100 días de guerra en Ucrania
Después del intento fallido de tomar toda Ucrania en una operación relámpago, el Kremlin se ha reorganizado y está implementando una nueva estrategia más efectiva para hacerse con el este y el sur del país
Putin pisa el acelerador con su campaña bélica.
La caída de Mariupol ha sido el pistoletazo de salida de la segunda fase de la guerra en Ucrania. En esta nueva fase las aspiraciones de Putin se han reducido, pero su capacidad militar se ha concentrado de una forma mucho más inteligente y efectiva que cuando intentó llevar a cabo su “invasión exprés» a finales de febrero.
Los resultados de esta nueva estrategia se plasman en el mapa que muestra los territorios ocupados por Rusia, que al tomar Mariupol ha logrado establecer un corredor entre Crimea-Jersón-el Dombás. Esto le permite abastecerse de tropas y armamento para llevar a cabo su ofensiva en el este del país –y evitar las patéticas imágenes que pudimos ver al comienzo de la guerra, cuando los tanques rusos se quedaban sin combustible en mitad de su recorrido y la logística brillaba por su ausencia– .
Además, ha abandonado la idea de “embolsar” el Dombás al completo, y ahora está conquistando ciudad por ciudad. La última en caer ha sido Severodonetsk, tras dos semanas de terrible asedio, en las que los incesantes bombardeos rusos ni siquiera respetaron a los convoyes de evacuación de civiles.
La tercera pata en la que se apoya Rusia en esta nueva fase de la guerra es su aviación estratégica. Fue la gran ausente durante las primeras semanas del conflicto, en las que Ucrania pedía de forma constante a la comunidad internacional que cerrara el espacio aéreo –sin éxito en su demanda– ante el temor de que los aviones rusos causaran una masacre de civiles en las grandes ciudades.
Durante estas primeras semanas se hizo todo a golpe de artillería. También se produjeron ataques puntuales con misiles de crucero que se lanzaban desde Crimea, como los que impactaron contra la refinería de Odesa, o contra el Centro Internacional de Mantenimiento de la Paz de Leópolis, pero el grueso del fuego que se lanzaba durante las ofensivas era de artillería.
Sin embargo, durante el mes de mayo se multiplicaron los ataques aéreos, especialmente en las dos provincias del Dombás, y las limítrofes Járkiv y Zaporiya. A día de hoy, los aviones tipo SU-35 y los helicópteros MI-24 surcan el espacio aéreo a diario, a pesar de que las fuerzas ucranianas se afanan por derribar tanto estos vehículos como los drones de reconocimiento con los que los rusos marcan objetivos.
En los últimos paquetes de ayuda militar que Estados Unidos y los países de Europa están enviando, junto con los obuses M777 y la munición pertinente, también hay sistemas IRIS-T (cortesía de Alemania). Se trata del sistema de defensa antiaérea más moderno que Ucrania podrá utilizar, y con el que esperan minimizar el impacto de la aviación rusa durante las próximas semanas.
La caída de Severodonetsk hace unos días ha supuesto un revés importante. Esta ciudad se había convertido en otro símbolo de resistencia en el Dombás, y las tropas ucranianas lo han defendido con uñas y dientes durante casi dos semanas de duro asedio. Aguantaron hasta el final, hasta los últimos combates urbanos que se produjeron el 31 de mayo y en los que cayó gran parte de la urbe.
No ha sido la única pérdida reciente. Rubizhne primero, Popasna después. Ahora Limán y Sloviansk son los próximos objetivos. Es la nueva estrategia de Putin de ir ciudad por ciudad, una estrategia que va dando resultados, aunque sea despacio.
Mientras, no cesan los bombardeos en Járkiv, y se han reanudado también en Chernigiv y en la región de Sumy, lo que obliga a las Fuerzas Armadas ucranianas a tener efectivos desplegados en diversos puntos, y no poder concentrar toda su fuerza de ataque para plantar cara en el Dombás.
«Los principales esfuerzos del enemigo se centran ahora en mantener las líneas de ataque y frenar el avance ucraniano, a la vez que aseguran las rutas de suministro, creando las condiciones adecuadas para una mayor ofensiva», aseguraba Alexander Shtupun, portavoz del Estado Mayor, en uno de sus últimos comunicados sobre el avance de las hostilidades.
«Para reducir el potencial ofensivo de nuestras tropas, el enemigo dispara constantemente a las posiciones de las Fuerzas de Defensa con artillería de cañones y cohetes en distintos puntos», añadía.
Al norte del Dombás, en Járkiv, se preparan ahora para una nueva contraofensiva a la vista de los avances del invasor. Es un giro que no esperaban, después de la victoria que lograron a principios de mayo en el norte del Oblast, donde el Ejército ucraniano hizo retroceder a las tropas rusas hasta la frontera con Belgorod, liberando a su paso decenas de pueblos que habían estado ocupados.
El Ministerio de Defensa ucraniano anunció esta victoria a bombo y platillo, y la población de Járkiv –la segunda ciudad más importante del país– comenzó a regresar a sus casas por miles. Los atascos en las carreteras de acceso formaban colas de kilómetros, y los vagones de trenes llegaban atestados de gente a la estación central.
Sin embargo, los bombardeos no se han detenido. Ni en los pueblos del norte ahora liberados –y reducidos prácticamente a escombros– como Dergachi, Slatino o Ruska Lozova, ni tampoco en la capital, donde sigue muriendo gente a causa de los ataques, que ya han dañado el 25 por ciento de las infraestructuras de la región.
Un oficial de la Legión Marsel, que es la que se ocupa –con gran eficacia– de la defensa de Járkiv desde el primer día de la invasión, explicaba para Atalayar los posibles escenarios a los que se enfrentan ahora: “Severodonetsk ha caído, y con ello Lugansk ha sido prácticamente conquistada. Si se hacen con esta provincia por completo, el Ejército ruso tiene dos opciones después: atacar Mikolaiv para llegar hasta Odesa, o ir a por Járkiv”.
“De momento, hay 5.000 soldados rusos en suelo de Járkiv, y otros 30.000 en la retaguardia, apostados en la frontera de Belgorod. Eso es una señal de lo que podría suceder las próximas semanas”, concluía.
Junto con Járkiv, Mikolaiv es otra de las ciudades que han estado bajo los bombardeos desde el primer día de la guerra. Y es también otro símbolo de resistencia, donde están conteniendo el avance por tierra de las tropas rusas en dirección a Odesa.
Durante el primer mes de contienda, no sólo contuvieron a los soldados del Kremlin, sino que los hicieron retroceder. Los combates, que se prolongaron durante días en las inmediaciones del aeropuerto, se decantaron a favor de las tropas ucranianas, que hicieron replegar a su enemigo hasta Jersón.
Desde allí continúan hoy los enfrentamientos, y aunque ocupan menos portadas que el Dombás, se trata de un frente de combate muy activo donde también están peleando pueblo por pueblo.
Aquí no hay casi trincheras, los frentes de combates son móviles y cada día pueden estar en un punto diferente. Pero las ofensivas y contraofensivas son constantes por parte de los dos bandos. Como consecuencia, el 90 por ciento de la población civil del sur de Mikolaiv ha huido de sus casas. Los pueblos han quedado diezmados, y la destrucción de infraestructuras también es muy significativa.
A finales de marzo, cuando aún se hablaba de la vía diplomática como solución a corto plazo para el conflicto, Putin anunció –precisamente en la mesa de conversaciones– que retiraba sus tropas de las inmediaciones de Kiev y pasaba a concentrar su campaña bélica en la región del Dombás.
El Ministerio de Defensa ruso hizo público entonces un mapa en el que se veía el este y el sur de Ucrania, desde Járkiv hasta Transnistria (Moldavia), bajo bandera rusa. Más del 20 por ciento del territorio ucraniano, incluyendo la salida al mar.
Desde entonces, las conversaciones diplomáticas comenzaron a perder fuerza, y los seis paquetes de sanciones interpuestos contra Rusia terminaron de enfriar un ambiente que ya era gélido de por sí. Y con la petición de Finlandia y Suecia de formar parte de la OTAN, se produjo otro paso atrás.
Con el diálogo en punto muerto, y con los dos presidentes, Zelenski y Putin, volcando todos sus esfuerzos en la campaña militar –mucho más concentrada que al principio, pero más intensa también–, todo apunta a que esta guerra se va a alargar en el tiempo, y los meses de verano pueden ser especialmente duros para Ucrania.