17 de noviembre de 2024

Estos son los 40 países socios de la OTAN que no son miembros de la OTAN

La Alianza ha desarrollado una arquitectura asociativa en la que están presentes países tan dispares como Marruecos, Colombia, Australia, Japón y Suiza

Un total de 40 naciones de los cinco continentes conforman el ecosistema multilateral que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ha sabido tejer a su alrededor e incluso más allá a lo largo de los últimos 25 años.

 

A diferencia de los 30 estados ‒28 europeos, Estados Unidos y Canadá‒ que han suscrito y ratificado el Tratado de Washington de abril de 1949 y, por tanto, son miembros de pleno derecho de la Alianza Atlántica, una cuarentena de países están asociados a la más poderosa alianza defensiva del mundo. Pero no han firmado tal Pacto, ni mantienen ningún lazo formal con las disposiciones de su articulado.

 

Al no estar adheridas al Tratado del Atlántico Norte, las naciones asociadas no están sujetas al contenido de sus cláusulas y tampoco forman parte de la estructura política ni militar de la Alianza. Es el caso de Ucrania y de casi tres decenas más de países de Europa, norte de África, Oriente Medio, el Mediterráneo, Indo-Pacifico e incluso de América del sur. Pero ser socio de la OTAN tiene sus ventajas, como lo ha podido constatar el gobierno de Kiev.

 

 

El ecosistema OTAN en su sentido más amplio engloba a 70 países, los 30 estados miembros y otros 40 asociados, que están repartidos por Europa, Asía, África, América y Oceanía. Cada nación ha establecido acuerdos de cooperación bilaterales con la Alianza, lo que a cada gobierno le permite graduar “de manera flexible el ritmo, alcance, intensidad y enfoque de su relación individual con la OTAN”, subraya la organización defensiva.

 

La realidad actual reduce el número de asociados de 40 a 37 países. Tres tienen suspendida su militancia como socios y cualquier tipo de actividad con la Alianza. Son Afganistán, Bielorrusia y Rusia. El gobierno talibán de Kabul como consecuencia de la toma violenta del poder en el verano de 2021. Los de Rusia y Bielorrusia por la invasión de Ucrania y la apropiación de territorios ordenada por el presidente Vladimir Putin y el apoyo incondicional que le presta el gobierno de Minsk que encabeza Alexander Lukashenko.

 

 

Australia, Corea, Japón y Nueva Zelanda son socios clave

España se convirtió a finales de mayo de 1982, hace exactamente 40 años, en el decimosexto país en acceder a la Alianza. Reinaba la Guerra Fría. El desarrollo asociativo extra muros de la OTAN no existía y tan solo los funcionarios veteranos recordaban que en fecha tan lejana como 1967, el ministro de Asuntos Exteriores de Bélgica, Pierre Harmel, había esbozado en un informe prospectivo la posibilidad de cooperar con naciones no pertenecientes a la Alianza.

 

Pero ocurrió lo inesperado. La caída del muro de Berlín en noviembre de 1989 y la disolución del Pacto de Varsovia en julio de 1991 provocó que un total de 14 estados del bloque militar soviético entraran uno tras otro por la puerta grande de la OTAN entre 1999 y 2020. De forma casi paralela, numerosos países de diferentes regiones del mundo aceptaban la invitación de los aliados de configurar algún tipo cooperación. Destacan los socios llamados “globales”. Dos de ellos son Japón y la República de Corea, ambos considerados fiables e incondicionales aliados de Estados Unidos.

 

Bajo los mismos calificativos se engloba a Australia y Nueva Zelanda, los más importantes y desarrollados países de Oceanía, naciones multiétnicas en cuyo ámbito político prima la cultura anglosajona. A tenor de la proyección militar exterior de China y desde diciembre de 2020, los gobiernos de Tokio, Seúl, Canberra y Wellington están invitados a asistir a las reuniones de ministros de Exteriores de los 30, lo que denota la importancia que les concede la Alianza. Los cuatro países ya participaron de forma activa en la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF) liderada por la OTAN en Afganistán.

 

Existen otros cinco socios globales. Son Irak, Mongolia, Pakistán, Afganistán ‒paralizada la cooperación‒ y Colombia, el único país iberoamericano relacionado con la Alianza. La vinculación del futuro gobierno de Bogotá con la OTAN se reforzará o quedará minusvalorada en función de qué en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del 19 de junio resulte ganadora la Liga de Gobernantes Anticorrupción que encabeza Gustavo Petro o el Pacto Histórico, que lidera Rodolfo Hernández.

 

El flanco Sur de la OTAN también ha sido tenido en cuenta gracias al entendimiento entre los gobiernos de Roma y Madrid, cuya insistencia propició en los años 90 el nacimiento del llamado Dialogo Mediterráneo, al que a regañadientes dio luz verde la Alianza. Su razón de ser es contribuir a la estabilidad de la región y reforzar la seguridad fuera del territorio OTAN, para lo que resulta incuestionable la participación de los actores africanos cuyas costas baña el Mare Nostrum.

 

Lo lazos ya tendidos con el flanco Sur

Argelia, Egipto, Marruecos y Túnez fueron invitados en febrero de 1995 a participar en el citado foro, al igual que un par de naciones de Oriente Próximo, Israel y Jordania. También está incluida la Republica Islámica de Mauritania, único país del Sahel convidado a formar parte del proyecto. Libia, con el coronel Muamar el Gadafi en el poder, fue descartada por su apoyo a grupos terroristas internacionales.

 

Los gobiernos de El Cairo, Jerusalén, Nuakchot, Rabat y Túnez respondieron de manera afirmativa e inmediata a la llamada de la OTAN. El Reino hachemita retrasó su visto bueno hasta finales de año y el presidente Abdelaziz Bouteflica no se adhirió al proyecto hasta el 2000. Jordania y Marruecos son los más afines a la colaboración. Sus unidades militares han intervenido entre diciembre de 1995 y diciembre de 2004 en las misiones de mantenimiento de la paz IFOR y SFOR junto a las fuerzas multinacionales de la OTAN desplegadas en Bosnia-Herzegovina y participan en maniobras conjuntas.

 

La Alianza financia en gran parte de la mayoría de las actividades de los asociados al Dialogo Mediterráneo con economías más débiles, a la vez que cada nación adapta su relación con la OTAN de acuerdo con sus intereses. En términos generales, se busca mejorar el diálogo político ya existente, propiciar la reforma de las instituciones de Defensa, contribuir a la lucha contra el terrorismo y, muy en especial, lograr la interoperabilidad de las fuerzas militares.

 

Existen otros dos foros de marcada importancia. Para establecer lazos de mutua confianza con los países del Golfo, contribuir a la estabilidad de la región y anticiparse a las amenazas emergentes, en 2004 se puso sobre la mesa la conocida como Iniciativa de Cooperación de Estambul, cuyo origen está en la cumbre de la OTAN celebrada ese año en la capital de Turquía. Se apuntaron inmediatamente Bahréin, Kuwait y Qatar y la Unión de Emiratos Árabes lo hizo poco después.

 

 

Conviene recordar que el primer paso del ecosistema multilateral asociativo de la Alianza fue la Asociación para la Paz o PfP ‒del inglés Partnership for Peace‒, aprobada en el Consejo Atlántico de octubre de 1993 en Bruselas y activado en enero del año siguiente. Su razón de ser era establecer vínculos de cooperación con países del extinto Pacto de Varsovia. Muchos de los países del Este que accedieron a la invitación ya son miembros de pleno derecho de la Alianza.

 

Otro foro es el Consejo de la Asociación Euro Atlántica, que data de mayo de 1997 y reúne a un elenco de naciones europeas democráticas (Austria, Finlandia, Irlanda, Malta, Suecia y Suiza) y de la ex Yugoslavia (Bosnia-Herzegovina y Serbia). También participan ex repúblicas soviéticas de Europa Oriental (Georgia, Moldavia y Ucrania) y del Cáucaso Asia Central (Armenia, Azerbaiyán, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán). Bielorrusia y Rusia también están excluidas del foro.

 

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