El presidente de la pantalla
A poco menos de un año que terminen las mañaneras del presidente y con ello su administración, el peso de la realidad comienza a relucir todos los días.
Cada palabra y discurso que emplea López Obrador comienza a tener un impacto menor y sobre todo las noticias diarias reflejan que el bienestar de las y los mexicanos va en deterioro.
La identidad ordenada de Andrés Manuel durante este sexenio ha caído en un ciclo repetitivo que solo adormece y nos inquieta a todos al no saber cuántas i-n-c-a-p-a-c-i-d-a-d-e-s más puede demostrar en el manejo del país.
La fotografía que hoy presento es el mejor ejemplo de lo que ha sucedido en el interior del Palacio Nacional. Una puesta en escena que a la distancia pareciera que no hay nadie mas que él y el camarógrafo, y aunque sepamos que hay más medios de comunicación, el encuadre es perfecto para contextualizar que el presidente está tan lejos de la gente, que solo se ve en un visor de teléfono.
Las palabras que antes seducían a la gente, esas que repite hasta el hartazgo “corrupción, neoliberales, fifís o conservadores” hoy se pierden entre la monotonía de un líder que no sabe cómo controlar su ira y el descontrol que le ha causado la aparición de Xóchitl Gálvez como candidata de la oposición.
Está enojado, el país y su “pueblo bueno” han dejado de hacer cosas buenas y han salido a tomar carreteras, a lanzar explosivos, y a exigir el poder que parece que se le está yendo de las manos.
Este líder que aparece en pantalla ha dejado sus entrañas en el templete promoviendo mentiras, negatividad, eufemismos, insultos, amenazas y sus propias obsesiones están caducando. Quizá durante su periodo, ha pasado más del 90% «dirigiendo» al país desde el interior de nuestro Palacio.
Su despliegue comunicativo puede ser aún influyente, pero de acción va en caída libre. Ni el único y solitario vagón que presentaron ante ellos mismos del Tren Maya supera la inseguridad a la que todo el país enfrenta.
Lo único que vemos es a un presidente enojado, emberrinchado, sin autoridad moral, soberbio y sin capacidad de maniobra.
Por eso Xóchitl Gálvez nos atrapa, porque está siendo capaz de equilibrar la emoción con la razón, saliendo a hablar con la gente, reuniendo a un buen sector de la sociedad y hablándoles con la verdad.
Hoy todo lo que vemos del presidente es a un personaje inerte que solo levanta su dedito para enfatizar su incapacidad de controlar lo que antes parecía que sí lo hacía, así como en la foto.