23 de abril de 2024

Azovstal, último bastión de la resistencia ucraniana en Mariúpol

Vladimir Putin no pretende conquistar la acería, sino aislarla para que los alojados allí se rindan o acaben sucumbiendo ante el hambre por la falta de suministros y víveres

Mariúpol es uno de los objetivos principales que busca controlar el Ejército de Rusia después de casi dos meses desde que diese comienzo la invasión rusa en territorio ucraniano. Vladimir Putin buscaría controlar el área del mar de Azov para lograr el paso necesario de cara a poder aglutinar más tropas en la región oriental del Donbás, donde se han intensificado los ataques en las últimas fechas.

 

El gran símbolo de la resistencia ucraniana ahora es Azovstal, el último punto de Mariúpol que no está bajo control ruso. La acería de la zona de Mariúpol sigue siendo el gran estandarte de la resistencia ucraniana ante el ataque ruso. Unas 2.000 personas resisten en este laberinto de talleres y pasadizos que el Ejército ruso no podría descifrar o atacar internamente al tratarse de una más que segura trampa si se produce la incursión.

 

Según varios expertos y analistas, el objetivo de las tropas dirigidas desde Moscú no sería tomar la acería, sino que se buscaría aislar totalmente la infraestructura para provocar la rendición o la caída de este último reducto debido al hambre que puede llegar a imperar en el sitio ante el corte de suministros y víveres por la difícil situación que se vive. El Kremlin calcula que en tres o cuatro días podría caer este bastión ante la falta de alimentos, agua o munición que se prevé por el aislamiento al que se somete a los refugiados allí.

 

 

Además, según diversas informaciones, hay ancianos civiles que necesitarían medicamentos y, por otro lado, 500 combatientes con heridas graves que necesitan intervenciones quirúrgicas.

 

Uno de los últimos resistentes de Mariúpol, señaló que Azovstal está en gran parte destruida por la ofensiva rusa y cientos de civiles estarían atrapados bajo los escombros de edificios derribados, como recogió el medio BBC.

 

El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, afirmó que «alrededor de mil civiles, mujeres y niños» y «cientos de heridos» se esconden en el complejo de Azovstal.

 

A pesar de la complicadísima situación, los efectivos que defienden el sitio siguen repeliendo los duros ataques rusos. Svyatoslav Palamar, capitán del Batallón Azov, dio muestra de la intención de seguir resistiendo por parte ucraniana. «Siempre digo que mientras estemos aquí, Mariúpol permanecerá bajo el control de Ucrania», dijo.

 

Como informó el medio BBC, Palamar detalló la dureza de los ataques rusos sobre la planta siderúrgica desde buques de guerra y mediante bombardeos con artefactos “destructores de búnkeres”.

 

“Todos los edificios en el territorio de Azovstal están prácticamente destruidos. Lanzan bombas pesadas, bombas revienta-búnkeres que causan una gran destrucción. Tenemos heridos y muertos dentro de los búnkeres. Algunos civiles quedan atrapados bajo los edificios derrumbados”, dijo el capitán Palamar a la BBC.

 

 

El Batallón Azov es una milicia neonazi para unos y un conjunto de héroes ucranianos para otros. Esta formación paramilitar sigue atrincherada en la asediada Mariúpol y está en el encuentro entre la propaganda entre Kiev y Moscú; Rusia ya anunció que busca “desnazificar” a Ucrania con la intervención militar en Ucrania y este argumento es utilizado por la propaganda rusa.

 

El regimiento Azov fue originalmente un grupo neonazi de extrema derecha que luego se incorporó a la Guardia Nacional de Ucrania, como apuntaron diversos medios. Sus combatientes junto con una brigada de marines, guardias fronterizos y policías son los últimos defensores ucranianos que quedan en la ciudad portuaria de Mariúpol.

 

Cuando se le preguntó cuántos defensores ucranianos permanecían en Mariúpol, el capitán Palamar respondió que simplemente «los suficientes para repeler los ataques».

 

Según los resistentes ucranianos, los civiles están en lugares separados de los combatientes. Alojados en sótanos o búnkeres con unas 100 personas cada uno. Varios de esos refugios están bloqueados por grandes bloques y únicamente se pueden mover con maquinaria pesada.

 

La situación es dantesca. “Nos mantenemos en contacto con esos civiles que se quedan en lugares a los que podemos llegar. Sabemos que hay niños pequeños allí de hasta tres meses”, dijo Palamar.

 

Desde la resistencia ucraniana se pide que los civiles puedan salir de la acería y que potencias extranjeras o entidades internacionales garanticen la seguridad de los evacuados. “Estas personas ya han pasado por mucho, a través de crímenes de guerra. No confían en los rusos y tienen miedo”, dijo Palamar, quien añadió que temían la tortura y el asesinato a manos de las tropas rusas o la deportación a Rusia.

Mientras, en las últimas horas se han reproducido los bombardeos en el Donbás. Estados Unidos señala que Rusia sigue llevando tropas al enclave oriental y los corredores humanitarios no funcionan, cerrando varios de ellos en Jersón y Mariúpol

 

Por su parte, combatientes chechenos aliados de Vladimir Putin han aparecido celebrando la toma de Mariúpol por lo que se ha agravado la situación de cientos de civiles y militares que resisten en Azovstal ante el asedio ruso.

 

Mariúpol es una zona devastada y se especula con la existencia de fosas comunes con hasta 9.000 muertos, como informó RTVE. Mientras, miles de personas esperan ser evacuadas con falta de asistencia y alimentos.

 

Desde el bando ucraniano no se fían de la rendición a cambio de una salida segura de los civiles, porque simplemente no se fían de las autoridades rusas. Palamar exigió a través de Telegram «garantías» de seguridad del «mundo civilizado» antes de partir, pero no hay mucha confianza.

 

Ucrania ha acusado a las fuerzas rusas de bombardear refugios civiles y de utilizar armas prohibidas o restringidas por el derecho internacional, incluidas bombas de fósforo y municiones en racimo, en ataques también contra Azovstal, como recogió el medio BBC.

 

Mientras, el presidente ruso, Vladimir Putin, elogió el jueves la toma de Mariúpol, una ciudad portuaria estratégica en el sureste de Ucrania, como un «movimiento exitoso», pero ahora prefiere rodear a los últimos combatientes de la resistencia en la ciudad en lugar de atacarlos con un ataque final, el asedio pretende o la rendición o, si no es así, la muerte prácticamente por inanición.

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