25 de abril de 2024

Historias de histeria en la posmodernidad (Parte 12)

Inés era una mujer joven y bella, hija de un hombre trabajador que se encargó asegurarle un patrimonio a su familia, lejos de la violencia de Sinaloa… ¿por qué ella prefirió vivir en un basurero?

mejor me tiro a la basura

Si realmente el sufrimiento da lecciones, el mundo estaría poblado de sabios. El dolor no tiene nada que enseñar a quienes no encuentran el coraje y la fuerza par escucharlo.

Sigmund Freud.

 

Mejor me tiro a la basura (continuación)

(Aquí puedes leer la primera parte)

La historia de Inés -según empieza a narrar al analista a lo largo de las sesiones- se inscribe en este fenómeno migratorio de habitantes del estado de Sinaloa que salieron huyendo de sus respectivos pueblos, ranchos, ciudades, huyendo de la violencia del narcotráfico, particularmente ella es oriunda de Badiraguato, así que esto ya nos va diciendo algo.

Su familia compuesta por su padre, su madre y una hermana, emigró al pueblo fronterizo de San Luis Río Colorado, Sonora, un pueblo pequeño, pero con una actividad económica importante debido al privilegio de tener cruce fronterizo hacia los Estados Unidos.

La familia Carriedo salió de Badiraguato antes de que se pusieran feas las cosas, por lo que tuvieron el tiempo suficiente de vender a muy buen precio “unas tierritas” que tenían, un par de tractores y la casa donde habitaban, así que llegaron a SLRC con un capital.

Lo primero que hicieron fue rentar una casa modesta, de tal forma que el costo de la renta no mermaba ese capital que menciono. El señor Carriedo compró siete terrenos distribuidos a lo largo y ancho del pueblo, mandó hacer con un herrero unas carretas adaptadas para la venta de mariscos y en cada terreno buscó la manera de poner sombra, ya sea con hojas de palma seca, con lonas con lo que fuera que tuviera al alcance. Después se fue rumbo al Golfo de Santa Clara para asegurarse proveedores que le dieran buen precio y materia prima fresca y de primera.

En seguida -vía anuncio en el periódico- consiguió “marisqueros” especialistas en mariscos estilo Sinaloa, lo cual fue bastante rápido por el asunto de la migración que platicaba anteriormente. Una vez teniendo los siete terrenos acondicionados, materia prima para trabajar y el personal coordinado para vender lo mismo y con la misma calidad en los siete puestos, abrió todos simultáneamente y sin deberle al banco o entidad alguna ni un solo peso.

Cuando Inés y su hermana estuvieron en edad de ayudar a sus padres, comenzaron a trabajar como meseras en dos de los puestos del señor Carriedo, que por cierto y por si se lo preguntaban, los negocios se llamaban “Mariscos Carriedo” y tenían un número del uno al siete después del nombre, así que el señor Carriedo se encargaba de supervisar yendo y viniendo tres puestos, la señora Carriedo dos y cada una de las hijas supervisaba el puesto en el que laboraba.

En cosa de cinco años los puestos -sin llegar a ser unos restaurantes- habían mejorado y crecido, cada uno de ellos estaba aclientado, y el señor Carriedo empezó a acumular capital.

A estas alturas de la historia ya habían comprado una casa en la mejor zona del pueblo, todos en casa manejaban carros o camionetas nuevas, vestían bien, parecía no caber la menor duda que haberse ido de Badiraguato había sido una gran decisión, con altura de miras, sobretodo ahora que se sabía que se estaban poniendo horribles las cosas por allá.

Las hermanas Carriedo eran portadoras de esa legendaria belleza de la mujer sinaloense, ojos grandes, penetrantes, facciones distinguidas, “acuerpadas” como dicen por aquellas latitudes, y de las dos, Inés era la mas bella, pero también la mas inocente.

Cuando salieron de Sinaloa, apenas tenía diez años, nunca terminó la primaria, ni siquiera en Sonora su padre se preocupó por inscribirla para que terminara su instrucción primaria, entre que estaba construyendo el patrimonio de la familia y que era heredero de un machismo recalcitrante propio de las zona serrana donde se crió, le parecía un sinsentido que una mujer asistiera a la escuela, así que mas allá de lo que aprendió del negocio, Inés ignoraba muchas cosas del mundo y sobre todo de la vida.

Ella se sabía bonita, pero -por ejemplo- no tenía la malicia para ver que era heredera de un capital importante y que el puesto en el que ella estaba, la mayor parte del día estaba lleno de “zopilotes”, como los llamaba su padre.

Así fue como conoció a Isaac Ventura, el quinto hermano de cinco, hijo del dueño de una vulcanizadora, que en el noroeste del país son conocidas como llanteras; entonces Isaac, hijo del llantero, comenzó a frecuentar los Mariscos Carriedo cinco, tres, cuatro veces a la semana, siempre le hacía la plática a Inés, le dejaba buena propina, llegaba bien vestido, perfumado, se mostraba interesado en todo lo que conversaba con Inés, hasta que finalmente la invitó a salir.

Según las costumbres de su familia, el tenía que pedir permiso al padre de Inés; el señor no quería, pero el muchacho (Isaac) se supo ganar a la madre de Inés, así que empezó a cortejarla y posteriormente se hicieron novios.

Isaac trabajaba en una refaccionaria en el pueblo vecino de San Luis, Arizona, por lo que ganaba un salario en dólares, que convertido a pesos y gastado en el lado mexicano lo hacían parecer como un joven digamos pudiente, cosa que contrastaba con la realidad de su vida, es decir, las condiciones de la vivienda en que habitaba su familia no eran las mejores.

La casa era vieja, tenía solo dos habitaciones, una para los papás y la otra para los cinco hermanos; estamos hablando de hombres que iban de los veinte a los veintisiete años que dormían en dos literas y otro en un colchón en el suelo.

Isaac ocupaba la parte alta de una de las literas. Seis hombres, si contamos al padre, y sólo éste aportaba al gasto familiar con lo que sacaba en la llantera, por lo que la casa era una auténtica pocilga, por este motivo Isaac se abstuvo de invitar alguna vez a su novia a su casa.

Sin embargo Inés invitaba constantemente a Isaac a su casa, su hermana mayor ya se había casado y vivía en Mexicali, así que era una casa amplia de dos plantas, tres habitaciones para tres personas, muebles nuevos, la decoración cuidada, en fin, una auténtica tentación para alguien como Isaac, quien ya veía en Inés algo más que su belleza. 

Esto lo menciona Inés a su analista porque finalmente en un pueblo chico todo se sabe, y no pocas personas le habían dicho que la antigua novia de Isaac era bellísima, pero tan bella como pobre, que era empleada de una maquiladora y que vivía en la periferia del pueblo, en esa parte donde no había calles con pavimento, y que la dejó -decían algunos- por andar con ella.

Otros decían que nunca la dejó, que solo pasó a ser “segundo frente”.

Continuará…

*Los nombres y algunas circunstancias fueron modificados para proteger la privacidad y la identidad de los involucrados.

*Las ideas contenidas en este texto son responsabilidad de su autor y no reflejan la postura de News Report MX

Gabriel Zamora Paz (@DrGabbo) es Psicólogo por la UABC, Maestro en epistemología y doctor en Psicoanálisis Lacaniano.

Cuenta con 20 años dedicado a la actividad clínica como psicoterapeuta primero, cómo psicoanalista desde hace 6 años y trabajó 6 años como académico en la UPN.

Deja una respuesta