concepto de científico nació, de la mano del desarrollo del aparato científico.

 

La falta de una clasificación más celosa de lo que era y hacía un científico dio pie a que hubiera un cruce natural entre las artes, las ciencias naturales, la filosofía, la historia y otras disciplinas. Con la idea de los doctorados especializados fraguada en Alemania se empezó a dar esta ruptura entre humanidades y ciencias exactas y naturales.

 

“Hoy en día, vemos empeños de trabajo multi e interdisciplinario y hay disciplinas en donde uno ve con muchas esperanzas el florecimiento de esas interacciones”, celebró. 

 

Ciencia para una sociedad democrática 

El también miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) nivel III afirmó que la ciencia no es democrática pero sí participativa y, en ese sentido, señaló que la evaluación por pares se alza como una de las prácticas más venerables desde hace más de 350 años con la creación de la Royal Society, una de las sociedades científicas más antiguas del mundo, y su máxima Nullius in verba (nadie tiene la última palabra). 

 

En contraposición a las artes, que valúan la subjetividad como parte de su entendimiento y apreciación, la evaluación por pares implica la pérdida de la subjetividad y abona a que la ciencia sea un producto histórico y colectivo. 

 

Ante el foro de académicos del Sistema Universitario Jesuita (SUJ), Lazcano Araujo afirmó que “no se puede pensar una sociedad contemporánea democrática en donde la ciencia esté ausente”. 

 

La investigación y la ciencia en México 

La investigación científica en México se ha desarrollado sobre todo al amparo de la universidad pública y de los institutos de salud, ante los recursos cada vez más escasos dedicados a centros de investigación.  

 

Este fue un resultado del fenómeno big science, acuñado por el científico británico Derek J. De Solla Price, detonado en la década de los sesenta, momento en el que el aparato científico mexicano —que no la ciencia— actual encuentra su consolidación. 

 

A partir de entonces se desarrollaron proyectos trasnacionales como redes de satélites meteorológicos y estudios epidemiológicos a nivel mundial, pero el fenómeno también trajo consigo consecuencias como la imposición de modas científicas por unos pocos polos de poder académico y modelos gerenciales de organización del trabajo científico, que acabaron con muchas vocaciones en su momento. Asimismo se produjo un desdén creciente y generalizado hacia la investigación de las ciencias sociales y humanidades, acompañado de precariedad laboral y el crecimiento de movimientos anticientíficos, señaló el académico.

 

“Sin duda alguna, la mayor riqueza científica que tiene el país son los jóvenes. La atracción que los jóvenes sienten en estos momentos por la ciencia es extraordinaria y fácil de entender. Ahí tenemos un potencial que nos permite crear una interacción entre humanidades y las disciplinas sociales y artísticas”, dijo, y confió en que las nuevas generaciones puedan volver a desdibujar las barreras entre humanidades y ciencias exactas en proyectos integrales.  

 

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