16 de noviembre de 2024

Historias de histeria en la posmodernidad (Parte 7)

Estanislao estaba listo para celebrar la Navidad como un hombre nuevo, renovado y equilibrado, pero un sacacorchos arruinó su cena… y el milagro de su salud mental

Estanislao y la Navidad

Foto: Telemundo

“Nuestros actos fallidos son actos que triunfan, nuestras palabras que tropiezan son palabras que confiesan. En el interior de lo que llamamos asociaciones libres, las imágenes del sueño, las fantasías, los síntomas, manifiestan una palabra que trae verdad: Histeria”

Jacques Lacán.

Estanislao y la Navidad

Estanislao “Tano” Sandoval, hombre conocido por colérico, de 55 años de edad, se encontraban inyectando un guajolote y preparando el relleno, porque él y su familia serían los anfitriones de la fiesta de Navidad. Cada quien llegaría con algo que se le había asignado previamente: bebidas, ensaladas, guarniciones, postres. Tano pondría el pavo.

Los hijos no se iban a aparecer hasta la noche porque todo mundo sabía que cuando Tano preparaba algo de comer era insoportable, parecía que era el mismo Enrique Olvera encargándose de la cocina de Pujol y que todos los demás eran sus ayudantes. Solicitaba a gritos lo que tenía al alcance de la mano y además siempre lo hacía echándose sus caguamas, por lo que entre mas borracho, mas gritón. Así que su esposa ya mas bien en franca resignación se aventaba esta tarea con él; había desarrollado una habilidad de ignorarlo en verdad impresionante.

Su parte de la cena estaba en el horno y quedaría de acuerdo a la agenda a la hora de cenar, era el momento de “arreglarse”.

Ese día había asistido debido a un incidente vial a una sesión con un psicoanalista, la sesión duró 55 y aunque se le pidió volver, Tano se sintió “curado” por esa sola sesión. Estanislao había decidido que un hombre como él con una salud mental renovada, restaurada, con incluso, ¿por qué no?, con cierto nivel de iluminación, debería vestir elegante.

Quizá había hallado una nueva vocación que completaría su tan “ecléctica” personalidad, hoy sería el día para ponerla a prueba, “pontificaría” con su familia sobre el curso correcto que debe guardar una mente humana.

Se enfundó en un traje gris rata, camisa azul celeste y corbata color vino de seda, pañuelo de seda azul en el bolsillo del saco, zapatos Oxford negros y un abrigo de lana de color negro que usaría toda la noche en el interior de la casa, caliente por la temperatura que despedía el horno, pecata minuta si se quiere ser elegante, pensó Estanislao. Sacó el Fahrenheit de Christian Dior que reservaba para ocasiones especiales y se dio tres rociadas.

Los hijos llegaron y se encerraron en la habitación que ocupaban cuando vivían en esa casa, no querían que algo enturbiara la convivencia, y en eso, su padre era un maestro, así que lo mejor era el bajo perfil.

Después de los hijos, el primero en llegar fue su hermano, no vivía lejos de ahí y decidió llegar en bicicleta debido a lo conflictivo que es encontrar un lugar para estacionarse en muchas colonias en estas fechas. De acuerdo a la lista de la cooperación para la fiesta, él tenía que llevar cinco botellas de vino, así que llegó, dejó la bicicleta en el patio y en el comedor empezó a sacar de una mochila los vinos para entregárselos al anfitrión.

Estanislao lo saludó y su hermano le comentó que no había escatimado y que había un par de botellas de muy decente calidad. Estanislao sugirió abrir una para brindar y empezar con “la cata”.

Tano comenzó a abrir cajones de los diferentes módulos de la cocina integral que había en su casa, abrió una puerta, abrió otra, los movimientos comenzaron a ser mas toscos, claramente se estaba enojando. Azotaba las puertas y los cajones, con un movimiento brusco sacó un cajón de su sitio y lo volteó en una mesa perfectamente arreglada para la cena.

Lo que sea que buscaba, no estaba en ese sitió. Estanislao estába encabronadísimo.

Le gritó a su esposa reclamándole el sacacorchos; su esposa le dijo que ella ni toma vino y que no tenía idea, se fue de la habitación. Él la persiguió gritando en tono dramático que si le parecía justo que no tuviera su sacacorchos, que si pensaba que él no tenía derecho a tener uno, ¡que se lo dijera mejor de una vez!

Ella -para quitárselo de encima porque se estaba terminando de arreglar- le dijo que acababa de recordar que fue él quien se lo prestó a uno de sus amigos, que mejor le reclame a él. Atravesó la pequeña sala, el hermano le dijo que podían sumirle el corcho, de cualquier manera se van a terminar la botella. Él lo ignoró y salió hecho la madre rumbo a la casa del vecino de enfrente.

Nuestro hombre renovado, ahora adalid de la salud mental y la estabilidad emocional, comenzó a gritar a mitad de la calle con una fuerza que se oía en toda la manzana; dentro de la casa había una especie de de placer malsano por observar el ridículo que está haciendo, una vez más.

Volvió enfurecido hacia el interior de su casa y se sentó en la mesa tocándose la frente; comenzó un soliloquio en el que se quejó de cómo alguien como él no tenía ni el mas mínimo derecho humano, como lo es el derecho humano a poseer un sacacorchos, un par de lágrimas escurrieron por sus cachetes.

Para ese momento el hermano había sacado de su mochila un desarmador -los ciclistas suelen traer alguna que otra herramienta en caso de contingencia-, lo desinfectó con alcohol y le sumió el corcho al malbec de Casa Madero.

Le sirvió una copa a Estanislao y como si todo lo anterior hubiera sido un performance de un actor del método, en un instante desapareció la frustración de Estanislao y brindaron. Día y noche en un santiamén.

Ese era el momento que Estanislao había estado esperando, comenzar a elaborar una conversación en torno a su estabilidad emocional, así que procedió. Le platicó al hermano (que en su fuero interno tampoco daba crédito de lo que escuchaba) su visita al psicoanalista. Le recomendó incluso que él lo visitara, que todo el mundo debería darse la oportunidad de sanar, así como él.

La siguiente en llegar fue la hermana, a ella le había tocado el pan, pero no lo llevó; Estanislao enfurece de súbito una vez más y arremetió contra ella, pero la mujer también había desarrollado la habilidad de ignorarlo, así que se sirvió una copa de vino y se sentó en la sala.

En historia de la comedia una gran veta que se ha venido explotando es la de la locura, y dentro de esa veta hay un chiste que se usa desde tiempos inmemoriales, éste consiste en que cuando el loco está ejerciendo su locura, alguien cercano le canta una canción y éste se calma de inmediato. El hermano de Estanislao no le cantó, pero le dijo que fueran al súper a comprar pan y ya se acababa el problema. Tenían un súper a quinientos metros.

Entraron al supermercado, atravesaron el largo pasillo de las cajas registradoras y llegaron a la panadería; tomaron seis baguettes, las llevaron al mostrador y se las empacaron en una bolsa de papel. Les dieron el ticket, sólo faltaba pagar y salir de ahí.

En eso, por los altavoces, una melodiosa voz anunció que acababa de salir pan recién horneado. Estanislao dejó la bolsa que traía en la mano en, cualquier lugar, sobre algo, y se encaminó rumbo a la panadería nuevamente.

Un señor de la tercera edad que se encontraba haciendo compras con su esposa llamó a Estanislao y lo reprendió por dejar el pan así nada más, botado. Craso error.

Una de las cosas mas complejas de la naturaleza humana es que no sabemos a simple vista lo desequilibrada que puede llegar a estar una persona, digo, estamos hablando de un señor con un traje elegante, abrigo y toda la cosa, ¿quien iba a imaginar que se iba a regresar, fuera de control, ahora a insultar a un desconocido?

-¿Usted trabaja aquí?, porque si no, entonces es algo que no le importa y lo que debería de hacer es tomar una baguette y metérsela por el c… a su esposa, viejo imbécil.

Desde un segundo plano, el hermano le hacía a aquel hombre de una manera muy gráfica las señas de que no le contestara porque se trataba de un hombre loco, se llevó el dedo índice a la sien, y lo giró, creo que es la señal universal para indicar que a alguien “no le sube el agua al tinaco”.

El señor se retiró visiblemente desconcertado, parecía una persona decente.

El hermano fue por el pan caliente y salieron de ahí lo más rápido que pudieron. Ya en el carro, Estanislao fanfarroneó sobre cómo él había asustado a un anciano. El hermano guardó silencio, preocupado.

Ya de regreso en la casa Estanislao estaba de mejor humor, ni siquiera platicó su “proeza”, parecía que tampoco la registró como un “incidente” que no debió ocurrir. Sirvió mas vino y volvió al tema de cómo el haber platicado con el psicoanalista operó una especie de milagro en su mente. Volvió a recomendar la experiencia.

Tocaron a la puerta y era otra parte de la familia, una sobrina de Estanislao, esposo y su pequeña bebé. Saludos, abrazos, “cariñitos” a la bebé. De la pañalera de la niña, la sobrina sacó un par de botellas de vino y le preguntó a Estanislao si tenía un sacacorchos.

Todos los presentes agacharon la mirada.

Estanislao volvió a perder el control, sólo que esta vez se saltó parte de la ira, se sentó en una de las sillas de la mesa y comenzó a llorar.

Repetía con gran pesadumbre una y otra vez la frase “mi sacacorchos, no tengo derecho a un sacacorchos”.

Lloró cerca de dos horas tan fuerte como cuando gritaba. El resto dela familia salió al patio y ahí departieron con alegría, de cuando en cuando alguien que iba al baño pasaba por la mesa y se cercioraba si Estanislao seguía lamentado su pérdida.

Hay un vídeo en internet de un hombre ebrio que desafía a su familia y arrastra el árbol de navidad, lo saca al patio y le prende fuego, lo mas significativo es que no provoca sobresalto alguno en la familia, esto nos dice mucho sobre lo que pueden esperar de ese hombre.

Qué lástima que no hay un vídeo de Estanislao llorando desconsolado por su sacacorchos.

*Los nombres y algunas circunstancias fueron modificadas para proteger la identidad y privacidad de los involucrados.

*Las ideas contenidas en este texto son responsabilidad de su autor y no reflejan la postura de News Report MX

Gabriel Zamora Paz (@DrGabbo) es Psicólogo por la UABC, Maestro en epistemología y doctor en Psicoanálisis Lacaniano.

Cuenta con 20 años dedicado a la actividad clínica como psicoterapeuta primero, cómo psicoanalista desde hace 6 años y trabajó 6 años como académico en la UPN.

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