28 de marzo de 2024

Un poeta que escuchaba la naturaleza, veía armonía en formas geométricas, rechazaba el conocimiento lineal y construía intersecciones de saberes estéticos, así recordaron al pintor Ernst Saemisch (Alemania, 1902-México, 1984), en el Centro de Difusión Cultural Casa del Tiempo de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

Durante la presentación del libro Ernst Saemisch, el pintor que oye. Antología de voces el periodista Fernando Galvez y el escritor Alejandro Ortiz conversaron sobre la publicación acompañados de familiares, alumnos y amigos del artista alemán y entre los invitados especiales estuvo Gertrudis Zenzes, viuda del pintor, y su hijo Canek Saemisch, quienes destacaron el análisis detallado de la obra del artista a partir de diferentes voces críticas.

“Hoy celebramos que el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes y la conclusión de esfuerzos diversos hayan hecho posible que salga a la luz un libro que deja ver a escritores y críticos como Sergio Fernández, Teresa del Conde, Carlos Blas Galindo, Conrado Tostado, Cecilio Almazan, César Lorenzano y José Manuel Springer entre otros, y coincidir en la revisión del trabajo del creador germano, pues cada uno de los ensayistas se relacionó de alguna manera con la obra de Ernesto”, comentó la viuda del pintor.

Una revisión del trabajo pictórico de quien vivió la Primera Guerra Mundial –que incluye desde perspectivas artísticas diferentes, aspectos estéticos, conceptuales, emocionales e incluso íntimos– queda develada en la publicación que busca acercar a espectadores y artistas nuevos al pensamiento “concreto y ordenado” de Saemisch, que rechazó la enseñanza en escuelas formales y buscó aprender de su entorno, sobre todo de las formas y las sensaciones de la naturaleza.

“Sobre Saemisch, como sucede con grandes autores, siempre se podrá tejer más y más, ya sea mediante su historia personal o la de otros, y su interacción, además será posible descubrir otros horizontes invisibles que conectan en él todos los puntos y construir huellas y rastros, como evidencia lo que queda plasmado en los textos del libro, en el que hay señales que saltan de las páginas, como la formidable y sólida formación académica que sirvió de base para su posterior independencia”, describió Ortiz, al recordar las tardes de juego en casa del pintor.

El artista plástico creció en Friburgo, Alemania, pronto mostró interés por el arte, pero rechazó las clases bajo el argumento de que le enseñaban “recetas mentirosas para pintar árboles”, desde joven se enfrentó a la crueldad de la realidad: el estallido de la Primera Guerra Mundial y, en particular, la muerte de su madre en 1915, lo que derivó en su ingreso a un internado en Suiza, donde hizo amistad con Albert Einstein, quien lo cobijó e invitó a hacer largos paseos en esquí.

Años más tardes, Saemisch ingresó a la Academia de Arte de Kassel de donde fue expulsado, continuó sus estudios en la Escuela de la Bauhaus, en Weimar, Alemania, y finalmente tomó el camino de la libertad creativa. En 1963 emprendió un viaje a México, que eligió como segundo hogar, donde el arte prehispánico se convirtió en una fuente de inspiración creativa.

“Conocí a Canek en secundaria y profundamente en la preparatoria. Era muy libre para la edad que tenía, su madre le permitía vivir solo, en su casa empecé a ver libros de artistas que yo conocía y a otros nuevos del expresionismo alemán, y luego me di cuenta de que los cuadros que estaban colgados pertenecían a un artista que se llevaba de tú a tú con todos estos hombres fundamentales como Einstein, era sorprendente”, acotó el crítico de arte Galvez.

 

La obra y las investigaciones sobre Saemisch están bajo custodia de la asociación que lleva el nombre del artista, la cual es dirigida por su viuda.

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