OPINIÓN | Y para muestra un tostón…
Con el paso de los días, las conferencias mañaneras de López se han convertido en un noticiero gubernamental al estilo de las grandes dictaduras de Sudamérica
Tiempo y destiempo
Sin duda las últimas dos décadas han sido para México un constante aprendizaje en cuanto a libertades y democracia se refiere. Han sido la década en las que paseamos de la presidencia imperial, al desencanto democrático y tristemente a anhelar el paternalismo del Estado tal vez como el único antídoto que nos permita salvarnos de nuestras malas decisiones.
En este sentido, cada gobierno refleja el momento crítico y las necesidades de una sociedad que sabe que tiene el poder, pero aún no sabe qué hacer con él. Así hemos pasado del «¡Basta ya!» al «¡Vivir Mejor!» al «¡Moviendo a México!» Y cuando todo eso no funcionó, simplemente nos resignamos a votar por el que no oliera a todo aquello…
Esta falta de afecto democrático la entendió perfectamente López Obrador e hizo de este su estandarte para prometer un futuro en el que no tuviera cabida ningún otro partido que no fuera el suyo, el de la renovación moral.
Este ha sido el mas grande acierto de este gobierno, que en entendió como nadie, el hartazgo que la ciudadanía tiene de clase política y que no importando los cómos, su partido -el de la redención- prometiera erradica a estas ratas de una vez por todas.
Menuda manzana envenenada vendió el líder, ya que para lograrlo se alió con lo peor que había desechado la tan vapuleada partidocracia. Y hoy hemos pasado de un país donde se increpaba al Presidente a un país donde cualquier voz que incomode al gobierno es velozmente silenciada a punta de plata o plomo.
Ya en el gobierno encontramos un segundo gran acierto de la actual administración federal, el que el Presidente enfrente día a día a los medios de comunicación. Sin duda es un gran paso en la transparencia, y desde la visión de la comunicación social, es casi infalible que el Primer Mandatario sea el que cada día fije la agenda mediática a tratar.
Desgraciadamente esta estrategia tiene un gran costo, el desgaste de la figura presidencial. Al no haber cada día un tema que requiera del tamaño de la embestidura presidencial, poco a poco la mañanera ha terminado por ser un soliloquio en el que no pocas veces el intercambio de ideas se encuentra pactado previamente. Convirtiendo un ejercicio de transparencia en un noticiero gubernamental al estilo de las grandes dictaduras de Sudamérica
Finalmente un tercer gran acierto de la actual administración ha sido el de promover una política de austeridad, que contrasta con la opulencia y despilfarro que vivimos en anteriores gobiernos. Hasta ahí todo bien, sólo que aquí existen un par de problemas más.
En primera, que en aras de dicha austeridad se ha privado al Gobierno de funcionarios de carrera cuyo expertice era indispensable para el correcto funcionamiento del Estado y peor aún se le ha privado de instrumentos e incluso organismos indispensables para mantener la gobernabilidad, la salud pública y la administración de las finanzas de forma sana.
Todo esto tendría caso si supiéramos a ciencia cierta dónde o a qué se han destinado dichos recursos; sin embargo, a la fecha nadie ni dentro ni fuera del Gobierno Federal ha logrado explicar claramente en qué se han invertido esos cientos de miles de millones de pesos.
Hoy no tenemos una burocracia fuerte, pero tampoco un abasto eficiente de medicamentos y ni si quiera se ha anunciado un nuevo récord en las reservas económicas del Estado.
De esta manera, el Presidente se ha aventurado a pedir un año más para dar resultados, resultados que a la fecha no convencen ni a su partido, ni a sus gobernados ni a los capitales, razón por la cual el próximo año sigue sin pintar nada bien.
Esperemos que el Presidente y su equipo cuenten ya con algún proyecto serio para sortear el difícil panorama que se plantea para México el próximo año, por mientras aquí seguiremos esperando que el milagro lopezobradorista aparezca.