OPINIÓN | El renacer de los tamemes y sus riesgos ante la crisis
En tiempos de coronavirus, los repartidores a domicilio se han convertido en personas imprescindibles, pero la delincuencia organizada ya los acecha
En respuesta a la crisis por el coronavirus y la consecuente parálisis de la actividad económica, particularmente de restaurantes y algunas tiendas de autoservicio y de conveniencia, cobran fuerza las figuras de los repartidores a domicilio, una suerte de “tamemes” modernos que reciben instrucciones vía digital.
La solución a los problemas de abasto en esta época de encierro parece útil y oportuna; sin embargo y como todo medio de traslado de mercancías y alimentos, viene acompañado de riesgos, tanto para el propio repartidor como para los usuarios finales de dicho sistema de entrega.
El principal riesgo radica en que la delincuencia podría usurpar esta figura para seguir cometiendo ilícitos, aprovechando la confusión en términos de información y que este canal de distribución no va a ser tan restringido como la movilidad del resto de las personas.
Cabe subrayar que, para la Ciudad de México, la mayoría de los restaurantes e incluso algunas fondas han cerrado sus espacios físicos, pero continúan funcionando bajo la modalidad de entrega a domicilio.
Dicho sistema de reparto abre la posibilidad de que integrantes de grupos delictivos se aproximen a los domicilios para identificar vulnerabilidades e incluso ingresar a ellos bajo esa figura para cometer robos.
Otra posibilidad sería que una vez cerca o dentro del inmueble pudieran utilizar alguna amenaza de contagio para obtener objetos de valor o recursos económicos. Esta posibilidad se podría materializar conforme se incrementen las cifras de contagios y muertes por coronavirus y el pánico se apodere de los ciudadanos.
Un riesgo adicional es que los propios “tamemes” sean víctimas de robo de las mercancías y comida que transportan, así como de los montos económicos que pudieran llegar a recoger una vez que los pagos electrónicos llegaran a disminuir y se tenga que utilizar dinero en efectivo.
Algo que aún no está contemplado en el horizonte por parte las autoridades federales, estatales y municipales, pero que ha sido utilizado por grupos de secuestradores en la Ciudad de México y el estado de Guanajuato, consiste en que los repartidores sean obligados a entregar mensajes para extorsionar a las familias y recoger lo conseguido (ya sea en especie o en dinero), algo así como una nueva forma de “cobro de piso” en tiempos de crisis por coronavirus.
Si bien no son tiempos para alarmar a la población, es pertinente tomar en cuenta que los grupos delictivos buscarán la forma de evadir las restricciones y la vigilancia que ya realizan las autoridades, y uno de ellos es montarse en la figura de los repartidores
Un apunte final y que poco tiene que ver con los “tamemes digitales”, pero es oportuno analizar, es el referente a la salida de amas de casa y ciudadanos en general a las calles en busca de alimentos cuando estos falten. De ser así, estaríamos frente a una nueva expresión del otrora llamado “cacerolazo”, solo que en esta ocasión no sería impulsado por cuestiones político-ideológicas, sino exclusivamente por carencia de víveres.
Si esto llegara suceder, no habría capacidad humana ni de las autoridades para evitarlo, a menos que decidan enfrentarlos y reprimirlos, algo que no esta contemplado en la hoja de ruta de la denominada “4T”.
Por lo pronto a quedarse en casa, pero sin bajar la guardia ante los eventuales riesgos.
Facundo Rosas realizó sus estudios de Ingeniería en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), donde fue condecorado con la “Medalla al Mérito Universitario”; cuenta con Maestrías en Administración y en Seguridad Pública y Derechos Humanos.
Entre marzo de 2010 y febrero de 2012 atendió directamente la problemática de violencia en Ciudad Juárez, Chihuahua en el marco de la Estrategia “Todos Somos Juárez”.