16 de noviembre de 2024

Historias de histeria en la posmodernidad (Parte 5)

«El día que una chava los quiera como esta chava me quiere a mí, abren la boca», les dijo Pepe a sus amigos luego de recibir una serie de zapes de parte de su novia

histeria violencia en pareja

Un sofisma que utilizaba a menudo Lacán era decir: No puedes decir “yo te quiero”, sin decir antes YO. El YO es la construcción simbólica del desorden de lo real. Sin YO no hay salud mental, el exceso del YO conduce a la conversión, es decir a la histeria.

Daniel y Javier eran amigos desde la universidad, hacía unos cinco años que habían concluido aquella etapa. Esa noche se habían puesto de acuerdo para asistir juntos a una exposición de fotografía a un museo; la motivación era doble: por una parte la obra en sí misma y por el otro lado, el ambigú que se suele ofrecer en las inauguraciones de los eventos culturales.

Por lo general hay comida y vino, así que todo apuntaba a que ahí podría ser su pre-copeo y después verían hacia qué lugar  se marcharían.

Empezaba el recorrido guiado por el propio fotógrafo que exponía, explicando la técnica y alguno que otro dato anecdótico de cada una de las piezas cuando Javier le hizo saber a Daniel que ahí estaba cargando una cámara de un canal de televisión José “Pepe” Rosas.

Pepe también era amigo de ambos, pertenecían a la misma generación y cuando Javier y Daniel se acercaron a saludarlo, estaba implícito que las cosas no se iban a quedar en un saludo, tendrían que ir a beber algo, ponerse al día, “cotorrear”.

La exposición y su respectivo “ambigú” terminó y Pepe les hizo saber que tenía cinco caguamas en su casa, pero que no se las podían tomar ahí por que su mamá está de visita y sería molesto para ella el ruido propio de la tertulia, así que fue Javier quién sin dudarlo ofreció su casa como punto de reunión.

Entonces el plan quedó de la siguiente manera: seguirían a Pepe al canal de televisión a devolver el carro de la empresa y el equipo, de ahí continuarían a recoger las caguamas y quizá comprar un par más para terminar en casa de Javier, cosa de treinta minutos, para hacer el recorrido.

Se instalaron en la sala de la casa de Javier, guardaron las cervezas en al refrigerador, y entusiasmados por el encuentro, comenzaron a bromear, a hacer remembranzas de aquellos años de estudiantes.

Pepe platicó que seguía con la misma novia de aquellos años. Aquí vale apena hacer un paréntesis, Pepe y Alejandra eran una pareja peculiar; Pepe, se decía que vivía de encuerarse en fiestas de señoras, tenía un tipo físico algo cercano a un mulato y al parecer esa característica le permitió costearse sus estudios.

Alejandra, por su parte, era una edecán de esas que algunas tiendas de licores suelen colocar con diminutos vestidos y sonidos estridentes afuera de los locales, para que al compás de sus pasos de baile atraigan más clientela.

Ella representaba a cierta marca de cerveza light, por lo que era vista bailando en diversos puntos de la ciudad enfundada en un vestido con apariencia de látex plateado; este fue el oficio con el que Alejandra costeó sus estudios, cerramos paréntesis.

En esas andaban, cuando le entró una llamada al celular a Pepe y se puso visiblemente nervioso, les dijo que era su novia y que no le avisó que iría a parte alguna después de que saliera de trabajar, y que además tenía el cinco por ciento de carga en el teléfono, con tan mala suerte que la marca de teléfono de Javier no era compatible para poder cargar el teléfono de Pepe.

Después de casi perder el control ante la mirada atónita de sus viejos amigos, se recompuso y contestó la llamada. Con una voz muy tímida, casi condescendiente, le hizo saber a Alejandra que se había encontrado a sus amigos y que en ese momento estaban en casa de Javier, cuando de pronto se corta la llamada.

Al borde de la súplica logró que uno de sus cuates le prestara el teléfono para que concluyera su llamada; en esta segunda parte de la llamada le juró que no había ni una mujer en la reunión, que solo son ellos tres.

Como parece que la llamada se iba a extender, Javier le recordó que era su teléfono, que se apurara. Pepe le dijo a Alejandra que debía colgar, se escuchó un silencio que hizo suponer que estaba siendo apercibido por ella, finalmente colgaron.

Anteriormente habían ido a dejar el carro del canal, así que Pepe no traía vehículo ni carga en el celular y comentó que le urgía irse. Suplicó que en ese preciso momento lo llevaran a su casa; Javier le dijo que él lo podía llevar con la condición que, estacionados ahí afuerita de su casa, les dejara acabarse la cerveza.

Con tal de que lo llevaran Pepe accedió a la petición.

Y ahí fueron de nuevo los tres y las cervezas a casa de Pepe; encontraron lugar exactamente afuera de la casa sin necesidad de estorbar la entrada, era martes, la calle estaba solitaria, Pepe se encontraba nervioso, dijo que en cualquier momento iría Alejandra y que estaba enojada.

A estas alturas, la situación se les hizo simpática a los otros dos, que tuviera miedo de que lo regañaran por algo tan inocuo como improvisar un plan, no es que la dejara plantada, se trataba de que no se fue a su casa inmediatamente después de salir de trabajar.

Con un movimiento brusco y torpe se estacionó un sedán enfrente de ellos; Pepe descendió ipso facto del vehículo para abordar el otro. Ahora sí mas sueltos, Daniel y Javier comenzaron a burlarse de Pepe, cuando se escuchó desde el otro vehículo un zape como si fuera un aplauso que le propinó Alejandra a Pepe, quién solo se cubrió la cabeza.

Daniel y Javier, como si estuvieran en la Arena México, sólo exclamaron “Uuuuuuuuuuh” y aplaudieron un poco por la brillante ejecución del castigo. Siguieron bebiendo sus cervezas y viendo como su cuate recibía un zape cada cierto tiempo.

La verdad es que comenzaron a perder interés en la escena y sólo cuando el sonido acusaba que otro zape había «entrado bien”, volvían a poner atención y a exclamar “Uuuuuuuuh”.

Probablemente hasta ese momento se percató Alejandra que tenía público, porque encendió el auto y se fueron. Estuvieron ausentes unos treinta minutos.

En la cochera de Pepe había un baño y éste les había dejado la puerta abierta, así que una vez que se quedaron solos descendieron del carro para estirar las piernas.

Finalmente, -una vez más- con un movimiento torpe y acelerado, Alejandra estacionó su carro, Pepe bajó de él y ésta se fue sin siquiera apagar el auto. Pepe caminó hacia sus amigos que estaban recargados en el cofre, éstos sonrieron nerviosos.

Pepe rompió la tensión con esta frase:

«No saben lo que se siente que tu novia no sepa dónde estás por vente minutos y se ponga así, ni me digan nada, el día que una chava los quiera como esta chava me quiere a mí, abren la boca».

Daniel le devolvió sus envases de cerveza y se dieron la mano, pero no como siempre; después de tal exhibición, hubo un “probablemente no nos volvamos a juntar para hacer algo”. Javier, desde arriba del carro, se despidió llevando su palma a la frente.

*Los nombres y algunas circunstancias fueron modificados para proteger la identidad y privacidad de los involucrados.

*Las ideas contenidas en este texto son responsabilidad de su autor y no reflejan la postura de News Report MX

Gabriel Zamora Paz (@DrGabbo) es Psicólogo por la UABC, Maestro en epistemología y doctor en Psicoanálisis Lacaniano.

Cuenta con 20 años dedicado a la actividad clínica como psicoterapeuta primero, cómo psicoanalista desde hace 6 años y trabajó 6 años como académico en la UPN.

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