16 de noviembre de 2024

Historias de histeria en la posmodernidad | La venganza de Cordelia (tercera parte)

Cordelia ha dejado al descubierto grandes indicadores de que está completamente loca, pero le da lo mismo; para ella es sólo un juego. ¿Su víctima podrá resistirse a ella?

La venganza de Cordelia

La venganza de Cordelia

En el día a día nos vemos la cara con personas histéricas, no lo notamos hasta que el fenómeno llamado conversión los vuelve seres patéticos. La locura nos viene pisando los talones a lo largo de la vida, ¿de qué debemos escapar (en caso de que sea posible), de la locura o del patetismo?

Gabriel Zamora Paz

La venganza de Cordelia (tercera parte)

(Aquí puedes leer la primera y la segunda parte)

7.

A las 6:30 en punto estaba encendiendo mi carro, volví a elegir un atuendo informal, creo que funcionó bien el día anterior y no tenía la intención de demostrar mayor interés; pantalón chino color caqui, camiseta de algodón quik silver azul cielo, tenis vans azules y lentes oscuros arnette.

En cosa de cinco minutos estoy estacionándome en el Tiki bar, entro y selecciono los mismos dos lugares al fondo de la barra. Como el día anterior y para demostrar nulo interés “caballerezco”, me adelanto a pedir una cerveza.

Como ahí no tenían televisiones para ver eventos deportivos, me pongo a ver mi teléfono pero volteando constantemente hacia la puerta. La atmósfera oscura del lugar hacía que cuando alguien abría la puerta entraba una destello luz que cegaba un poco, así que de cualquier manera no iba perderme esa entrada.

Siete en punto y se escucha el “ronrroneo” del Camaro, me coloco en una posición en la que parece que no me estoy enterando que está por entrar y justo cuando se abre la puerta y se ilumina el lugar volteó.

¡Hija de la chingada! ¡No lo puedo creer! ¡Vestido de seda rojo!

Se abre la puerta y entra “Jessica Rabbit morenaza”, partiendo plaza, se nota mas alta, ¡trae tacones más altos! Creo que sabe que se pasó “un poco” en el outfit, porque ya cuando está enfrente de mí, suelta una carcajada y encoge los hombros, me pregunta si se pasó.

Me había pichado una bola que iba a sacar del campo, “you can never be overdressed or overeducated” dijo Oscar Wilde, le dije mientras nos dábamos el ya acostumbrado largo abrazo, me miró complacida por mi respuesta y tomó asiento cruzando la pierna.

Con ese donaire “bossy” que porta, le indica a nuestra bartender que nos ponga en la barra una cubeta de Tecates rojas, con muchos hielos. Llegan las cervezas, alzamos un par de botellas por el aire, las chocamos y brindamos, “por el gusto”, se empuja la cerveza de un jalón, yo sólo alcancé a beberla mitad, estaba muy fría.

-Ahora sí, ¿en que nos quedamos?

-Que has estado casada y algo de que los batos no tenemos huevos.

Cuando terminó la maestría en Harvard, el primer empleo que tuvo fue como encargada de las finanzas de un importante club de futbol; la historia de Harvard le ayudó a superar al hombre sin cejas con los ojos azules, además vuelve a mencionar que se la pagó, y vuelve a decir que en otro momento me platicaría ese asunto, se dibuja una sonrisa un poco perversa mientras evoca el recuerdo.

A la par que estudiaba se dio la oportunidad viajar por Europa en un par de ocasiones, de conocer mundo y su poder femenino, según sus propias palabras, también fue la época en la que comenzó a visitar al cirujano plástico, una vez más, según su propio decir, se trató del período en el que la oruga se convirtió en mariposa.

Trabajando en el club tenía trato con todos los futbolistas, ella firmaba sus cheques, estaba enterada que era la fantasía sexual de más de uno, no le molestaba, por el contrario y como se ha podido constatar en este relato, sentirse deseada, mejor dicho, muy deseada es “su cocaína”.

Uno de estos futbolistas le gustaba por dos cosas, la primera es porque le parecía guapo, rubio de ojos azules (al parecer tenía un tipo), cuerpo de atleta, pero sobre todo porque era muy tímido, y esa timidez se convirtió en un desafío para ella.

El chico era por lo menos seis años más joven que ella, y se notaba nervioso a puntos erráticos cuando estaba en su presencia. Un día de pago, ella le dio su cheque con una nota que tenía su número de teléfono escrito.

Tres días después estaban cenando en el mejor restaurante de la ciudad, el joven futbolista llevaba un traje a la medida, zapatos de diseñador, y olía al perfume de moda. Estas señales le dieron a Cordelia la certeza de que este hombre terminaría haciendo lo que ella quisiera. 

Compartieron una sosa conversación, la verdad estaba dentro de las expectativas de Cordelia, la juventud y falta de estudios del futbolista eran dos asuntos que ella conocía, pero no era para platicar para lo que lo quería.

Cuatro botellas de Dom Perignon después ella está elaborando un discurso sobre la diferencia entre los hombres de antes, los de la generación de sus padres y abuelos, hombres formales, cabales, serios y los “niños nalgas meadas” de ahora, él se limitaba a asentir.

Los hombres de antes -según Cordelia- le hablaban de amor a una mujer, incluso se las robaban y formaban una familia que en un gran número de casos duraría para siempre, un hogar con valores y cimientos. Eran hombres con huevos, concluye. El futbolista asiente, con fuerza, convencido por la oratoria del discurso de Cordelia.

El joven ignoraba que Cordelia lo llevó al lugar que ella quería, que como quien dice, lo estuvo trabajando; una vez ahí y haciendo gala de sus artilugios seductores mas dominados, inclina el hombro hacia el frente, pega la silla a la de él, con la yema de los dedos le toca los labios, ella misma se moja los suyos, muestra el escote, en eso se levanta para ir al baño, sabiendo de antemano que él no le quitará la vista de encima a sus nalgas, voltea y le lanza su mejor sonrisa.

Cordelia vuelve a la mesa y el joven esta embriagado más de ella que de la champaña, está literalmente “Cordelizado”, es entonces cuando ella se interesa en saber qué clase de hombre es él. De acuerdo a su binaria clasificación, él podría elegir entre uno con huevos o uno sin huevos, deja la disyuntiva sobre la mesa. Con huevos fue la elección.

Llega la quinta Dom Perignon a la mesa, Cordelia alza su copa y propone un brindis, “por nosotros y por el futuro”, el futbolista que no tiene ni idea de en qué se está metiendo, confirma el brindis. Cordelia sube su bolsa a la mesa, mete la mano en ella y saca una pequeña caja de terciopelo negro, la abre y dentro hay un hermoso anillo de compromiso, desliza la caja hasta el joven y le ordena, “pónmelo cabrón, si es que tienes huevos”. El joven se lo pone.

-¡Acepto!, ¡claro que acepto!

8.

Estoy muy seguro que esta última parte de la historia me dejó con la boca abierta, Cordelia se rió y comentó algo sobre la cara que había puesto, pone su palma abierta sobre mi pecho y recarga su cabeza sobre mi hombro y se carcajea, lanzando todo su aliento en mi oído.

Abrimos un paréntesis en la historia, mi cerebro necesitaba  procesar ciertas cosas, no puedo dejar de ver su vestido rojo y lo que hay dentro de él, y se me ocurren un par de cosas. Cordelia parece ser una experta en leer a los hombres y casi al mismo tiempo que estoy teniendo ciertos pensamientos, esboza una sonrisa tierna mientras inclina el hombro derecho hacia adelante, como si sintiera tímida frente a lo que pudiera estar pensando.

Me dice que ya le diga, que no me queda hacerme el penoso, que sabe que tengo huevos (esto a estas alturas no es ningún elogio, es muy preocupante).  Accedo sin hacerme del rogar a hacerle dos cuestionamientos, son dos preguntas retóricas, porque sé de antemano las respuestas, yo también sé leer a la gente.

Le pido que me diga si en en este momento, mientras bebemos estas cervezas y me platica su vida, es soltera, disponible, sin alguna clase de compromiso, y que si en esa bolsa que está apoyada en el respaldo de su banco hay dentro una caja de terciopelo con un anillo de compromiso.

Una sonora carcajada rompe con la relativamente tranquila atmósfera del Tiki bar. Me hace saber de manera contundente que es soltera y sin compromiso alguno, además hace algún tiempo que no tiene ninguna relación sentimental, y que está cien por ciento disponible.

La segunda pregunta me dice que sólo confirma que no se equivocó en la idea que se había hecho de mí, confirma que no sólo trae un anillo en esa bolsa, sino que además con el paso del tiempo, éste se ha ido convirtiendo en una joya más grande y más cara, argumenta que uno nunca sabe cuando va a conocer al amor de su vida y que ella no es de novios, en pocos palabras, cómo sabe ella en determinado momento que no está hablando con su futuro marido, y está convencida de que esa es la manera mas práctica de averiguarlo.

«Oye, hasta el pinche anillo les ahorro, ¡soy un paquetazo!», se ríe de ella misma mientras hace esa declaración.

El tiempo volaba una vez que Cordelia tomaba la palabra, y también las cervezas volaban, así que ya sin pronunciar palabra alguna, alza su mano y le indica a la cantinera que nos repita la ronda de diez cervezas Tecates rojas.

Volvimos al tema del futbolista, antes de esa cena en la que se comprometieron para casarse, no habían hablado más de lo necesario que requería el trámite de cobrar un cheque, la retención de impuestos, el pago de algún bono por logros deportivos, así que ni amigos eran hasta esa noche.

Cordelia me dice que era dueña de un penthouse en un exclusivo complejo de torres de apartamentos. Saliendo de aquella cena se dirigieron hacia ese lugar. Cordelia hace un largo hincapié en lo descomunalmente “sexosa” que es, confiesa que ha llegado a pensar que es “ninfómana” y que la intimidad de su alcoba está llena de parafernalia que sonrojaría a más de alguno.

Un pole para deleitar a sus amantes con acrobacias en diminutas prendas o desnuda, sillas o algo que pudieran parecerlo cuyo objetivo es encontrar ángulos específicos que eleven el nivel del placer sexual, entre otras cosas. Se cubre la cara con las dos manos y finge que le da vergüenza que yo me entere de ese “sucio secreto”, además provocando que yo la adule me dice estar preocupada por lo que pueda pensar de ella.

Recapitulemos: se aventó de un carro en movimiento porque su novio no llegó a tiempo para el cine, emborrachó a un chico, lo manipuló como de cuatro maneras diferentes para que se casara con ella, traía listo un anillo de compromiso, hoy en día sigue trayendo uno, cada vez que nos hemos visto ha hecho gala de una sensualidad propia de una estrella “Holliwoodense” que habita en una película de Humphrey Bogart, cuando me mostraba las fotos de su sobrina, me mostró dos fotos de ella sin ropa y en la primera cita un incidente permitió que sus nalgas estuvieran expuestas como por dos minutos. ¿Qué tan preocupada podría estar?

-No, claro que no es motivo de vergüenza, eres una mujer empoderada que además de todo puede hacer lo que se le dé la gana, es el siglo XXI. Deberías estar orgullosa de ti misma.

Sé que puede haber dado una mejor respuesta; sin embargo, diez cervezas alcanzan a obnubilar la sagacidad de la mente y fue lo mejor que pude elaborar. La reacción mostró que estaba complacida, y creo que lo que mas le interesaba era no sentirse juzgada, no lo era, faltaban elementos para llegar a un juicio, estos apenas eran los desarrollos de la historia, faltaban los desenlaces, aún había cabos sueltos.

Llega le siguiente cubeta con cervezas a la mesa y volvemos a alzar las botellas y a chocarlas, esta vez ella dice la siguiente cosa que me preocupó: el brindis lo hizo “por nosotros”.

Hago una evidente cara de desaprobación que ella opaca con una sonrisa y un ligero balanceo de su torso hacia enfrente que deja a la vista el escote, de cualquier manera no respondo al brindis, más aún, sólo le doy un pequeño trago a la cerveza y la dejo sobre la barra, ella en cambio se la bebe entera de un trago, abre los ojos mucho y con un gesto frunciendo los labios y ladeando el cuello, me insinúa que va por todo esa noche.

Volvemos a la alcoba del penthouse y a su fascinación por el sexo, es claro que su elección de pareja estaba totalmente orientada por estos impulsos, más joven, deportista de alto rendimiento, y además lo confiesa: «yo buscaba maratones de sexo, estaba dispuesta a mantenerlo si era necesario».

Repite que es muy “sexosa” y me mira fijamente a los ojos. La verdad yo ya la estaba viendo como el tipo de persona que puede tener un sótano con gente amarrada, pero me limité a sonreír y mirarla con cierto descaro para corresponder a su coquetería.

Todo iba relativamente bien, hasta que empezaron a surgir ciertos problemas. Cordelia no había llegado a ser una femme fatale en cinco minutos, tampoco tenía el puesto que tenía en un universo predominantemente masculino sin saber como usar sus ventajas, inteligencia y recursos a su favor, de tal manera que recibía galantearías de medio club, accionistas, publicistas, lo cual es hasta cierto punto era algo que ella podía manejar sin un ápice de estrés, estaba en la cima sin siquiera poner el setenta por ciento de su capacidad sobre la mesa.

Demasiado conflicto para su marido, que era más bien básico, binario, las cosas estaban bien o mal, no había matices ni puntos medios.  Los celos aparecieron, el bajo nivel educativo, la poca comprensión y conocimiento sobre las formas de su esposa fueron deteriorando en una relación violenta muy alejada del nivel en el que se movía Cordelia.

Se terminaron los maratones de sexo (razón única para que Cordelia eligió a este hombre) y un día en un arrebato de furia provocada por sus cada vez más incontrolables celos, se atrevió a empujarla.

Cordelia cayó al piso y se golpeó con un mueble.  Él se arrepintió, pero volvemos al punto de que no la conocía ni poquito. Salió esposado del penthouse y con ciertas influencias, ella hizo que pasara ocho meses en la cárcel. El divorcio fue exprés y jamás volvió a hablar con él.

Nunca pudo volver a jugar profesionalmente, quedó a la cabeza de una lista negra que ningún dueño de algún equipo iba a considerar siquiera revisar.

Seguía sin perder detalle el relato, pero también sin perder detalle los movimientos seductores un poco torpes ya por el nivel de alcohol en la sangre; a mitad de lo del divorcio se le salió competo un pecho del vestido, cosa de cinco segundos, y en realidad como estábamos en el rincón de la barra pasó completamente desapercibida, menos para mí. Les había comentado que el vestido era a lo Jessica Rabbit, no mentía, estaba enjutado totalmente.

Ese matrimonio duró únicamente cinco meses, según sus cálculos debieron haber sido unos dos años al menos, para que valiera la pena el numerito.

“No más futbolistas”, dijo haber aprendido la lección y suelta otra carcajada idéntica a la anterior. El cinismo de Cordelia tiene algo de suficiencia intelectual, es interesante.

Abrimos el siguiente paréntesis que nos permitiera a ambos procesar lo hablado, para mí todo era una novedad con tintes de morbo, para ella ponerlo en palabras tenía un valor catártico, me podía dar cuenta que no habla de todo esto con muchas personas, así que pasamos a hablar de ella de una manera mas superficial, de su cuerpo, de su casa actual, dice que sigue habiendo un pole en la habitación pero por lo demás ya es bastante “normalita”, me platica que antes del Camaro tenía un Mustang, que le gustan esos carros “musculosos”, y que debería de visitarla un día en su casa para que usemos la alberca del fraccionamiento, que la puede reservar y ¡listo!

Las cervezas se van acabando y ya no tenemos intención de pedir las siguientes diez; sin embargo, le comento que no he perdido un solo detalle de su relato, ni de ella misma, haciendo una franca alusión con una mirada a lo del pecho de fuera, reímos los dos, se tapa la cara en otro falso intento de aparentar timidez.

Hay un tema pendiente, ella lo sabe, ella sabe que lo sé, está dispuesta a hablar de eso, será en otra ocasión.

¿Cómo se la pagó el pocho de ojos azules?

Una vez mas extiende su brazo con una tarjeta de crédito negra y se la da la cantinera diciendo que le ponga el cincuenta extra de propina, esta vez yo traigo mi carro, la acompaño a su auto y el abrazo termina en algunas caricias, me pregunta al oído si nos veríamos al día siguiente, sin pensarlo digo que sí, que nos texteamos.

Ella entiende que ha dejado al descubierto grandes indicadores de que está completamente loca, no tiene vergüenza por eso, pero entiende que yo no haga intentos por hacer avances románticos, creo que su juego es ver si al final voy a resistir o no.

También creo que le da lo mismo, que para ella es sólo un juego. Llego a mi casa y le pido me avise cuando esté en la de ella; minutos después una foto de ella en un camisón con tirantes en una pose sexy, acompañado de un buenas noches, hasta mañana.

Continuará…

*Los nombres y algunas circunstancias fueron modificadas para proteger la identidad y privacidad de los involucrados.

*Las ideas contenidas en este texto son responsabilidad de su autor y no reflejan la postura de News Report MX

Gabriel Zamora Paz (@DrGabboes Psicólogo por la UABC, Maestro en epistemología y doctor en Psicoanálisis Lacaniano.

Gabriel Zamora Paz

Cuenta con 20 años dedicado a la actividad clínica como psicoterapeuta primero, cómo psicoanalista desde hace 6 años y trabajó 6 años como académico en la UPN.

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