26 de abril de 2024

Hermosillo, Sonora; 20 de octubre de 2022.- Si los ojos son el espejo del alma, la voz es su proyección. A sus 21 años, María de Jesús Li Ferrales ya deslumbra con su talento: el canto. Su voz es tersa y calmada, de una madurez inusitada para su edad. Cuando habla transmite una emoción contenida. Lleva la música en la sangre, en su genética, en su pasado. Hija de dos grandísimos maestros que vinieron a fundar y revolucionar la escena operística en Sonora, Jesús Li Cecilio y Marybel Ferrales, María ha decidido seguir sus pasos.

“Mi relación con la música inicia desde pequeñita. Yo era la gritona de la casa. Siempre dije que quería ser cantante. Ponía a las personas que venían a la casa como espectadores y me ponía a cantar”, recuerda María Li.

Pero la música no es un simple pasatiempo. Más allá del talento innato, requiere compromiso, fuerza de voluntad y una disciplina casi militar. Ahí es donde reside el mérito de la joven soprano. Hay una cantidad de sacrificios que se tienen que hacer para llegar a los grandes escenarios y seguir los pasos de sus padres.

“A los 14 años fue cuando me di cuenta que quería cantar ópera. Mi mamá estaba montando la Zarzuela cubana ‘María la O’, de Ernesto Lecuona. Se dio la oportunidad de que una participante abandonó por motivos personales y estaba el puesto vacante para la niña Tula. Le dije a mi mamá ‘dame la oportunidad’. Ella me respondió que, si estaba segura porque no iba a tener preferencias y que, si lo hacía mal, me iba a decir. Hice la audición y quedé. Al principio, me sentí nerviosa pero un nervio muy bonito porque estaba mi familia. Me crié en las aulas de la Universidad de Sonora, soy búho desde chiquita. Cuando yo pisé el escenario tomé la decisión de hacer ópera, hacer zarzuela”, relata.

Lectora voraz de las novelas de Jean Austen -de quien dice haber leído toda su obra, su favorita siendo “Emma”- hay en la voz de María un dejo de inocencia, una sensibilidad y honestidad única. Su vida no ha sido sencilla. Su padre, Jesús Li, falleció 6 meses antes de que ella naciera. Un accidente que conmocionó a toda la escena musical sonorense. Sus padres llegaron a Hermosillo desde Cuba en 1995, dos años antes se presentaron en el Festival Alfonso Ortiz Tirado. Ambos con trayectorias destacadísimas en el mundo operístico, vinieron a poner la piedra fundacional de la ópera sonorense.

“Es muy difícil no tener a mi papá. Yo me he formado su imagen viendo fotos y videos que hay en Youtube. Lo primero que yo escuché es un disco que mi mamá y papá grabaron en la Unison. Con el simple hecho de que me digan “conocí a tu papá”, se me hace un nudo en el corazón, es un vacío que nadie va a llenar. Yo quisiera tener un recuerdo abrazándolo, cantándole, que me diera una clase, pero tengo una parte de él en mí. Estoy en la escuela que él y mi mamá fundaron. Entonces, es un motor para mi vida. Cuando yo piso el escenario siento una conexión con él. Algún día nos vamos a encontrar, en donde sea, en el cielo, reencarnando, nos vamos a encontrar. Soy dichosa porque tengo a mi mamá y a dos papás, mi papá Jesús Li y mi papá Jorge Humberto. Tengo tres padres”.

En la minimalista ópera “La voz humana” Jean Cocteau plantea una historia trágica en torno a los desencuentros que produce el amor. Pero más allá de eso, es una sentida reflexión sobre la potencia simbólica de la voz humana. La voz como la forma hegemónica de la comunicación humana, como el vehículo para trascender y expresar las emociones. Cantar es uno de los ejercicios donde la libertad se muestra a sus anchas y el punto catártico ideal. Es lo que ocurre con María cuando canta “Estrellita”, que un nudo le atenaza las cuerdas vocales pensando en su padre.

A esa ausencia, María ha encontrado la forma de sobrellevarla: la música. El canto. La voz no sólo entendida como instrumento sino como lazo indeleble con su padre. El canto es un ejercicio espiritual, intelectual y físico muy celoso que exige un compromiso radical. María, amante de la obra de Donizetti (en específico de Lucia de Lammermore), entiende que la voz tiene algo único y específico: cantar es trabajar con ideas.

“Nosotros trabajamos con ideas. Te dicen, por ejemplo: ‘Piensa la voz flotada’. Entonces, tenemos que interpretar las indicaciones. Es muy diferente a cuando tocas violín u otro instrumento, porque ahí es más objetivo, te pueden corregir la posición de la mano, pero con la voz es con ideas. Por eso es tan importante la conexión que puedas generar con quien te enseña. A mí, además de mi mamá, con el maestro Ángel Rodríguez he tenido esa conexión, ha sido un pilar fundamental de mi formación y a la Fundación para la Enseñanza de la Ópera en Tijuana A.C, que siempre me han apoyado”, indicó la soprano.

El futuro es brillante para María que tiene un destino y varias rutas para llegar a él.

“Recibir este reconocimiento en un festival de tal magnitud es un gran honor para mí y no sólo es para mí, es para todos los que confiaron y tuvieron fe en mí”, finaliza la joven soprano.

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