18 de abril de 2024

La cultura ha dado mala fama a las emociones o les ha puesto etiquetas; la sociedad, por un lado, pide rendirlas y gobernarlas, pero estudios recientes han descubierto que, para ser felices y verdaderamente funcionales, necesitamos de ellas, conocerlas, desarrollarlas y aplicarlas, son el boleto, en parte, para el éxito personal, en equipos de trabajo, en la familia y en la sociedad.
La Dra. Noemí Pinto Rodríguez, docente de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG), psicóloga, con especialidad en neuropsicología, maestra en neurociencias y doctora en educación, explica más sobre las emociones. “Las emociones son un estado afectivo que experimentamos, una reacción subjetiva al ambiente que viene acompañada de cambios orgánicos, fisiológicos y endócrinos, de origen innato, influidos por la experiencia”, dijo.

Las emociones tienen una función adaptativa del organismo a lo que le rodea, así pues, las emociones vienen del cerebro, el sistema nervioso envía información y decide qué emoción y acción es fundamental para la ocasión, incluso, las emociones más desagradables tienen funciones importantes en la adaptación social y ajuste de la persona.

Seis cosas que no sabías de ellas

 

Aunque lo pareciera, las emociones no vienen del corazón o el pecho. Las emociones vienen de nuestro cerebro, del sistema nervioso, la estructura que las genera es el sistema límbico y el hipotálamo es el encargado de las respuestas físicas que sentimos. En el cerebro se generan, cambian y se adaptan, éstas causan respuestas corporales o lo que conocemos como “se me apachurra el corazón” y “mariposas en el estómago”.

Pensar con la cabeza fría no existe. Uno de los errores más comunes es creer que se puede pensar con “la cabeza fría” o tomar decisiones sin meter a las emociones. Está comprobado que las emociones son las guías o influencia principal al momento de tomar decisiones en nuestra vida. “Pienso, siento y luego existo”. Existen también las decisiones inhumanas, las que sólo son basadas en la razón o lógica, donde las emociones no se involucran.

 

Conocer tus emociones no te hace emocionalmente inteligente. La inteligencia emocional, como se cree, no sólo consiste en conocer o reconocer las emociones. Ésta es una práctica y saber qué requiere de conocer, hacer y responsabilizarse del por qué sentimos y hacemos y aplicar de manera consciente las emociones en beneficio nuestro y de otros.

Existen emociones, no emociones buenas y malas. Se refiere a que no se tratan de buenas o malas (tenerlas o evitarlas), éstas existen y todas las emociones tienen una función, valor adaptativo y valor en la vida de las personas. Es recomendable vivir las emociones y conocerlas, no evitarlas; sí aceptarlas como parte de la naturaleza de la persona, ya que afectan el crecimiento, maduración y comportamiento de los individuos.

 

Las emociones no son únicamente impulsos. Se tiene una idea errónea de que emocionarse (felicidad, tristeza, etc.) es parte de un impulso humano que debería controlarse o evitar que estalle. Este argumento es erróneo, de hecho, lo más recomendable es que se permitan experimentar todas las emociones para que las personas las conozcan y aprendan a regularlas para saber cómo manejarlas y en qué momento de la vida usarlas de manera adecuada, ser empáticos, entendernos y entender a otros.

 

“Otro error común es: madurar no significa ignorar tus emociones. Madurar es conocer, entender, tocar, compartirlas, comunicarlas, reconocerlas en otros, presentarlas y que se vuelvan parte de tu vida. Madurez emocional es saber de las emociones y debo ser responsable de lo que me pertenece”, concluyó.

 

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