30 de abril de 2024
Centro Polanco

12 de abril de 2024.- Karla es mamá de Mariana, una estudiante de la Licenciatura en Psicología del ITESO que por dos años ha colaborado en el Centro Polanco. Karla pide el micrófono y con la voz un poco nerviosa explica: “me preguntaba qué iba a pasar con mi hija cuando saliera de la universidad y se enfrentara a la realidad, la teoría es muy bonita, pero la práctica es muy diferente. Y aparece Centro Polanco, y veo a mi hija comprometida, creo que la vida le cambia; llega con tantas inquietudes, hablándome de una realidad que no conocía; veo su cara brillar, la veo transformada y enamorada, haciendo tantos proyectos”.

Justo en torno a ese vínculo emocional, pero también académico, formativo y transformador fue la atmósfera en la que se desarrolló el foro “50 años de formación e incidencia social”, que se realizó en el ITESO en el marco de la conmemoración de las cinco décadas de trabajo del Centro Polanco, durante el cual se llevó a cabo el panel “Tejiendo teoría y práctica. Reflexiones del encuentro entre comunidad y universidad”, en el que participaron estudiantes, egresados, usuarios del centro, vecinos de la colonia Lomas de Polanco e invitados especiales.

El foro tuvo un acto de apertura en el que también participaron la directora general académica del ITESO, Catalina Morfín; la coordinadora del Centro Polanco, Lourdes Centeno, y la directora del Departamento de Psicología, Educación y Salud (DPES), Eugenia Catalina Casillas. Asimismo, en el panel participaron Jorge Atilano, SJ, de la organización Jesuitas por la Paz; Elba Noemí Gómez, académica del DPES; Diana Vargas Salomón, directora del DIF Guadalajara; Norberto Villaseñor, coordinador del Colectivo Cultural Polanco, y Ana Laura Alcalde, coordinadora de la Red de Centros Comunitarios del Sistema Universitario Jesuita (SUJ).

Morfín recordó que hace 50 años el ITESO era una comunidad de apenas mil 505 alumnos y 240 profesores, sin embargo, ya era latente el entusiasmo por convertir en ideas concretas las recién aprobadas Orientaciones Fundamentales del ITESO (OFI), que apelan a la autotrascendencia para conseguir el bien propio y el de los demás. De ahí que se abocaran a la creación de este espacio de atención psicológica comunitaria en el que además participaran estudiantes universitarios.

“La formación del ITESO tiene la finalidad de ponerse al servicio de la comunidad, pero no para quedarse en una mera asistencia paternalista, pues de esa manera, no se remediaría el fondo de los problemas sociales, ni tampoco incidiríamos en las estructuras económicas, políticas y culturales que urge cambiar”, apuntó.

La titular del DEPS explicó que el Centro Polanco es un espacio de incidencia social donde todos y todas se transforman, un escenario vivo para sumar a la construcción de un mundo más justo, trabajando en y con el otro: “es un proyecto colectivo en donde se tejen redes y construyen vínculos, que nos motiva a ser mejores personas; es un sitio donde se incide socialmente con múltiples proyectos que abonan al cuidado de la salud de las personas; es un escenario mágico, porque nos invita y compromete a continuar en una apuesta para transformar el mundo”.

Centeno consideró que, más allá de un espacio físico de encuentro entre la comunidad de Lomas de Polanco y la universidad, el centro es un lugar para la esperanza y para encontrar el significado del bien común, el respeto a los tiempos del otro, el valor de las cosas pequeñas y cotidianas y la importancia de un acompañamiento cálido y cercano: “hemos aprendido a compartir el trabajo, el espacio físico, los recursos, las preocupaciones, pero sobre todo el anhelo de tener un mundo cada vez más justo, fraterno y pacífico”.

Universidad y comunidad 

En el panel del día se llevó a cabo una reflexión colectiva en torno al sentido y la pertinencia de la universidad en relación con el trabajo comunitario, así como los desafíos y necesidades de dicho encuentro en aras de la resignificación de las existencias y de la realidad social.

Atilano consideró que es importante que el estudiante tenga contacto con la realidad y que la universidad lo facilite, para que encuentre la motivación y el sentido al estudio, sobre todo ante una realidad que se ha complejizado, con más actores, más problemas por el auge del individualismo, y ante el hecho de que hoy se necesitan más disciplinas para comprender lo que está pasando.

“El Centro Polanco es pertinente porque alimenta la utopía, a la gente le genera la sensación de que estamos acompañados, les da mucha estabilidad emocional, aunque no vayan a terapia, por el solo hecho de estar ahí, es un símbolo de esperanza”, opinó.

Desde la academia, Gómez argumentó que hay una urgencia para la formación de actores sociales y sujetos políticos ligados a las necesidades más demandantes de una sociedad como la mexicana, profundamente desigual. Desde ahí recordó las ideas del pedagogo Paulo Freire, entendiendo el encuentro como un espacio de educación mutua, pues “nadie educa a nadie, todos nos educamos juntos mediados por la realidad”.

“Es un gran tema en América Latina la formación del sujeto político, y el papel privilegiado de la universidad de formar actores que sean profesionales de cara a la realidad, que es un déficit bastante fuerte en nuestros países, donde hay una formación política equivalente a sexto de primaria. Ser universitario es estar activo en una actitud de indignación frente a la inequidad y la injusticia, y la falta de oportunidades para grandes sectores de la comunidad”, dijo.

Representando el rol gubernamental, Vargas Salomón admitió la insuficiencia de las instituciones públicas para hacer frente por sí solas a problemas sociales como la salud mental o la atención a necesidades psicológicas comunitarias, por lo que reconoció la labor que se hace desde instituciones educativas como el ITESO.

“El gobierno no es suficiente, es correcto, no hay manera de que logremos atender a toda la demanda que hay en el estado. Recién inauguramos un centro para atención a niños con autismo y tenemos mil 400 niños en lista de espera. Centro Polanco ya es un referente en todo el polígono, más allá de Polanco, la (colonia) Echeverría, la Lázaro Cárdenas, hasta Miravalle. Necesitamos encontrar la fórmula que nos permita ir tejiendo estas relaciones, para ir atendiendo de forma conjunta”, expresó.

Como miembro de la comunidad y gestor de varias iniciativas culturales en Lomas de Polanco, lugar donde vive desde 1985, Villaseñor, quien fue partícipe de las comunidades eclesiales de base que encabezaron en la colonia los jesuitas de 1972 a 1992, consideró vital que la universidad no se aleje de los conocimientos que ya existen en los propios barrios, donde ya hay una historia y donde se puede recuperar las experiencias de vida de las personas: “somos continuidad de esa historia, de ese pasado, de todos aquellos compañeras y compañeros que generaron estos grupos, nuestro colectivo se siente heredero de todo aquello”.

También hizo un llamado a superar esos choques que pueden existir entre la comunidad y la universidad, pues hay ocasiones en que no es fácil el acercamiento, pues sucede que la comunidad tiene un ritmo que no es el mismo de la universidad.

En tanto, la perspectiva del Sistema Universitario Jesuita (SUJ) correspondió a Alcalde, quien alertó sobre nunca perder de vista que de alguna manera el objetivo central de todos los centros comunitarios siempre será cumplir con la misión educativa ignaciana, partiendo de ir entrelazando la teoría con la práctica, con la conciencia de que la formación esté enfocada en formar una persona de manera integral, desde la inteligencia, la afectividad, la libertad, la voluntad, hasta llegar al sentido comunitario y la pertenencia al entorno.

“Nuestros estudiantes tienen que participar en la vida de estas comunidades, no tanto por la vida de estas comunidades, sino por la vida misma de nuestros estudiantes. El paradigma ignaciano trata de esto, de ir a la realidad, de acercarse, para después recogerse, pensar, reflexionar, y luego regresar a esa misma realidad y llevar a cabo acciones que se pensaron desde estos espacios, para luego evaluar lo que se llevó a cabo”, comentó.

Otras de las actividades que se realizaron dentro del foro fueron la conferencia “Presencia de las universidades jesuitas en las comunidades: experiencias y modelos de acompañamiento”, impartida por José Gómez del Campo, quien fuera el coordinador de la Licenciatura en Psicología cuando fue inaugurado el centro; se presentó la exposición del Co-laboratorio de Prácticas Estéticas de la Licenciatura en Arte y Creación, dirigida por Arcelia Paz, y hubo una serie de círculos de diálogo entre actores del Centro Polanco, donde se compartieron experiencias individuales y colectivas.

Además se les otorgó un reconocimiento especial a los tres estudiantes que en 1974 arrancaron el proyecto, María Clementina Gutiérrez, José Antonio Ray Bazán y Juan Antonio Ortiz.

Agradecen los 50 años del Centro Polanco

Utilizando como referencia la lectura del Evangelio de Juan, en el que se establece que Dios no envió a su hijo Jesús para juzgar el mundo, sino para salvarlo, Alexander Zatyrka Pacheco, SJ, rector del ITESO, ofició la misa de agradecimiento por el 50 aniversario del Centro Polanco de la universidad.

La ceremonia se realizó en la Parroquia de Santa María Magdalena, en la colonia Lomas de Polanco, en la que participaron académicos y estudiantes del ITESO, personal y usuarios del Centro Polanco, así como miembros de la comunidad.

“Dios salva al mundo, y por eso es su amor, el hijo de Dios ha venido aquí para entregar su vida, de manera que tengamos vida, es decir ofreciendo lo que él es y tiene para que podamos encontrar nuevamente nuestra dignidad, como seguramente pasó infinidades de veces en el espacio del Centro Polanco, cuando hermanos y hermanas venían con una carga en el corazón, con un dolor, de su contexto y de su vida, de su realidad familiar, y quienes estaban acompañando, lo hicieron suyo”, dijo Zatyrka Pacheco durante la homilía.

El Rector aseguró que la misión de este centro comunitario de atención psicológica tiene que ver con la noción de que las personas nos hablan desde el corazón para compartir tanto la alegría como el dolor y todo aquello que nos impide crecer y nos roba la dignidad: “cuando lo compartimos con la gente que nos ama, sentimos cómo nuestra vida va cambiando, cómo empezamos a ver el mundo de una forma distinta. Cuantas veces fueron en busca de los hermanos y hermanas, fueron a compartir y se encontraron con que recibieron más en el intercambio de las personas con quienes convivimos y vamos construyendo no meramente una sociedad de individuos, sino una comunión de personas”.

Al final de la eucaristía se llevó a cabo una verbena popular en el atrio de la iglesia en la que hubo antojitos mexicanos, música de mariachi y se les dio un obsequio a los presentes.

 

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