24 de abril de 2024

Francisco: No fingir ante los signos que exigen renovación en la vida consagrada

El Papa en su homilía de la Jornada Mundial de Oración por la Vida Consagrada habló de la reducción del número de vocaciones, el abandono de la vida consagrada, las aspiraciones de poder y de fama como insidias que sólo mirando al Señor como pide el Espíritu Santo, desde la pequeñez y la fragilidad, pueden abrir los corazones para abrazar nuevamente a Jesús.

Alina Tufani- Ciudad del Vaticano

Tres preguntas resonaron en la Basílica de San Pedro, cuando el Papa, hoy, en su homilía de la celebración en la Jornada Mundial de Oración por la Vida Consagrada, interpeló a fieles y consagrados: por quién nos dejamos inspirar, por el Espíritu Santo o por el espíritu del mundo; qué amor nos impulsa, el del Espíritu Santo o la pasión del momento; qué ven nuestros ojos y a quién estrechamos en nuestros brazos, al Señor o a nuestras circunstancias y aspiraciones. Respuestas que para el Santo Padre tienen que llevar a la vida consagrada y a todos los creyentes a una renovación del entusiasmo, a la acción, a una visión renovada y, aunque entre dificultades y cansancios, a tomar “en brazos a Jesús”, para colocarlo “de nuevo a Él en el centro” y seguir adelante con alegría.

 

Con el sugestivo rito de la Bendición de las candelas, tradición antigua de la Iglesia en el día de la Presentación de Jesús en el Templo, Francisco abrió la procesión de entrada en una basílica en penumbras que con el canto del Gloria se iluminó como nuestras vidas con la llegada del Jesús, Padre de la luz y de vida.  También hoy, la Ecclesiastica Communio concedida por el Sumo Pontífice a Su Beatitud Raphaël Bedros XXI, Patriarca de Cilicia de los Armenios expresada en las especies sagradas, juntos compartidas,  y que confirman la comunión con el Papa y la Iglesia de Roma.

 

El virus del narcisismo o la obsesión de protagonismo.

A la luz de los pasos cumplidos por Simeón que junto a Ana llevan al templo a Jesús, el Papa conduce su homilía comenzando por lo que los “mueve” a llegar hasta allí, es decir, el Espíritu Santo que “inflama el corazón de Simeón con el deseo de Dios”. Así actúa el Espíritu Santo, afirmó el Papa, “nos hace capaces de percibir la presencia de Dios y su obra no en las cosas grandes, tampoco en las apariencias llamativas ni en las demostraciones de fuerza, sino en la pequeñez y en la fragilidad”.

 

Como las “mociones espirituales”, advirtió el Papa, que inspiran a los consagrados a discernir si los sentimientos de su alma provienen o no del Espíritu Santo, a veces se corre el riesgo de concebir la propia consagración “en términos de resultados, de metas y de éxito». En lugar de ir hacia la pequeñez como quiere el Espíritu, de preguntarse qué amor los impulsa y qué los mueve, se va en busca de “espacios, de notoriedad, de números”.

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