24 de marzo de 2024

El Papa: ser pastores pobres en lo material pero ricos en el Evangelio, apóstoles de la fe

Francisco se encontró con religiosos, alumnos y empleados del Colegio Pío Rumano en ocasión del 85 aniversario de fundación.

El Papa Francisco, al recibir a los Superiores de la Congregación para las Iglesias Orientales, sacerdotes, alumnos y empleados del Colegio Pío Rumano les recordó cuando hace dos años, en la Divina Liturgia que presidió en Blaj, en el Campo de la Libertad, donde les animó a resistir a las nuevas ideologías que pretenden imponerse y desarraigar a los pueblos, a veces de forma insidiosa, de sus tradiciones religiosas y culturales. Durante esa celebración, les dijo, proclamé beatos a siete obispos mártires, señalándolos como ejemplos para todo el pueblo rumano.

 

Hablando sobre las tradiciones religiosas y culturales, raíces de un pueblo, el Pontífice dijo que, si no se alimentan las raíces, la tradición religiosa pierde fecundidad, creándose un proceso peligroso: a medida que pasa el tiempo, uno se centra cada vez más en sí mismo, en su propia pertenencia, perdiendo el dinamismo de sus orígenes. El Papa, les pidió que se mantengan como “Pastores pobres en cosas, pero ricos en el Evangelio. Sean alegres apóstoles de la fe que habéis heredado, dispuestos a no guardar nada para ustedes y reconciliados con todos, perdonando, tejiendo la unidad,  superando toda animosidad y victimismo”.

 

El Papa recordó que: «el Evangelio no se proclama con palabras complicadas, sino en el lenguaje del pueblo, como nos enseñó Jesús, la Sabiduría encarnada. La buena tierra es también la que te hace tocar la carne de Cristo, presente en los pobres, los enfermos, los que sufren, los pequeños y los sencillos, en los que sufren y en los que Jesús está presente. Pienso en particular en los numerosos refugiados de la vecina Ucrania, a los que Rumanía también acoge y ayuda».

 

Al regar las raíces de un árbol..

Al centrarse en los aspectos institucionales, externos, en la defensa del propio grupo, de la propia historia y de los privilegios, se pierde el sabor del donarse. Si no se consideran las raíces de un árbol y se da más importancia al tronco, las ramas o las hojas, sino se riegan sus raíces, el árbol se repliega sobre sí mismo no crecerá exuberantemente:

 

“Esto sucede cuando uno se vuelve complaciente y se contamina con el virus de la mundanidad espiritual. Entonces uno se marchita en una vida mediocre y autorreferencial de arribismo, de escalada, de búsqueda de satisfacción personal y de placeres fáciles”.

 

Redescubrir sus raíces

A los religiosos y alumnos del colegio rumano, el Papa les recordó que en Roma, pueden redescubrir sus raíces plenamente, a través del estudio y la meditación. Además, les dijo, es una oportunidad para reflexionar sobre cómo se formaron las raíces:

 

“Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando la Iglesia greco-católica rumana ya no tenía obispos en activo, pues habían sido asesinados o encarcelados, el obispo Ioan Ploscaru de Lugoj, que estuvo encarcelado durante quince años, escribió en su diario: «Los sacerdotes y obispos de la Iglesia greco-católica consideraban este periodo como el más valioso de su existencia. Es una gracia poder ofrecer a Dios los propios sufrimientos y el testimonio de la propia fe, incluso a costa de la propia vida». Quien da su vida por el Evangelio piensa así, abraza la respuesta de Dios al mal del mundo: se entrega, imita el amor manso y gratuito del Señor Jesús, que se ofrece por los que están cerca y lejos. Esta es la fuente que permitió que las raíces se injertaran en la tierra, crecieran fuertes y dieran fruto. Y ustedes son ese fruto”.

 

Profundizar en las raíces y actualizarlas

El Pontífice también les dijo a los religiosos, alumnos y empleados del colegio Pío Rumano, que en Roma, además de profundizar en sus raíces, tienen la oportunidad de pensar en cómo actualizarlas, para que su ministerio no sea una repetición estéril del pasado o un mantenimiento del presente, sino que sea fecundo, afirmó. Y el secreto de la fecundidad es el mismo que el de aquellos obispos y sacerdotes, señaló: el don de la vida, el Evangelio que hay que poner en práctica con corazón de pastor.

 

Pastores pobres en lo material pero ricos en el Evangelio

Francisco tuvo un pensamiento por el cardenal Mureşan, que dentro de unos días cumplirá 91 años, de quien el Papa recordó sus años de servicio en el sacerdocio, que comenzó hace casi sesenta años en un humilde sótano, después de que los obispos supervivientes fueran liberados de la cárcel. Al respecto afirmó que deben ser pastores pobres en cosas, pero ricos en el Evangelio:

 

«Sean así, alegres apóstoles de la fe que han heredado, dispuestos a no guardar nada para uds. y a reconcilirse con todos, a perdonar y a tejer la unidad, superando toda animosidad y victimismo. Entonces su semilla también será evangélica y dará fruto».

 

La buena tierra de la fe

El Santo Padfre, también les aconsejó que no olviden la buena tierra de la fe. Es la que cultivaron los abuelos, los padres, es la tierra del pueblo santo de Dios, señaló el Papa. Y mientras se preparan para transmitir la fe, que cada uno piense en ellos y recuerden que:

 

«El Evangelio no se proclama con palabras complicadas, sino en el lenguaje del pueblo, como nos enseñó Jesús, la Sabiduría encarnada. La buena tierra es también la que te hace tocar la carne de Cristo, presente en los pobres, los enfermos, los que sufren, los pequeños y los sencillos, en los que sufren y en los que Jesús está presente. Pienso en particular en los numerosos refugiados de la vecina Ucrania, a los que Rumanía también acoge y ayuda».

 

Los colegios deben ser laboratorios de comunión fraterna

Por último, el Pontífice tuvo unas palabras con los alumnos de habla árabe del antiguo Colegio San Efrén, que en los últimos diez años han formado una comunidad. Y aconsejó que los colegios nacionales, orientales y latinos, no deben ser «enclaves» a los que se vuelve después de la jornada de estudio para vivir como en casa, sino laboratorios de comunión fraterna, donde se puede experimentar la auténtica catolicidad, la universalidad de la Iglesia. Esta universalidad, dijo,  es el buen aire que hay que respirar para no dejarse arrastrar por los particularismos que frenan la evangelización.

 

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