16 de noviembre de 2024

Historias de histeria en la posmodernidad (Parte 10)

La historia de amor entre la mesera Adriana y uno de los doctores más afamados del país vive momentos determinantes, pero cuando una puerta se cierra, otra se abre… al menos en la imaginación

“El pasional erotómano, tiene desde el principio de su delirio una meta, su delirio pone en juego su entrada, su voluntad, y ese es su rasgo diferencial, vive en un estado de esfuerzo. Avanza hacia una meta con una exigencia consciente, completa desde el principio, solo delira en función de sus deseos, de su voluntad”

Gaëtan Gatian de Clérembault sobre la erotomanía.

Todo a lo grande (Parte 2)

(Aquí puedes leer la primera parte de «Todo a lo grande»)

Adriana descansaba los domingos; era un buen día para descansar, ya que la zona estaba relativamente muerta (comercialmente hablando), salvo una que otra persona que visitaba a algún paciente en el hospital, en general el restaurante estaba vacío.

Este domingo era especial, le dijo Adriana a sus compañeras, el doctor invitaría a su residencia ubicada en Lomas de Chapultepec a toda su familia, él consideraba que era el momento de formalizar su relación, y al ser un hombre tradicional, ese era el paso que correspondía, así que Adriana -según su narración- había ido al Palacio de Hierro de Moliere 222 a comprar un outfit “casual-chic” apropiado para la ocasión.

El doctor le mandaría a su chofer a recogerla en su domicilio a las 13 horas en punto.

Ya el lunes por la mañana, con una especie de rodillera de plástico, rígida, colocada en su rodilla  derecha (seguía curándose de su lesión deportiva), les platicó a sus compañeras la hecatombe que sucedió el domingo anterior en la residencia de Montes Urales.

Al principio todo marchaba muy bien, la familia rápidamente la aceptó y la integró como una de los suyos, a nadie le causó ningún tipo de inconveniente la diferencia de edades, que era el tema que a ella mas le preocupaba.

Primero estaban todos en la gran sala, eran aproximadamente 12 personas, ella les platicaba de sus viajes, de su paso por el deporte, de su tragedia con la lesión, de cómo este suceso la llevó a conocer al doctor y las frecuentes visitas la llevaron a enamorarse de él.

En esta parte, el doctor -dice ella- interrumpió la conversación para hacer una pequeña confesión, y es que la citaba más veces de las requeridas sólo para poder verla, algo que ella respondió que con lo que cuestan las consultas en el Hospital Español debería  al menos invitarla a cenar un par de veces.

La familia entera rió ante la deliciosa broma de Adriana, todos menos una persona, la hija mayor del doctor, que como bien sabemos, la detesta.

El asunto de la convivencia, del chiste y del claro desdén de la hija mayor del doctor hizo que Adriana no le quitara el ojo de encima, ella la sabía una mujer caprichosa e incluso malvada, ya que sin que ella le hubiera hecho nada, había recibido todo tipo de agresiones por parte de ella.

Llegó el momento de pasar al comedor -avanza Adriana en su narración, principalmente cuando están afuera de la pequeña barra de la cocina donde les dan los platos ya listos para los clientes- y el personal de servicio de la casa comienza a servir los alimentos.

En ese momento notó que la hija mayor del doctor se levantó de la mesa y en vez de ir rumbo al baño, fue rumbo a la cocina, es -según Adriana- algún tipo de instinto de supervivencia la que la hizo levantarse también y discretamente seguirla.

Medio abrió la puerta de la cocina sólo para poder ver que hacía, y fue así como se pudo dar cuenta que le vació un pequeño frasco de un líquido a uno de los platos de sopa; después ,hablándole al oído, le dijo a una mujer que parecía ser la jefa de las demás algo, la mujer asintió y Adriana volvió casi corriendo a su asiento para no ser descubierta.

Al momento de servir la sopa, su plato en específico, ella le indicó a la mujer de la cocina que le cambiara el plato, que no quiere ese; la mujer se puso nerviosa y colocó el que le iba a poner de todos modos,

Adriana, de manera enérgica, se levantó, puso el plato de nuevo en la charola y tomó otro. En ese momento la mujer perdió de vista qué plato de los que trae es el “especial” y se quedó pasmada sin continuar sirviendo la sopa los demás.

El doctor en tono enérgico le exigió a Adriana y a la mujer una explicación. Mientras esto sucedía, la hija del doctor se levantó y, fingiendo torpeza, le tiró la charola a la mujer de la cocina; Adriana le explicó lo sucedido al doctor, éste cuestionó a su hija, quien solamente dijo que no puede convivir con semejante “pelada”, suficiente para que el doctor le crea a Adriana -dice Adriana mientras espera unas enchiladas suizas-.

El doctor se disculpó a nombre de su hija y le comentó que no va a permitir que nadie se interponga en su amor y su voluntad de pasar la vida con ella, de cualquier manera no dejará a su hija desamparada, pero que no tiene el derecho de interferir de esa manera, casi criminal, porque si bien pudo ser una purga, pudo ser un veneno -no olvidemos las amenazas de muerte-.

Pero Adriana, les dice a las demás meseras, ¿cómo iba a tener corazón para interponerse entre un padre y su hija? Ella que no había tenido padre sabe mejor que nadie la falta que hace en la vida de una mujer la presencia de uno, así que con todo el dolor de su corazón había roto la relación con el doctor y le había solicitado, apelando a su caballerosidad, que no le buscara más. Él accedió.

Una vez más, la mentira había sido llevada de principio a fin. Ahora sólo haría falta que fingiera un duelo de manera convincente.

Suena el despertador a las 5:30 de la mañana, enchufa la resistencia que tiene ya dentro de una cubeta preparada la noche anterior para calentar el  agua con que se bañará, se levanta de la cama, va hacia la pequeña cocina y mete una taza con agua al micro; la saca, prepara café con café soluble, dos de azúcar, una de crema, se toma el café.

Sale de casa con el uniforme del restaurante puesto, ya no usa rodillera, toma el metro y después de su faena cotidiana se baja en su estación, el restaurante aún tiene de esos viejos checadores que perforan tarjetas de cartón, así que checa y deja la tarjeta en el espacio que le corresponde.

Después de unos meses de duelo, hoy se le ve particularmente contenta.

Su primer clienta del día había pedido un plato de fruta, unos chilaquiles verdes con huevo y café.

Mientras espera la orden, le dice a su compañera “se me olvidó contarles que aquél día que la hija del doctor me intentó envenenar, uno de los sobrinos del doctor me pidió mi teléfono enfrente de todos, la cosa es que es productor de telenovelas, me dijo que estaba perfecta para un papel importante en su siguiente producción, que llegado el momento me llamaría para ponerme en contacto con un maestro de actuación. Hoy es mi primera clase, saliendo del trabajo».

*Los nombres algunas circunstancias fueron modificados para proteger la privacidad y la identidad de los involucrados.

*Las ideas contenidas en este texto son responsabilidad de su autor y no reflejan la postura de News Report MX

Gabriel Zamora Paz (@DrGabbo) es Psicólogo por la UABC, Maestro en epistemología y doctor en Psicoanálisis Lacaniano.

Cuenta con 20 años dedicado a la actividad clínica como psicoterapeuta primero, cómo psicoanalista desde hace 6 años y trabajó 6 años como académico en la UPN.

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