5 de noviembre de 2024

Un sueño vuelto realidad en la NASA

Andrea Salazar, ingeniera industrial que formó parte de un programa de la NASA y cuyo trabajo hoy se encuentra en la Estación Espacial Internacional, visitó el campus para compartir, en el marco de la Semana de la Astronomía del ITESO, su historia.

Un sueño vuelto realidad en la NASA

Un sueño vuelto realidad en la NASA.- El 1 de agosto de 2023, a las 8:31 de la mañana, hora del este de Estados Unidos, en las instalaciones de la NASA en Wallops Island, en el estado de Virginia, una combinación de gases combustibles hacía ignición y encendía con un estruendo ensordecedor los propulsores del cohete espacial CRS-19 Antares, de la empresa proveedora Northrop Grumman.

 

El proyectil que impulsaba a la nave Cygnus comenzaba a romper la atmósfera llevando en su interior reabastecimiento para la Estación Espacial Internacional que circunda la Tierra. El cargamento incluía más de 3 mil 700 kilos de equipo de ciencia e investigación, suministros para la tripulación, hardware para vehículos del laboratorio orbital, y un elemento simbólico, que no por ser más ligero deja de ser menos importante: las ilusiones de un grupo de chicos que desde el suelo veían su esfuerzo partir rumbo al espacio.

 

A unos kilómetros de distancia, Andrea Salazar Gómez, una ingeniera industrial de 26 años, egresada del CETI en Tonalá, quien formaba parte de ese equipo, no podía evitar los gritos y las lágrimas de emoción al ver despegar la astronave desde un lugar seguro donde les habían permitido atestiguar el lanzamiento. Parte de esa experiencia que culminó, al menos en su primera fase, con ese vuelo, fue compartida en la Semana de la Astronomía del ITESO, que tuvo como invitada a Andrea con la conferencia “De la mente al despegue. SMOL, mi experiencia en la NASA”.

 

Dos años atrás, Andrea estaba en una habitación pequeña en las instalaciones militares de la agencia estadounidense en Huntsville, Alabama, preguntándose a sí misma: “¿De verdad está sucediendo esto?”. Eran las 7 de la mañana y no tenía tiempo para pellizcarse; desde afuera una voz le indicaba que tenía cinco minutos para bajar a desayunar antes de empezar las labores dentro del International Air and Space Program (IASP), en la edición de febrero de 2021.

 

El IASP es un programa desarrollado por la empresa aeroespacial binacional (México-EU) AEXA, en conjunto con la NASA, y consiste en un periodo educacional que implica el desarrollo de un proyecto que incluye trabajo en equipo y soluciones tecnológicas para problemas relativos a la industria aeroespacial. La aplicación al programa se hace desde todo el mundo y sólo son aceptadas 60 personas cada año.

 

“Comencé desde el 2020 mi plan para entrar a este programa; tuve que realizar un proyecto para eso, unas botas electromagnéticas. Se revisó y se hicieron entrevistas, lo presenté ante unos jueces y posteriormente me dieron mi carta de aceptación”, recuerda Andrea, quien además es tecnóloga química en fármacos.

 

Una vez dentro, como parte del equipo Langley y asesorados por un ingeniero de la NASA, se dedicaron a desarrollar el prototipo SMOL (Small Mass Orbit Leg), un pistón que ayuda a disminuir el consumo de combustible, el tiempo y los costos tanto en despegues como en aterrizajes: “Se busca reducir la necesidad de componentes complicados y piezas móviles en sistemas complejos, es un mecanismo flexible que ayuda como un pistón”.

 

La semana que Andrea pasó en la NASA incluyó otro tipo de ejercicios, pues construyeron un cohete a escala; experimentaron la fuerza gravitacional, una simulación de caminata lunar y de despegue; conocieron astronaves, aviones y equipo utilizado en expediciones espaciales pasadas; escucharon los testimonios del astronauta Ken Cameron, tuvieron clases de vuelo en simulador y hasta volaron una avioneta tipo Cessna.

 

Al final de la experiencia, debieron presentar su proyecto ante un panel de jueces. Su equipo obtuvo el puntaje más alto, ganó el primer lugar —el Grand Price Overall Design— y con ello el derecho a que su prototipo, hecho de acero, aluminio y cobre, pase seis meses en la Estación Espacial Internacional dentro del módulo de experimentación internacional de materiales (MISSE, por sus siglas en inglés), donde se probará su resistencia y vida útil.

 

“Lo que tenemos planeado es seguir con el proyecto, ver si hay que mejorar la pieza, en caso de que tengamos algún fallo, y también tenemos otra pieza manufacturada que se va a mandar Alemania para que hagan pruebas allá”, explicó.

 

Andrea recomienda a las personas interesadas en aplicar para este tipo de iniciativas internacionales —la convocatoria se publica anualmente en el sitio https://aexa.biz/— explorar las necesidades o pensar en un proyecto que pueda hacer falta en la NASA; para ello es necesario estar informado y seguir con interés las últimas novedades aeroespaciales.

 

Pero más importante para ella es mostrar ahínco y deseo de llegar a estas alturas, sobrepasando cualquier tipo de obstáculo, por ejemplo el hecho de que el campo de la ingeniería mucho tiempo ha estado dominado por hombres.

 

“Para la mujer, la ingeniería es muy difícil; me ha tocado vivir que me digan ‘Tú no vas a poder’, ‘Tú no eres’ o ‘Ay, sí, la ingeniera’. Pero también me tocó trabajar con mucha gente que me ha ayudado y me ha asesorado para seguir en este camino. Es difícil porque la ingeniería sigue siendo ‘para hombres’, pero realmente las mujeres tienen mucho potencial; aquí vamos a seguir, echando para delante siempre”, dijo.

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