OPINIÓN | Historias de histeria en la posmodernidad (Parte 3)
Federico tuvo todas las oportunidades que quiso para ser exitoso, pero terminó llorando en medio de una fiesta luego de ser un flacucho modelo de calzones
El sujeto de la histeria se ofrece a la mirada del otro como encarnación del objeto ideal de su deseo. Se vale de otras personas para lograr ese “brillo”. Por medio de un desplazamiento, se muestra a través de otros que se ha colocado en una posición privilegiada como modelo, real ó imaginario.
Jacques Lacán.
Federico Yepez yacía en el suelo a un costado de la piscina, llorando, borracho, en posición fetal; se notaba que ya tenía mucho tiempo en ese menester. Esto, mientras seguía a su alrededor la pequeña tertulia convocada por el señor Yepez para celebrar que Venancio -el menor de sus dos hijos- se acababa de graduar con honores de la Heroica Escuela Naval con el grado de Teniente de Corbeta.
Al fondo de la piscina del roof del condominio, en la zona dorada de Acapulco, había una enramada con una gran barra, un cantinero, refrigeradores con cerveza y meseros transitando con viandas para los invitados a la reunión.
La mayoría eran jóvenes marinos egresados en la generación de Venancio, el resto de los invitados eran familiares y amistades muy cercanos de la familia. Había un diyei poniendo salsa y cumbias, por lo que el llanto y los gritos de Federico quedaban completamente ahogados entre los alegres compases de la música.
Llamaba la atención que nadie se preocupara ni siquiera un poco por Federico, digo, en una de esas se dio un golpe y se lastimó, o ¡qué se yo, algo! Pero no, nadie le “echaba un lazo”, como quien dice.
En ciertas transiciones entre canción y canción, Federico lloraba mas fuerte, estoy seguro que si le ponían un vestido blanco con un velo tapando su cara para que no se notara que ese hombre podría triunfar la noche del Día de Muertos en el papel de La llorona en Xochimilco, ¡qué pulmones!
Finalmente fueron un par de jóvenes, que se apartaron a fumar lejos de la mirada de sus padres, quienes caminaron hacia ese lado de la alberca y descubrieron a esa piltrafa humana, en ropa de nadar -no de fiesta- sucio por haberse revolcado por horas en el suelo. Cuando Federico notó que se acercaban, tomó un segundo impulso y empezó a llorar con mayor volumen.
«¿Qué ese güey no es el carnal de Venancio, el baboso?, ¡Vamos a ver qué pedo!»
Ambos jóvenes se posaron en dos camastros y Federico quedó justo en el suelo en medio de ellos, uno de ellos hasta la ceniza del cigarro le estaba echando y se reía internamente.
Uno de los dos se atrevió a preguntarle sobre lo que le acontecía, le solicitó que le dijera por qué estaba llorando y haciendo el ridículo a sus 32 años como si se tratara de un niño de cinco; así, a rajatabla, la vida marcial hace que las personas pierdan el tacto en cuanto asuntos emocionales.
La respuesta que les dio Federico los dejó atónitos y por unos instantes no sabían cómo reaccionar.
Federico siempre se distinguió por ser flojo, manipulador, emocionalmente inestable; desde la adolescencia estuvo en cuatro secundarías, en tres preparatorias, no terminó ni el tercer semestre de la universidad y fue huésped de una clínica de rehabilitación en Mazatlán.
También tomó clases de actuación y en alguna ocasión le sugirieron que le buscara por otro lado, realmente era muy mal actor. Le daban los típicos papeles al fondo del escenario en una penumbra, yo se que puede sonar a chiste, pero cuando en su clase presentaron “Esperando a Godot” le dieron el papel del árbol que aparece en todo el drama de Samuel Beckett y ¡lo hizo mal!
Su padre lo apoyó en varios emprendimientos que por supuesto «naufragaron» (para usar un lenguaje ad-hoc con la celebración de Venancio); primero fue una planchaduría, se gastaba el dinero de la nómina, tomaba ropa de los clientes que le gustaba, no pagaba la renta del local, su padre por lo general terminaba sacándolo a flote (seguimos con el lenguaje acuático).
Le solicitó a su padre y a un tío un préstamo para poner un café de franquicia, de esos que tienen como logotipo una sirena; la verdad es que para ese momento aún tenían algo de esperanza en que sólo era una fase, pero que una vez superada dicha fase sería un adulto productivo.
Cuando tuvo su andar por la escuela de actuación se vendía a sí mismo como el siguiente Gary Oldman, cada ser humano que se cruzaba en su camino se enteraba que era un actor. Cuando digo eso es literal, si en el semáforo un vendedor ambulante le ofrecía una botella de agua, el respondía presto que es de suma importancia que un actor se hidrate bien.
A los mas cercanos les tocaba la marea más agitada, porque se tenían que aguantar la representación horrorosa de algún papel que le tocaba aprender. Misma cosas cuando era “empresario”, pero con el donaire de un tiburón de las finanzas.
Cuando nada de esto funcionó y ya no podía desfalcar más a su familia, decidió que tenía todo para ser modelo; la verdad es que su padre pensó “¿qué tan difícil puede ser?”, y movió influencias con algunos contactos de una cadena de tiendas departamentales para que le dieran una campaña.
No daba el tipo físico para dicha campaña pero le debían ciertos favores a su papá, así que le dieron una campaña nacional de ropa interior masculina; a lo largo del territorio se podían ver espectaculares de un hombre flacucho luciendo todo tipo de trusas y bóxers. Le pagaron bien, fue la etapa que terminó en rehabilitación por abuso de cocaína.
Cuando Venancio se graduó, llevaba una semana que había llegado de Mazatlán y como la celebración era para compartir el logro de Venancio y no que él había completado su tratamiento, llegó la conversión y se puso histérico.
Cuando estos dos jóvenes marinos le preguntaban por qué lloraba tan ridículamente, el respondió:
«No solo soy alguien que se ve bien en calzones, tengo sentimientos».
Los dos jóvenes se levantaron y volvieron a la fiesta dejándolo en la misma posición en la que lo hallaron.
*Los nombres y algunas circunstancias se modificaron para proteger la identidad y privacidad de los involucrados.
*Las ideas contenidas en este texto son responsabilidad de su autor y no reflejan la postura de News Report MX
Gabriel Zamora Paz es Psicólogo por la UABC, Maestro en epistemología y doctor en Psicoanálisis Lacaniano.
Cuenta con 20 años dedicado a la actividad clínica como psicoterapeuta primero, cómo psicoanalista desde hace 6 años y trabajó 6 años como académico en la UPN.