Marcha del 8 de marzo, sentimientos agridulces

En el marco de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, la marcha del 8 de marzo es el punto cumbre de una serie de actividades que realizan tanto las autoridades de los distintos niveles de gobierno como los diversos grupos y asociaciones activistas que buscan sensibilizar y concientizar a la sociedad sobre las acciones a favor de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, así como de una vida libre de violencia de género.
Pero ir a la marcha del 8 de marzo en la Ciudad de México va más allá de lo que muchas personas consideran que es solo ir a gritar, pintar y caminar por las calles principales de la ciudad, que se pintan de morado enmarcadas por la temporada de jacarandas.
Y es que quien ha ido a varias marchas del 8M puede sentirse identificada en que es el día en que las mujeres se sienten parte de una manada, caminando todas juntas, pero cada una con su historia y su consigna.
Encuentras amigas, colegas, familia y hasta redes de apoyo para quienes a veces se sienten solas. Porque es una reunión de mujeres de todas las edades, donde se crea un espacio seguro donde son escuchadas las que necesitan hablar, abrazadas y, sobre todo, no juzgadas.
Donde no importa si vas con falda o pantalón, escote o no, todas se cuidan y piden respeto.
Es un lugar donde luchar como niña se convierte en un orgullo, porque ves a tus hermanas gritando, tocando la batucada o haciendo un llamado con un caracol de mar. Cada una lucha con sus colores, glitters, flores, música y cantos, pero todas con la finalidad de buscar el bien común para todas y todos.
Porque si se consigue dar un paso, es uno menos para la generación futura, y eso nos lo hacen ver las mujeres mayores que también asisten o salen desde los balcones mandando besos y aplausos para las que marchan, porque sin conocer su historia, podemos suponer que no les fue fácil, ya que que vivieron tiempos más adversos, pero que gracias a ellas se abrió el camino para que hoy todas puedan gritar y marchar.
Y es así como se debe ver el feminismo: un paso más para que la sociedad entienda que cuando una mujer nace, solo tiene los derechos que otra mujer luchó para tener, desde la educación, el voto, apertura a espacios públicos, la igualdad salarial, el derecho sobre nuestros cuerpos y que no sean usados como moneda de cambio, entre otros aspectos.
Todo esto nos demuestra que la marcha no significa un llamado contra los hombres, como muchos lo quieren hacer ver, catalogando a las mujeres de feminazis, locas, provocadoras, etc., sino que es contra la violencia y las prácticas patriarcales que no solo dañan y someten a las mujeres, sino también a los hombres.
Dentro de la batucada y los megáfonos, se exige justicia, pero no una selectiva, sino una para todos, donde la libertad, el respeto y la igualdad de condiciones sean los ejes de la sociedad mexicana.
Y es que este 2025, la marcha estuvo compuesta por muchos carteles en donde varias mujeres denunciaron a sus violentadores y abusadores, sin importar si eran hombres “famosos” o completos desconocidos. Sus víctimas los señalaron con fotos y denuncias oficiales en proceso. Lo cual demuestra que, mientras se ganan espacios positivos, también existe un alza o mayor visibilización de los focos rojos que vive la mitad de la sociedad.
Es por ello que el trayecto de la marcha deja un sabor agridulce, porque mientras estás en pie de lucha gritando las consignas, puedes sentirte segura y acompañada, pero a la vez vas leyendo o escuchando tantas historias, que te das cuenta de que hay muchas mujeres que han sufrido acoso, violaciones, maltrato o cualquier tipo de violencia en sus diferentes niveles.
Donde muchas no tienen una familia que sea su grupo seguro, sino que ahí se encuentran sus violentadores, ya sean padres, tíos, primos, esposos, parejas, etc. Que sus lugares de trabajo son espacios hostiles o su andar por las calles de la ciudad se convierten en un campo minado, que al menor error te puede convertir en una víctima.
Te das cuenta de que muchas vivimos desde un gran privilegio en comparación con otras, y por ello la responsabilidad de luchar hombro con hombro es mayor, para que todas contemos con el piso parejo y se rompan los techos de cristal.
Porque la marcha es el 8 de marzo, pero para todas las asistentes, debe convertirse en un activismo de los 365 días del año, para que un día las historias de terror que viven cientos de mujeres sean minoría y no mayoría dentro del recorrido.
Que las infancias estén seguras y que no tengan que marchar como ahora lo hacen con sus madres o sin ellas para pedir justicia. Y que ninguna joven tenga que romper el silencio de los abusos que sufrió cuando era una niña, porque las “infancias no se tocan”.
Y la asistencia de más de 200 mil mujeres, que registró la Secretaría de Gobierno de la Ciudad de México y la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de Méxicos, demostró que la lucha sigue y la marea morada seguirá siendo imparable.
Finalmente, este día es para reflexionar que cada una tiene una forma de expresar y sentir su feminismo y rol de género, además de que cada una tiene un proceso diferente de deconstrucción social, porque participar en el 8M debe tener ese objetivo: abrir el pensamiento, exponer las historias de vida, crear canales de comunicación activa y, sobre todo, aprender a escuchar sin juzgar para construir sororidad.
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