Los habitantes de la ciudad y Valle de México “no están equivocados”: se necesita renovar y mantener el Sistema Metro
Falta de sentido común suponer que, con 6 mil soldados de la Guardia Nacional, se solucionará el transporte colectivo más importante de América Latina
Más de 10 millones de habitantes de la Ciudad de México, y alrededor de 5 millones de personas de estados circunvecinos, usuarios consuetudinarios que se desplazan de entre dos y cinco ocasiones por día en el Sistema de Transporte Colectivo (Metro) “no pueden estar equivocados” en el sentido de que, lo que necesita con urgencia este medio de transporte masivo, es mantenimiento y renovación de furgones, sistemas modernos de control y capacitación permanente de personal.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador –que en todo está, desde Palacio Nacional—y la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, acordaron que se trataba de “sabotaje y espionaje” la serie de accidentes que, últimamente, han afectado a ese sistema de transporte, sobre todo en los últimos meses; llegaron a la conclusión de que, para dar “seguridad” a los usuarios por dichas razones, se ordenaría a la Guardia Nacional (GN) disponer de 6 mil elementos para “vigilar ese efecto”.
Al parecer, no precisaron qué tipo de “seguridad para los usuarios” y supusieron, cada uno a su real saber y entender, lo que resultó que, en todas las instalaciones del Sistema de Transporte Colectivo, Metro, amanecieron 6 mil soldados de la Guardia Nacional, con la orden de vigilar todas las instalaciones de las 195 estaciones y “el despacho de mando”, incluidos los 226.5 kilómetros de recorrido conjunto del sistema.
Los diferentes medios de comunicación, siempre atentos a lo que ocurra en todo México, sea bueno, malo o peor, dieron fe de que la vigilancia en instalaciones del Metro, o se confundieron los mandatarios de México y de la Ciudad de México, o ellos están convencidos de que era necesario vigilar hasta el último rincón de la infraestructura ferroviaria.
Y sí, los soldados cumplen con su misión y es su obligación cerciorarse de que, o es sabotaje o, de plano, es sabotaje. Circulan videos por celulares, referentes a que los elementos de la GN andan caminando en los rieles centrales de las vías, buscando “pulgas” con sus aparatos alumbrando en lugares recónditos, sin ninguna precaución o protección, pues se trata de que corren alto riesgo de electrocutarse. La fuente de poder para mover los furgones, ¡es de alta tensión!
En noticieros de todos los canales de televisión, publicaron imágenes de una señora joven que llevaba en las manos una refacción de lavadora, a fin de conseguir una nueva en el centro de la ciudad. Surge el amontonamiento y se le cayó la refacción de plástico a las vías, lo cual provocó fricción con llantas y rieles. El pánico se apodera de los usuarios del Metro y así ocurren problemas leves que alarman.
Otro caso fue el de un envase vacío de refresco o cerveza, encontrado debajo de los cables de energía, el cual fue recogido con mano pelona por un soldado con uniforme del Ejército. Son imprudencias de viajeros que suceden con frecuencia, pero, que quede claro, que eso no es sabotaje, como creen las autoridades, que ya no sabemos si realmente son autoridades, desviadores de otro tipo de problemas, o verdaderamente el Metro es motivo de sabotajes bien identificados.
Mientras esto ocurre en el STC (Metro), en gran parte del territorio mexicano la delincuencia “ha tomado posesión”. Como nunca que se tenga registro, en un gobierno encabezado por Andrés Manuel López Obrador, se ha llegado a la espeluznante cantidad de 140 mil personas muertas violentamente y casi 30 mil desaparecidas en el breve espacio de cuatro años de gobierno.
Por otra parte, no hay referencias de gobiernos anteriores que hayan desaparecido programas especialmente enfocados a dar diversos apoyos a las mujeres, a las madres trabajadoras con hijos pequeños (las guarderías); retirar la ayuda médica a niños y enfermos adultos con cáncer; servicios de salud abandonados; medicamentos insuficientes; vacunación para prevenir enfermedades tradicionales de la niñez, en el olvido oficial.
La desnutrición de infantes, de niños en edad escolar, jóvenes y adultos, ha avanzado de manera riesgosa por la limitación económica y alimentaria, en particular de índices de desarrollo físico y mental inadecuados. No es raro que en México se tengan guarismos de desnutrición en un promedio del 50 por ciento de la población nacional. Eso es alarmante y no se llama “sabotaje”. Ahí está la proliferación de “sabotajes”.
Hay preocupación de qué va a pasar en el corto plazo de año y medio que le resta al gobierno de López Obrador. Una inflación galopante, falta de alimentos para hacer frente a necesidades básicas; desempleo, falta de inversiones en los sectores de la industria –a no ser las obras preferentes de Dos Bocas, Tren Maya y Aeropuerto, que no acaban de “chupar” recursos fiscales—en agricultura y también hay que tomar en cuenta los desvíos de PEMEX y SEGALMEX, cuyo anterior director de este organismo está “loco de contento” en un puesto de alto nivel en Gobernación. Responde al nombre de Ignacio Ovalle Fernández.
En otro orden, muy pocos mexicanos sabíamos que México exporta maíz blanco a países de Centroamérica. Sí, del que supuestamente se utiliza para elaborar nuestras tortillas; es grano de la mejor calidad, el que se produce en condiciones de riego y alta tecnología del estado de Sinaloa, entidad que cuenta con un millón de hectáreas destinadas al riego y se aplica tecnología de “primer mundo”. Allí, obtienen los productores hasta 13 y 15 toneladas por hectárea del cereal.
El gobierno de AMLO acaba de publicar en el Diario Oficial de la Federación, la imposición de un arancel del 50 por ciento al maíz de exportación, con la idea de que el precio de las tortillas en México, no suba más. Ya está en 22 y 24 pesos el kilogramo. Finalmente, creemos que sus amigos centroamericanos van a protestar y el asunto va a quedar “entre doña Leandra y sus hijas”, al fin que los mexicanos “aguantamos vara” además de seguir al pie de la letra su “choro mareador”