21 de diciembre de 2024

Conferencia de prensa a cargo de Alison Davidian, Representante de ONU Mujeres en Afganistán

La Representante de ONU Mujeres en Afganistán, habló sobre la situación de mujeres y niñas, después de la toma de poder de los talibanes.

Afganistán

Martes 13 de agosto del 2024.- Acabo de regresar del norte de Afganistán. Pregunté a las mujeres que conocí qué quieren que el mundo sepa sobre sus vidas.

Una mujer, Nasima, me dijo esto: “Me casé a los 16 años. No pude terminar la escuela. Tenía la esperanza de que la vida de mi hija fuera mejor. Ahora me preocupa que su vida sea peor. A quienes todavía escuchan nuestras voces, por favor ayúdennos a luchar por nuestra libertad”.

Esta semana se cumplen tres años desde que los talibanes tomaron el poder en Afganistán.

Tres años de innumerables decretos, directivas y declaraciones dirigidas a mujeres y niñas, despojándolas de sus derechos fundamentales. Eviscerando su autonomía.

Nuestra última publicación, lanzada hoy, muestra tendencias basadas en rondas de consultas que hemos realizado con miles de mujeres afganas, desde las capitales provinciales hasta las áreas más rurales desde agosto de 2021.

Una de las primeras tendencias, y la más llamativa, es el borrado de las mujeres afganas de la vida pública.

Hasta la fecha, ninguna mujer en Afganistán ocupa una posición de liderazgo en ningún lugar que tenga influencia política, a nivel nacional o provincial. Cuando las mujeres afganas participan en las estructuras de los talibanes, su papel consiste principalmente en supervisar el cumplimiento de sus decretos discriminatorios por parte de otras mujeres.

Esta eliminación política se refleja en el plano social. Nuestros datos muestran que cuando se eliminan los derechos básicos, esto afecta a todos los ámbitos de la vida. De las mujeres que encuestamos, el 98 por ciento sentía que tenía una influencia limitada o nula en la toma de decisiones en sus comunidades.

Esto también se refleja en el hogar. Nuestros datos muestran que el porcentaje de mujeres que sienten que pueden influir en la toma de decisiones a nivel del hogar ha disminuido casi un 60 por ciento durante el último año. Para dar un poco de contexto, hace tres años una mujer afgana técnicamente podía decidir presentarse a la presidencia. Ahora, puede que ni siquiera sea capaz de decidir cuándo ir a comprar alimentos.

No era perfecto hace tres años. Pero no lo era ahora.

Vinculado a la pérdida de derechos, nuestros datos apuntan a una crisis de salud mental en aumento. El 68 por ciento de las mujeres que consultamos informan de una salud mental «mala» o «muy mala». Y el 8% indicó que conocía al menos a una mujer o niña que había intentado suicidarse.

Lo que también está claro tres años después es que las restricciones impuestas por los talibanes a los derechos de las mujeres y las niñas afectarán a las generaciones futuras.

Nuestro análisis muestra que, para 2026, el impacto de dejar a 1,1 millones de niñas sin escolarizar y a más de 100.000 mujeres sin cursar estudios universitarios está correlacionado con un aumento de la tasa de maternidad precoz del 45% y un aumento del riesgo de mortalidad materna de al menos el 50%.

Ante esta crisis cada vez más profunda de los derechos de las mujeres, a menudo me preguntan: ¿qué podemos hacer para apoyar a las mujeres y las niñas afganas?

Mi respuesta siempre es la misma: debemos seguir invirtiendo en las mujeres. Nada socava más la visión de los talibanes para la sociedad que empoderar a la misma parte de la población a la que pretenden oprimir.

En la práctica, según el trabajo de ONU Mujeres durante los últimos tres años, invertir en las mujeres se traduce en tres estrategias principales:

  1. Asignar fondos flexibles y a largo plazo a las organizaciones de mujeres de base. Esta es una de las formas más eficaces de llegar a las mujeres y las niñas, responder a sus necesidades e invertir en uno de los pocos sectores en los que las mujeres aún pueden influir en la toma de decisiones. Es difícil, pero es posible.
  2. Diseñar programas dedicados a contrarrestar la marginación de las mujeres y las niñas, invirtiendo directamente en su resiliencia, empoderamiento y liderazgo. Las iniciativas, en particular las destinadas a la educación, los medios de vida y el emprendimiento, son formas cruciales de abordar de manera significativa los factores estructurales de la desigualdad de género.
  3. Por último, es esencial facilitar espacios donde las mujeres afganas puedan expresar sus preocupaciones y prioridades directamente. Nuestros datos muestran que las mujeres afganas quieren representarse a sí mismas, pero una sola reunión y una sola opción de participación no bastan. En cualquier interacción, debemos preguntarnos: ¿cómo podemos consultar e incluir a las mujeres afganas? ¿Qué podemos hacer de manera diferente para romper el patrón de exclusión de las mujeres?

Hace tres años, el mundo entero observaba una toma de poder que transmitía en vivo un horror tras otro.

Tres años después, aunque la atención mundial puede haberse centrado en otras partes, los horrores no han cesado para las mujeres y niñas afganas, como tampoco lo ha hecho su convicción de oponerse a la opresión.

En lo que respecta a la lucha por los derechos de las mujeres, nos encontramos en un punto de inflexión en Afganistán, pero también a nivel mundial. El mundo está observando lo que les sucede a las mujeres y niñas en Afganistán. En algunos lugares, observa para condenar; en otros, observa para emular la opresión estructural de los talibanes.

No podemos dejar que las mujeres afganas luchen solas. Si lo hacemos, no tendremos fundamento moral para luchar por los derechos de las mujeres en ningún lugar.

Su destino determina el destino de las mujeres en todas partes.

Lo que hagamos -o dejemos de hacer- por Nasima, su hija y todas las mujeres y niñas afganas es la prueba definitiva de quiénes somos como comunidad global y qué defendemos.

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