El Papa exhortó a las familias a dejarse transformar por el Señor
Entrelazando sus palabras con algunos testimonios, el Papa subrayó que las familias tienen una misión que cumplir en el mundo.
El Festival de las Familias es «una partitura» en la que se alternan música, experiencias de vida, espacios de reflexión y oración. Tras los impactantes acontecimientos, primero la pandemia y ahora la guerra en Europa que se suma a otros conflictos, las palabras del Papa Francisco pueden acompañar por fin la apertura del X Encuentro Mundial de las Familias. El Santo Padre agradeció los testimonios de las familias en el Festival, y les dijo que “han sido “amplificadores”, dando voz a la experiencia de muchas otras familias en el mundo”, que, como ellas, experimentan “las mismas alegrías, inquietudes, sufrimientos y esperanzas”.
El Papa exhortó a las familias a dejarse transformar por el Señor, a «vivir con la mirada puesta en el Cielo» afrontando los trabajos y las alegrías de la vida «mirando siempre hacia arriba desde el techo», como decían a sus hijos los beatos María y Luigi Beltrame Quattrocchi. El Pontífice se dirigió a las familias presentes en el Aula Pablo VI, entre ellas una de la atormentada Ucrania, y a las dispersas en todas las regiones del planeta. Roma es la sede principal, pero es el mundo entero el que está escuchando, compartiendo ansiedades y esperanzas.
Seguidamente, el Pontífice, mencionó la parábola del buen samaritano, que encuentra a un hombre herido en la calle, se acerca a él, se hace cargo y le ayuda a seguir su camino. Y pidió que sea la Iglesia para las familias, como el Buen Samaritano, que se les acerca, les ayuda a seguir su camino y a dar “un paso más”, aunque sea pequeño.
El Papa alentó a todas las familias del mundo, diciéndoles que partan de su situación real, y desde “allí, caminar juntos, juntos como esposos, juntos en vuestra familia, juntos con las demás familias, juntos con la Iglesia”. E indicó estos «pasos adicionales» que deben darse juntos.
«Un paso más» hacia el matrimonio
El amor conyugal no es un camino que se hace solo, sino junto al Señor. Recordando la experiencia de Luigi y Serena y su miedo a casarse, el Papa subrayó que «la vida familiar no es una misión imposible». «Con la gracia del sacramento, Dios hace que sea un viaje maravilloso que se hace junto a Él, nunca solo.
Podemos decir que cuando un hombre y una mujer se enamoran, Dios les ofrece un regalo: el matrimonio. Un don maravilloso, que tiene en sí la fuerza del amor divino: fuerte, duradero, fiel, capaz de recuperarse después de cada fracaso o fragilidad. El matrimonio no es una formalidad que hay que cumplir. Uno no se casa para ser católico «con etiqueta», para obedecer una regla, o porque la Iglesia lo dice; uno se casa porque quiere basar el matrimonio en el amor de Cristo, que es firme como una roca. En el matrimonio, Cristo se entrega a ustedes, para que tengan la fuerza de entregarse el uno al otro.
También afirmó que debemos convertirnos y caminar como Iglesia, para que nuestras diócesis y parroquias sean cada vez más “comunidades que sostienen a todos con los brazos abiertos”. ¡Es indispensable! Y ustedes, les dijo, providencialmente, han encontrado apoyo en otras familias, que son, de hecho, pequeñas iglesias.
“Un paso más” para abrazar la cruz
Todo el mundo puede recorrer el camino de la santidad. Al testimonio de los padres de Chiara Corbella, cuyo testimonio de fe profunda llevó en 2018 a la apertura de la causa de beatificación, Francisco yuxtapone un camino, el de la cruz, que puede abrir ventanas a la eternidad.
Nos han hablado de la cruz, que forma parte de la vida de cada persona y de cada familia. Y han dado testimonio de que la dura cruz de la enfermedad y la muerte de Clara no destruyó a la familia y no quitó la serenidad y la paz de sus corazones. Y se en su aspecto, señaló el Papa, no son personas abatidas, desesperadas y enfadadas con la vida. Al contrario. Se percibe una gran serenidad y fe. Dijeron: «La serenidad de Chiara nos ha abierto una ventana a la eternidad. Ver cómo vivió la prueba de la enfermedad nos ayudó a mirar hacia arriba y a no quedarnos prisioneros del dolor, sino a abrrirnos a algo más grande: los misteriosos designios de Dios, la eternidad, el Cielo.
“Un paso más” hacia el perdón
El perdón cura todas las heridas. Sobre el testimonio de la pareja Paul y Germaine, de la República Democrática del Congo, que relataron la crisis que vivieron en su matrimonio: «la falta de sinceridad, la infidelidad, el mal uso del dinero, los ídolos del poder y la carrera, el resentimiento creciente y el endurecimiento del corazón». El Papa afirmó que «ver la ruptura de una familia es un drama que no puede dejar indiferente a nadie. Pero la historia de ellos «transmite esperanza»:
“Paul dijo que, en el momento más oscuro de la crisis, el Señor respondió al deseo más profundo de su corazón y salvó su matrimonio. Esto es así. El deseo que hay en lo más profundo del corazón de todos es que el amor no se acabe, que la historia construida junto a la persona amada no llegue a su fin, que los frutos que ha generado no se desperdicien. Todo el mundo tiene este deseo. Nadie desea un amor «a corto plazo» o «a plazo fijo». Y por eso se sufre mucho cuando los fallos, la negligencia y los pecados humanos arruinan un matrimonio. Pero incluso en medio de la tormenta, Dios ve lo que hay en el corazón”.
Francisco añadió que todos hemos revivido la experiencia de dolor que se experimenta frente a situaciones similares de familias divididas. Ver a una familia que se rompe es un drama que no puede dejarnos indiferentes, dijo y agregó que consecuencia de ello es que: “la sonrisa de los cónyuges desaparece, los hijos están confundidos, la serenidad de todos se desvanece. Y la mayoría de las veces no se sabe qué hacer”.
“Un paso más” hacia la acogida
Al momento de mencionar el testimonio de Iryna y Sofía, el Pontífice recordó que ellas dieron voz a tantas personas cuyas vidas se han visto afectadas por la guerra en Ucrania. Vemos en ustedes, les dijo, los rostros y las historias de tantos hombres y mujeres que tuvieron que huir de su tierra. Les agradeció, porque ellas no perdieron la confianza en la Providencia, y vieron, señaló el Papa, cómo Dios obra en su favor también por medio de personas concretas que les ha hecho encontrar: familias acogedoras, médicos que les ayudaron y tantos otros hombres de buen corazón:
«La guerra las puso frente al cinismo y a la brutalidad humana, pero también han encontrado personas de gran humanidad. ¡Lo peor y lo mejor del hombre! Es importante para todos no quedarse fijados en lo peor, sino valorar lo mejor, el mucho bien que es capaz de hacer todo ser humano, y volver a partir de allí».
Palabras de agradecimiento también a Pietro y Erika, por haber contado su historia y por la generosidad con la que acogieron a Iryna y Sofía en su ya tan numerosa familia. Ellos afirmaron que han acogido a esta familia ucraniana por gratitud a Dios y con un espíritu de fe, como una llamada del Señor. Para Erika, esta acogida ha sido una “bendición del cielo”. En efecto, dijo el Papa, la acogida es precisamente un “carisma” de las familias, ¡y sobre todo de las numerosas!:
«Se piensa que en una casa donde ya son muchos sea más difícil acoger a otros; en cambio, en la realidad no es así, porque las familias con muchos hijos están entrenadas para hacer espacio a los demás».
Esta es la dinámica de la familia, recordó Francisco, «una sociedad», «se volvería fría e invivible sin familias acogedoras». En la familia se vive una dinámica de acogida, porque sobre todo los esposos se han acogido el uno al otro, como se lo dijeron mutuamente el día del matrimonio: “Yo te recibo a ti”. Y después, añadió el Papa, trayendo hijos al mundo, han acogido la vida de nuevas criaturas. En cambio, Francisco afirmó que en contextos anónimos, se rechaza al más débil, en las familias, en cambio, es natural acogerlo:
«un hijo con discapacidad, una persona anciana que necesita cuidados, un pariente en dificultad que no tiene a nadie. Esto da esperanza. Las familias son lugares de acogida y qué problema sería si faltaran. Una sociedad sin familias acogedoras se volvería fría e invivible.
“Un paso más” hacia la fraternidad
En la familia aprendemos a ser hermanos. El testimonio de Zakia Seddiki, viuda del embajador Luca Attanasio, asesinado en 2021 en el Congo, se refleja en un amor auténtico que permanece siempre vivo. «En Zakia y Luca -dice el Papa- encontramos la belleza del amor humano, la pasión por la vida, el altruismo y también la fidelidad al propio credo y a la tradición religiosa, fuente de inspiración y de fuerza interior.
El ideal de la fraternidad se expresa en su familia. Además de ser esposos, han vivido como hermanos en humanidad, como hermanos en experiencias religiosas diferentes, como hermanos en el compromiso social. Esta también es una escuela que se aprende en la familia. Conviviendo con los que son diferentes a mí, en la familia se aprende a ser hermanos. Se aprende a superar las divisiones, los prejuicios, las cerrazones y a construir juntos algo grande y hermoso, partiendo de lo que tenemos en común. Los ejemplos vividos de fraternidad, como el de Lucas y Zakia, nos dan esperanza y nos hacen mirar con más confianza nuestro mundo desgarrado por las divisiones y las enemistades. ¡Gracias por este ejemplo de fraternidad!
Las palabras del Papa Francisco fueron precedidas por un discurso de saludo del cardenal Kevin Farrell, prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida. La familia, dijo el cardenal, es «la confluencia de retos y problemas que en la vida cotidiana de los novios, los cónyuges y los hijos parecen a veces insuperables». Es precisamente esta realidad «la que la Iglesia quiere cuidar, con valentía, misericordia y preocupación maternal».