19 de septiembre de 2024

El Papa a los afganos: No fomentar el odio en nombre de Dios

El Papa Francisco recibió esta mañana, 7 de agosto, a una delegación de la Asociación Comunidad Afgana en Italia.

El Papa

Salvatore Cernuzio – Ciudad del Vaticano.- En primer lugar está el dolor por el «tiempo trágico» que ha vivido Afganistán en las últimas décadas, entre guerras y conflictos sangrientos, inestabilidad, operaciones bélicas, destrucción, muerte, divisiones internas, discriminación, migraciones. De ahí la «compasión» y el deseo de «cooperación en el respeto mutuo» para dar lugar a «una civilización más justa y humana», en la que se reconozcan los «derechos de todos», sin prevaricaciones ni discriminaciones, y en la que nunca jamás se utilice el nombre de Dios para «aterrorizar a la gente» o fomentar el odio y la violencia. Con estos sentimientos y esperanzas, el Papa Francisco recibió esta mañana, 7 de agosto, antes de la audiencia general en el Aula Pablo VI, a una delegación de la Associazione Comunità Afgana in Italia (Asociación Comunidad Afgana en Italia), organización que reúne a hombres y mujeres procedentes del atormentado país y residentes en suelo italiano, para establecer redes y promover la integración.

 

El camino del exilio

Ya en el pasado, el Papa había recibido en el Vaticano a familias de refugiados procedentes de Afganistán; él mismo lo recordó al comienzo de su discurso, yendo a las raíces del «exilio» masivo de miles de afganos, para recordar después la «historia complicada y dramática, caracterizada por una sucesión de guerras y conflictos sangrientos» que han marcado Afganistán en las últimas décadas y que «han hecho muy difícil para la población llevar una existencia pacífica, libre y segura».

La inestabilidad, las operaciones bélicas, con su carga de destrucción y muerte, las divisiones internas y los impedimentos para que se reconozcan ciertos derechos fundamentales, han empujado a muchos a tomar el camino del exilio.

 

Discriminación y exclusión

Ahondando en los aspectos internos de la sociedad afgana y recordando también la del vecino Pakistán, Francisco subrayó cómo el tejido social de ambos países está formado por «muchos pueblos, cada uno orgulloso de su cultura, de sus tradiciones, de su modo de vida específico». «Ésta marcada diferenciación, en lugar de ser una oportunidad para promover un mínimo común denominador que proteja las especificidades y los derechos de cada uno, es a veces motivo de discriminación y exclusión, cuando no de verdadera persecución», observó el Papa.

 

La ley de la fuerza en lugar de la fuerza de la ley

Todo ello encuentra aún mayor relevancia en la zona fronteriza con Pakistán, donde «el entrelazamiento de grupos étnicos» y «la extrema ‘porosidad’ de las fronteras» determinan una situación nada fácil de descifrar y en la que, señaló el Papa Francisco, «es muy difícil hacer efectiva una ley que sea concretamente comprendida y aplicada por todos».

 

En tales contextos, pueden desencadenarse procesos en los que la parte que es o se siente más fuerte tiende a ir más allá de los propios dictados de la ley o a prevaricar sobre las minorías, escudándose en el supuesto derecho de la fuerza en lugar de apoyarse en la fuerza de la ley.

 

Instrumentalización de la religión

Si el factor religioso, por su propia naturaleza, debería contribuir a «suavizar la dureza de los contrastes» y crear «el espacio para que a todos se les reconozcan plenos derechos de ciudadanía en pie de igualdad y sin discriminación», en realidad, sin embargo, la propia religión «sufre manipulación e instrumentalización» y acaba «sirviendo a designios que no son compatibles con ella». «En estos casos, la religión se convierte en un factor de confrontación y de odio, que puede desembocar en actos violentos», denunció el Papa. Y añadió: «Lo han visto, algunas veces. Recuerdo, ese momento durísimo, haber visto imágenes en las noticias: con cuánta dureza, con cuánto dolor…».

 

Promover la armonía

Urge que «madure en todos la convicción de que no se puede, en nombre de Dios, fomentar el desprecio del otro, el odio y la violencia». En este sentido, Francisco animó a continuar con la «noble intención» de promover la concordia religiosa y trabajar «para que se superen las incomprensiones entre las distintas religiones, a fin de construir un camino de diálogo confiado y de paz».

 

Es un camino nada fácil, que a veces sufre reveses, pero es el único posible, que hay que recorrer con tenacidad y constancia, si de verdad se quiere hacer el bien a la comunidad y fomentar la paz.

 

El recuerdo del viaje a Centroáfrica

Todavía despegándose del texto escrito, el Papa recordó su viaje de 2015 a la República Centroafricana y su visita a la comunidad islámica, con una oración también en la mezquita. «Allí había un encuentro con los líderes, y la mezquita estaba un poco más adelante. Y les dije: ‘¿Pero puedo ir a rezar?’ No se lo esperaban. ‘Sí’: me quité los zapatos y fui a rezar allí. Y luego el jefe de la comunidad se subió a mi papamóvil y fuimos a visitar a todas las comunidades, tanto islámicas como protestantes y católicas. Y esto une, esto une mucho».

 

El llamamiento del Documento de Abu Dhabi

Y todavía apoyándose en su pontificado y en lo que ha sido una de sus piedras angulares, es decir, la firma con el Gran Iman de Al-Azhar del Documento sobre la Fraternidad Humana para la Paz Mundial y la Convivencia Común, en Abu Dabi en 2019, el Papa Francisco volvió a lanzar el llamamiento contra cualquier instrumentalización o interpretación desviada y desviante de las religiones.

 

Las religiones nunca incitan a la guerra y no solicitan sentimientos de odio, hostilidad, extremismo, ni invitan a la violencia o al derramamiento de sangre. Estos desastres son el resultado de la desviación de las enseñanzas religiosas, de la utilización política de las religiones y también de las interpretaciones de grupos de hombres de religión que han abusado de la influencia del sentimiento religioso en los corazones de los hombres para llevarles a hacer lo que no tiene nada que ver con la verdad de la religión.

 

Es necesario «dejar de instrumentalizar las religiones para incitar al odio, a la violencia, al extremismo y al fanatismo ciego, y dejar de utilizar el nombre de Dios para justificar actos de asesinato, exilio, terrorismo y opresión», señaló el Papa. Dios, dijo, repitiendo uno de los pasajes clave del Documento de Abu Dhabi, «no quiere que se utilice su nombre para aterrorizar a la gente».

 

Adoptar la cultura del diálogo como camino

Lo mismo vale para las diferencias étnico-lingüístico-culturales, afirmó el Pontífice: debemos «adoptar la cultura del diálogo como camino; la colaboración común como conducta; el conocimiento mutuo como método y criterio». El deseo del Papa es que estos criterios se conviertan en «patrimonio común, de tal modo que influyan en la mentalidad y en los comportamientos, para que los principios no sólo sean apreciados y compartidos en abstracto, sino aplicados concreta y puntualmente».

 

Si esto sucede, también se acabará la discriminación de la que se lamenta su Asociación contra la etnia pastún en Pakistán, y podrá comenzar una nueva era, en la que la fuerza de la ley, la compasión -esta palabra es clave: compasión- y la cooperación en el respeto mutuo darán lugar a una civilización más justa y humana.

 

El ejemplo son algunos países de África, donde «en Navidad los musulmanes van a saludar a los cristianos y les llevan corderos y estas cosas, y para la Fiesta del Sacrificio los cristianos van a ver a los musulmanes y les llevan cosas para la fiesta». «Esta es la verdadera fraternidad, y esto es hermoso. Luchen por ella», animó Jorge Mario Bergoglio.

 

Igualdad plena, sin discriminaciones

De ahí la oración a Dios para que ayude «a los gobernantes y a los pueblos a construir una sociedad en la que todos sean reconocidos como ciudadanos de pleno derecho, con los mismos derechos; en la que todos puedan vivir según sus propias costumbres y cultura, en un marco que tenga en cuenta los derechos de todos, sin prevaricaciones ni discriminaciones».

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