OPINIÓN | Pobreza y violencia: mundos paralelos
Dicho en otras palabras, la relación existente entre pobreza y violencia no es de tipo causal, es decir una no es causada por la otra y tampoco una depende de la otra.
Si bien los datos más recientes en materia de pobreza y pobreza extrema dados a conocer por el CONEVAL indican que entre 2018 y 2020 se registró un incremento a nivel nacional, eso no significa que en automático se haya incrementado el nivel de violencia, como se ha querido hacer creer recientemente por parte de algunos medios de comunicación.
Hasta el momento no existe evidencia empírica que sustente la premisa de que a mayor pobreza, mayor violencia; en todo caso se trata de una serie de datos aislados que eventualmente podrían dar pie a una hipótesis endeble a la que habría que robustecer con más información antes de saltar al terreno de las inferencias.
Lo que sí se alcanza a apreciar en el comportamiento de dichas variables (pobreza y violencia) es que por momentos corren en una especie de mundos paralelos que no dependen el uno del otro y que tampoco se tocan.
Dicho en otras palabras, la relación existente entre pobreza y violencia no es de tipo causal, es decir una no es causada por la otra y tampoco una depende de la otra.
En todo caso podría tratarse de una correlación positiva pero con un valor mínimo que no significa una condición, en la que si una variable avanza en un sentido la otra también, ya sea a la alza o a la baja.
Dicho lo anterior, según el CONEVAL en 2018 existían en nuestro país 51.9 millones de personas en situación de pobreza equivalentes al 41.9% de la población, mientras que para 2020 ésta aumentó a 55.7 millones equivalentes al 43.9%, es decir 3.8 millones más como resultado de la pandemia del coronavirus y la pérdida de más de un millón de empleos formales durante 2020
Es decir, en solo 3 años la pobreza se incrementó 2% en México y dos de los tres años evaluados ya corresponden a la actual administración encabezada por Andrés Manuel López Obrador.
Ahora veamos el comportamiento de la violencia, según el Sistema Nacional de Seguridad Pública entre 2018 y 2020 el homicidio doloso aumentó 2.4%, al pasar de 33 mil 740 víctimas en 2018 a 34 mil 554 en 2020.
El feminicidio por su parte se incrementó 6.9% al pasar de 914 en 2018 a 977 en 2020, evidenciando que la violencia contra las mujeres aumentó en una proporción mayor que el homicidio doloso.
El INEGI por su parte reportó que durante 2018 se registraron 36 mil 685 homicidios intencionales, mientras que para 2020 la cifra subió a 36 mil 773 casos, lo que significa un incremento marginal de 0.24%, que echa por tierra el discurso de López Obrador en el sentido de que resolviendo las causas de la violencia y la delincuencia, entre ellas la pobreza, sus indicadores disminuyen.
En conclusión, la pobreza por sí sola no genera violencia sino que requiere del concurso de otros factores que catalicen dicho fenómeno, entre ellos los mercados ilícitos (droga y mercancías robadas), la logística delictiva tales como armas de fuego, vehículos robados, casas de seguridad y equipos de comunicación “segura”, así como la debilidad institucional de las policías, entendida como estado de fuerza escaso, salarios bajos y falta de capacitación y conducción.
Si la pobreza por sí sola generara violencia, los estados de Guanajuato, Chihuahua, Zacatecas, Colima, Sinaloa, Nuevo León y Michoacán, por citar algunos, no se ubicarían entre los más violentos en términos de homicidio doloso ya que sus niveles de pobreza son de los más bajos. En sentido inverso los estados de Chiapas, Oaxaca, Puebla y Tlaxcala serían los más violentos por el sólo hecho de que registran altos niveles de pobreza, pero la realidad nos dice otra cosa.
Sin embargo, no podemos perder de vista que la condición de pobreza de las personas puede ser aprovechada por los grupos delictivos para reclutarlas e incorporarlas a alguna parte de la cadena delictiva, comenzando con las labores más “sencillas” como las de informante, pero éstas pueden escalar hasta convertirse en sicarios o generadores de violencia.
Prueba de lo anterior es lo que pasó en Ciudad Juárez, Chihuahua en 2010 donde jóvenes sin ninguna oportunidad laboral se enrolaban con los grupos delictivos que peleaban por dominar un área geográfica para vender drogas ilícitas y terminaban convirtiéndose en sicarios que hacían las veces de “carne de cañón”.
Algo parecido pasa en el Valle de México y Acapulco, Guerrero, donde la violencia en las zonas marginadas parece dar la razón a quienes sostienen, con deseos más que con argumentos e información sólida, que la pobreza genera violencia, lo cual “no es falso pero exageran”.
*Las ideas contenidas en este texto son responsabilidad de su autor y no reflejan la postura de News Report MX
Facundo Rosas realizó sus estudios de Ingeniería en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), donde fue condecorado con la “Medalla al Mérito Universitario”; cuenta con Maestrías en Administración y en Seguridad Pública y Derechos Humanos.
Su trayectoria incluye el haber sido Director General de Terrorismo de la Policía Federal Preventiva (PFP), Director General de Análisis Táctico de la Agencia Federal de Investigación (AFI), Coordinador de Inteligencia para la Prevención de la PFP, Subsecretario de Estrategia e Inteligencia Policial de la SSP Federal, Subsecretario de Prevención, Vinculación y Derechos Humanos de la SSP Federal, entre otros cargos.
Entre marzo de 2010 y febrero de 2012 atendió directamente la problemática de violencia en Ciudad Juárez, Chihuahua en el marco de la Estrategia “Todos Somos Juárez”.