Llanto y caos: disturbios empañan el último adiós a Maradona
El presidente Alberto Fernández colocó sobre el ataúd de Maradona una camiseta del club Argentinos Juniors, el primero donde el astro argentino brilló como futbolista.
El último adiós de Diego Armando Maradona se vio empañado por los desmanes que protagonizaron decenas de fanáticos que reaccionaron con violencia ante la imposibilidad de despedirse del ídolo argentino del fútbol.
Este jueves 26 de noviembre, el féretro con los restos de Maradona tuvo que ser retirado del vestíbulo principal de la Casa de Gobierno, donde era velado, y fue puesto a resguardo en un salón más seguro donde se prevé reanudar la ceremonia de forma íntima para luego trasladar el cuerpo a un cementerio en las afueras de Buenos Aires.
En las calles aledañas, mientras tanto, se sucedían los enfrentamientos entre seguidores del Diez y la policía. Se reportaron varios heridos y detenidos, pero la fuerza de seguridad no precisó cuántos.
La policía cerró el paso de la multitud en una de las avenidas que conducía a la Plaza de Mayo, donde se encuentra el palacio gubernamental, lo cual enardeció a los fanáticos que tiraron objetos a los agentes. Estos a su vez reprimieron con gases, balas de goma y camiones hidrantes.
En medio del caos y con miles de personas aguardando para ingresar a la Casa Rosada, el gobierno dio marcha atrás y extendió tres horas más la despedida de Maradona.
Cuando parecían calmarse los ánimos, una avalancha de personas pugnó por acceder al edificio gubernamental. Decenas de personas lograron forzar una valla para entrar.
Los incidentes fueron similares a las escenas de violencia vividas en la madrugada, cuando admiradores de Maradona intentaron apurar su ingreso.
A primera hora, los agentes pudieron contener los desbordes y ordenaron las filas de los visitantes, que llevaban mascarillas debido a la pandemia del coronavirus pero apenas guardaban el distanciamiento necesario.
El capitán de la selección que se consagró campeona en el Mundial de 1986 falleció en su vivienda de las afueras de Buenos Aires, donde se había recluido para recuperarse de una operación de edema craneal el pasado 3 de noviembre. Había cumplido los 60 años hace apenas un mes.
A lo largo del velatorio desconsolados visitantes arrojaron flores y camisetas de fútbol de diferentes clubes por encima del largo parapeto que los separaba del ataúd cubierto por una bandera argentina.
Una de las camisetas que se desplegaba sobre el féretro con los restos de Maradona era la de Boca — el club de sus amores — la cual llevaba inscritos su nombre y el número 10.
Hombres y mujeres lanzaron besos al aire, se persignaron, se golpearon el pecho con el puño y gritaron “Vamos Diego”. Otros lloraron amargamente frente a la Casa Rosada, situada en la histórica Plaza de Mayo, en el centro de la capital.
El presidente Alberto Fernández colocó sobre el ataúd una camiseta del club Argentinos Juniors, el primero donde Maradona brilló como futbolista.
También desplegó dos pañuelos pertenecientes a la organización Madres de Plaza de Mayo, usados por las líderes de derechos humanos para cubrirse la cabeza durante sus rondas en reclamo de la aparición de sus seres queridos desaparecidos durante la última dictadura militar (1976-1983).
El exfutbolista era muy cercano a las Madres y otras dirigentes humanitarias como las Abuelas de Plaza de Mayo.
Su deceso dejó a sus compatriotas desconcertados por la pérdida de una figura a la que consideraban imbatible, pese a sus numerosos tropiezos de salud.
Los argentinos admiran profundamente el genio futbolístico de Maradona, así como su personalidad carismática y arrolladora que mostró tanto en su faceta deportiva como en la personal, lo cual hizo que muchos fueran indulgentes con su abuso de las drogas y otros excesos.
El velatorio comenzó de madrugada con una ceremonia íntima para familiares, antes de permitir el acceso del público.
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