OPINIÓN | 2021 arranca igual de violento que 2020
La violencia no se ha ido y más bien parece normalizarse, por lo menos es lo que se vislumbra con hechos como los de Camargo, Tamaulipas
De acuerdo con las cifras que en materia de homicidio doloso da a conocer preliminarmente el Gabinete de Seguridad de lunes a sábado, el promedio diario entre los primeros 25 días de enero de 2021 no muestran una diferencia estadísticamente significativa respecto del mismo mes de 2020, por lo que se puede adelantar que la violencia se ha normalizado.
Al 25 de enero de 2020, el número de víctimas de homicidio doloso a nivel nacional era de 1,903 casos y un promedio de 76.1 al día, mientras que al 25 de enero de 2021 la cifra fue de 1,935 víctimas y un promedio diario a 77.4, es decir casi iguales.
Dicho en otras palabras, el país ha entrado en una especie de impasse cuando deberíamos estar en franco descenso con miras a ubicarnos en la tasa promedio de los países de la OCDE que es de 3.6 homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes, como se prometió al inicio del sexenio, es decir 8 veces menor que la tasa con que cerró 2019 (29 homicidios dolosos) y similar a la del primer semestre de 2020 según el avance reportado ayer por el INEGI, y no las 4 décimas de punto porcentual alcanzadas en 2020 según el Sistema Nacional de Seguridad Pública.
De muy poco ha servido el supuesto cambio de estrategia de “trabajo conjunto” de la actual administración por la de “coordinación” de los sexenios anteriores; en nada abona el incremento en el número de efectivos destinados a la prevención y combate de los delitos por parte del gobierno de la República, al pasar de 40 mil elementos de la extinta Policía Federal a 100 mil de la Guardia Nacional como lo presumiera el ejecutivo federal el domingo en San Luis Potosí antes de dar positivo a Covid-19.
En poco abona el cambio de titular en Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana si al final no tiene el control y mando de los elementos castrenses comisionados a la GN.
Por donde se le quiera ver, a más de dos años de gobierno la estrategia aún no impacta en un cambio significativo en la tendencia de la violencia, en todo caso los homicidios dolosos se han estabilizado en una meseta que amenaza con extenderse en el tiempo.
Está claro que destinar mayor presupuesto, desplegar más elementos de la GN, construir más cuarteles y realizar más reuniones matutinas ya no es suficiente; tampoco alcanza decir que se están matando entre las bandas (se matan entre ellos), ese discurso ya fue criticado en el pasado por quienes ahora detentan el poder y solo funciona como distractor o como excusa ante los escasos resultados, a no ser por la ayuda del coronavirus.
Recibir el reporte de asesinatos de las últimas 24 horas de lunes a viernes en sesiones en las que participan representantes del gobierno federal, gobernadores y presidentes municipales, coordinados por el responsable de los programas del Bienestar, tampoco alcanza porque en las reuniones operativas no se aborda la atención a las causas, mucho menos si éstas solo duran 8 minutos y sirven para que cada dependencia de lectura a los casos de homicidio doloso y enfrentamientos que se presentaron en su jurisdicción.
El escaso margen de tiempo tampoco es suficiente para realizar ajustes de orden táctico y operativo a la estrategia, tampoco construir acuerdos y dar seguimiento a indicadores y metas congruentes con lo ofrecidas en campaña.
Si nos trasladamos a la atención de las causas, por más que lo repita el presidente de la República y la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, sus efectos positivos fueron prácticamente borrados por la pandemia, es decir, no ha habido crecimiento económico ni ha aumentado el empleo, la mayoría de los participantes del programa “jóvenes construyendo el futuro” han concluido su capacitación como aprendices pero varias empresas que deberían darles empleo están quebrando por falta de apoyos fiscales y financieros, otras más están cerradas debido a que sus actividades son consideradas como no esenciales.
Las becas educativas apenas alcanzan para pagar la luz y el internet que tampoco ha llegado a todo el país y las clases siguen siendo a distancia.
Si volteamos a ver el programa “sembrando vida” el problema es el mismo, las metas no se han cumplido y el número de sembradores sigue en aumento al igual que los recursos destinados para tal fin.
Cálculos conservadores indican que de acuerdo al presupuesto 2021, a cada uno de los 430 mil sembradores le corresponde un pago mensual de 5 mil 600 pesos, es decir, ganan más que un joven aprendiz de “Construyendo el futuro” (4 mil 251 pesos mensuales), pero con escasa probabilidad de que esa inversión retorne vía explotación de maderas y árboles frutales.
Por lo pronto a esta administración no le tocará cosechar casi nada de lo sembrado, además de que tampoco hay estudios sobre el impacto de la producción en los mercados locales, regionales y a nivel nacional, así como en la industria procesadora de frutas regionales y de madera, independientemente de que un número considerable de ellas han sucumbido ante la pandemia.
Por todo lo anterior no debe sorprendernos que en el corto plazo los problemas económicos que ya generó el coronavirus traigan consigo el surgimiento de nuevos mercados ilícitos y nuevas modalidades delictivas, que se irán acentuando con la apertura de las actividades no esenciales.
Entre los nuevos mercados ilícitos seguramente van a estar el de medicamentos para el tratamiento del Covid-19 y otros más que escasean por efecto de la pandemia, el oxígeno medicinal y desde luego las vacunas, que como señaló el gobernador de Puebla, ya le ofrecieron la primeras a su administración.
Mientras dichos mercados florecen y se entrelazan con la economía formal, la falta de oportunidades que trae consigo la crisis económica orillará a jóvenes y no tan jóvenes a buscar una salida falsa a través de las drogas, ya sea como consumidores o como vendedores al menudeo.
Si no lo creen revisen cuánto creció el narcomenudeo a nivel nacional en 2020 y se darán cuenta que aumentó 9.3%, mientras que en algunos estados como Puebla se incrementó 163%, algo verdaderamente preocupante.
En síntesis, la violencia no se ha ido y más bien parece normalizarse, por lo menos es lo que se vislumbra con hechos como los de Camargo, Tamaulipas del 22 de enero, que chocan con el discurso de que la estrategia de seguridad ha sido eficaz, ya no hay masacres y los resultados comienzan a sentirse.